Frente a Salomé
Alén, Pilar - jueves, 23 de octubre de 2025
Érase una madre que quería que sus hijos ocupasen un asiento relevante para el que no estaban llamados expresamente a sentarse: a derecha e izquierda del protagonista de la historia más grande que haya podido darse. Es Salomé, quien sin reparo ambicionó que Santiago y Juan, sus hijos y los del Zebedeo, tras acompañar al Mesías en tierra, viesen recompensada su entrega con premio en el cielo.
Érase un lugar lejano al que llegó Santiago, en el Finisterre, donde difundió el mensaje del cristianismo con denuedo. Pronto fue un referente como santo, peregrino y caballero. Y, junto a él, llegó el culto a su madre, esa mujer valiente de la que poco más sabemos que en todo momento siguió al nazareno. Como recuerdo de su empeño, ahí se levantó un hermoso templo. Fue de lo mejorcito que se construyó en Santiago en el medievo. Desaparecido casi por completo, hoy añoramos lo que pudo ser todo aquel complejo.
Érase una calle de todos conocida que conduce a la catedral de Santiago. Para ella miraron hombres y mujeres de todo género por ser lugar de llegada y encuentro de gentes venidas de todas partes, especialmente de una Europa surgida en torno a un Camino gestado al descubrirse los restos del hijo del Trueno, allá por el s. IX. Me refiero a la rúa nueva, que no es la más importante de Compostela, pero sí la que aglutina los edificios de este burgo con más solera.
Érase, asimismo, una casa en medio de esa calle, siempre citada como la de frente a Salomé. A ella le seguí la pista desde que fue derrumbada totalmente en el s. XVIII para ser levantada por entero por el maestro arquitecto del cabildo compostelano Fernando de Casas Novoa, el mismo que se hizo cargo de la fachada del Obradoiro. En 1724 fue adquirida como tenencia -especie de arriendo- por el canónigo Andrés de Gondar (1692-1775) del que apenas nada se sabe salvo noticias sueltas aparecidas en diversos escritos de los siglos XVIII y XIX. Natural de S. Cristóbal de Briallos, vivió en el barrio de Sar con sus padres Francisco y Antonia, fallecida al dar a luz a una hermana que fue luego monja mercedaria. En 1716, hallándose en Roma fue propuesto para ser Chantre, puesto que estaba vacante en el templo compostelano. Realizó los trámites pertinentes, como el de presentar su expediente de limpieza de sangre, llegando a ser uno de los más destacados personajes de dicha institución, así como de la Cofradía de la Concepción, a la que dotó de abundantes enseres y bienes. Fue el encargado de realizar los sermones para la fiesta del 25 de julio en diversos años por su notoria devoción hacia el patrón de España. También promovió otras festividades de relieve: la Traslación del Apóstol, la Aparición en la Batalla de Clavijo, Sta. María Salomé y S. Pedro de Mezonzo, de todo lo los documentos del citado archivo dan fe. La primera y la de Clavijo se celebran el 30 de diciembre y el 23 de mayo respectivamente, aunque con diferente eco. A ellas hay que sumar la del 25 de julio, la más sonada, con ofrenda nacional que se festeja por todo lo alto casi ininterrumpidamente desde 1643. Son las tres conmemoraciones que articulan el culto jacobeo. La de su santa madre se fijó para el 22 de octubre y se celebra en Santiago -todo hay que decirlo- con solemne novena -como debe ser- siendo esta iglesia la única que mantiene justa y preciada devoción a tan simpar mujer.
No hay testimonio de que Andrés de Gondar desde su casa frente a Salomé diese dos pasos para honrarla. Puede que, como sus posteriores inquilinos -hasta donde sé- incluso gozase del privilegio de asistir a la misa desde el balcón de la fachada, en el mismo salón en el que recibía visitas o tomaba té o café. ¡Qué cosas hay que ver!

Alén, Pilar
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