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Divagaciones sobre la vida

Timiraos, Ricardo - miércoles, 05 de noviembre de 2025
Días pasados, a raíz del envío de un artículo a un amigo, en el que me quejaba de la estúpida manera en que vivimos, me recordó algo que habíamos estudiado de pequeños: los pecados capitales, y me hacía hincapié en: "Los dos primeros: La soberbia y la avaricia". Y como hay que aprender de quien sabe, recordé que las lecciones de mi culto, humilde y viejo compañero Modesto siempre son atinadas y están preñadas de sabiduría y filosofía. Gracias, Amigo.
Efectivamente, mis reflexiones en aquel momento eran sobre la estupidez humana, pero él me recordó que la soberbia es una actitud displicente que tanto asco nos da y que debemos tratar de combatir para evitarla en nosotros mismos. En algún sitio leí. "No aprenderás nada de la vida, si siempre crees que tienes la razón". En cuanto a la avaricia, creo, desde hace mucho tiempo, que no podía estar más de acuerdo. Decía Aristóteles "La avaricia es una forma de esclavitud, porque nos hace depender de algo externo para ser felices" Personalmente, pienso que todos los males del mundo nacen de la avaricia.
Pues bien, si es cierto como creo que éstos son dos pilares fundamentales para la vida, permitan me aportar como tercer pilar mi granito de arena: La inteligencia humana. Entendiéndola como la capacidad para discernir y abrirnos caminos. Porque, siendo sin duda y por desgracia muy limitada, puede ser válida como herramienta para la búsqueda del santo Grial de la vida que no sería otra cosa que la felicidad.. Y en este extraño camino permítaseme añadir, para separar el trigo de la paja, a la estupidez, como cara oscura de la inteligencia, que para muchos es infinita. Y por ser tanta, tan grande y abundante y encontrarla continuamente en nuestro diario vivir, preciso es esquivarla y buscar esos valores fundamentales de la vida, básicamemnte inalterables, pero paradógicamente adaptables a las circunstancias vitales.
En este contexto cabe preguntarse: ¿Cuál es el motivo para que vivamos tan desnortados y dediquemos tan poco tiempo a la reflexión?. ¿Acaso no somos seres más o menos inteligentes? ¿ Pero realmente hemos sido superados por la IA? ¿O es que nos hemos dormido en los laureles, dando muchísimo margen a esa estupidez, y ahora ya no sabemos discernir entre lo verdadero y lo virtual?.
La vida no se observa desde los oteros, sino desde el suelo y a mi me resulta muy difícil entender a esta sociedad que tiene al dinero como dios y al otro Dios como recurso; me asusta el vacío con que se forman generaciones y generaciones de jóvenes; no entiendo el aparente desinterés de los padres para dotar a sus hijos de unos principios que son herramientas fundamentales para la la vida; me aterra observar la inconsciencia global ante las posibles actuaciones de los mandamases de la Tierra; me parece increíble que todavía haya quien dude del cambio climático, de las calamidades que se avecinan y la indiferencia con que se toman las advertencias de los científicos. Pongo en solfa la inteligencia de quien niega el respeto al afán de saber, de mejorar, de luchar por causas justas. Me resultan incomprensibles las posturas absurdas ante el progreso, las mejoras sociales, el respeto a la mujer, el desprecio a los emigrantes... ¿Pero realmente nos queda algo de inteligencia?
Y me fijo en como vivimos. ¿Qué sentido tienen miles y miles de chorradas con las que pasamos el tiempo? ¡Qué vació existencial se observa en nuestro vivir diario!. Y surgen depresiones, ansiedad, y un sinfín de trastornos mentales que a mi -y perdonen mi osadía de aprendiz de psicólogo, que está llena de buena voluntad-, me parecen faltas de ilusión por vivir. A veces el hastío, la soledad, la comodidad, la apatía... hacen mella en nuestras vidas, pero es preciso encontrar antídotos, que no pastillas, con cambios de vida que, aún siendo radicales, nos aporten ganas de vivir. Y créanme que las hay. Y si bien a veces hay barreras sociales muy fuertes que lo impiden, la propia felicidad debe ser un camino. Y a veces muy satisfactorios. Todo lo que sea trabajo altruista por una causa que creamos válida, nos reporta una satisfacción que cada día crece y nos permite recuperar la autoestima. "Y todos valemos para algo" diría aquel filósofo de mi juventud Marbán.
En mi vivir diario reconozco mi edad, y con ella la distancia que me separa de los pensamientos más jóvenes; no entiendo muchos de sus modos de entender la vida, pero me imagino que ellos tampoco entenderán los míos. Los años crearon siempre barreras y, si bien mi ilusión es que ellos encuentren su camino, quizás ellos lean mis cuitas con condescendencia, con ello me siento satisfecho. A mi edad sólo quiero aportarles generosidad para su bien.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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