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Ser de aquí o venir de allí

Mosquera Mata, Pablo A. - miércoles, 22 de octubre de 2025
He tardado en darme cuenta. Y es que lo que no está escrito en el papel no se puede leer. Pero llega el momento en que razonamiento y observación impregnan los pensamientos. Me refiero a las diferencias que se producen al visitar, pasear o disfrutar del paisaje y cada uno de sus rincones según sea nuestro origen.
Para los llegados de fuera, con otros acentos, nuestras parroquias son lugar de trabajo, para el descanso o el ocio. Y es que la industria nos ha transformado en dormitorio y vivienda coyuntural. Mientras los naturales de esta costa tenemos una forma muy especial para sentir cada espacio, cada souto y cada fraga, o las islas y puertos, el sonido de las rompientes, el murmullo de los vientos o la caricia de la lluvia sobre los helechos que harán en su momento nacer hortensias con hermosos colores, es un cúmulo de recuerdos imperecederos que nos identifican como pueblo con profundas raíces en una costa patrimonial llena de historia y personajes que son la semilla para nuestras vidas comprometidas con el orgullo de ser para decidir. Ser de aquí o venir de allí
Mi generación ha sido testigo del cambio. Aquella forma de vida rural dónde las aldeas parroquiales cuidaban de las tierras, montes, granjas, o una flota de bajura, compatible con las pequeñas industrias artesanales -carpinterías de rivera, molienda, conserveras- y pequeño comercio multiofertas, hoy una gran factoría aluminera domina y crea servicios o equipamientos para una población en la que los nativos galaicos somos ínfima minoría que retrocedemos en nuestra cultura tradicional mientras los llegados de fuera avanzan y se imponen.
Ahora casi nadie compra en la tienda. Lo hace on line y recibe el producto por mensajería. El muelle está vacío y las pocas lanchas que hay son de fibra. No vemos a los viejos lobos de mar sentados en las escaleras del puerto fabricando un tolete con la navaja dándole forma a un palo de toxo. Las nasas ya no son de madera y cáñamo. Para salir a pescar hay que disponer de toda clase de permisos incompatibles con la jubilación de patrones y maquinistas. La llegada del chapapote procedente de una sentina ha sido sustituida por esa marea de color rojizo que indica la presencia del flúor bauxitero.
Las orquestas son como circos dónde hay más "expertos" en efectos especiales que profesionales del pentagrama. Las rederas han desaparecido. No hay partidas de tute subastado y la nueva generación desconoce cómo se juega al dominó facilitando la jugada del compañero. Los cascos históricos de nuestros pueblos son considerados como extrarradios y en sus calles habitan las sombras de los ausentes, pues los modernos toman posesión de las terrazas mientras la conversación se ha convertido en un conjunto de humanoides que manipulan un carísimo celular. Han desaparecido las bicicletas. Y lo peor...en las manifestaciones festivas el bollo preñado ha enterrado la empanada de souba mientras el tinto del país servido en taza ha dado paso al crianza o a la sidra en fina copa de cristal.
Hasta los nuevos baristas de bocatería, que no taberneros, han promulgado que eso de la tapa es pura cortesía discrecional sólo para clientes adictos a la causa del botillo berciano mientras suena la voz de cenobio minero intentando emular al gran Pucho Boedo cuando se recuerda los poemas de Rosalía.
Pero lo que peor soportamos los nativos-aborígenes galaicos-mindonienses-mariñanos es la sustitución de nuestras fiestas y romerías populares como Carmen, San Andrés, Nuestra Señora de agosto, San Roque, San Ciprian, Las Candelas, Santiago, por esos inventos de fiestas vikingas o sirenas perdidas que sólo pretenden celebrar un gran botellón bajo una carpa o una llamada en honor de Baco, y todo ello ante el terror de quienes al día siguiente ven, perciben y sufren los efluvios de una juventud que no respeta portal ajeno o ignora la presencia de retretes o letrinas -no hicieron la mili-.
Tengo un amigo artista reconocido y premiado que siempre dice: ¡Qué poco nos queremos!. Por eso mientras los de allí, allá, acolá.. .avanzan, los de aquí, autóctonos, naturales, retrocedemos o sólo protestamos en la clandestinidad. Por una vez y sin que sirva de precedente, siento envidia de vascos y catalanes que defienden lo suyo hasta la extenuación...
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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