Anclada en mi cuerpo

Desde aquí busco un puente.
La realidad -tan lábil, tan esquiva, tan fuerte- muchas veces me obliga. Algún día la vida dejará de sostenerme. Entonces, ni cambio ni pausa: no aceptaré ruptura. Querré conservar la impronta de esta orgía sin sentido, cóctel perfecto de amor-dolor y sueños, a la que llegué hace tiempo.
Difícil será resignar el sabor del café, del buen vino, el chocolate; olvidar el agua fresca en el agobio del verano, la textura de las piedras, el aroma del tilo, del jazmín, del tabaco. Difícil, más. Injusto.
Desearé conservar la risa, el llanto, el sexo, la locura, aunque tengan que ser sólo recuerdos.
El mar ¿también recuerdo?
Podría alcanzarme tu mirada declarando innecesaria tanta filosofía. Escuchar música, escribir, pintar, amigos, mi mano en tu mano simplemente... es real, dirás. ¿Por qué algo más? Si ese puente no existe se construye y listo. Puede ser.
Me sorprendo pensando que, cuando sea tiempo, habitaré nuevas dimensiones, espacios estelares, recuperaré ¿quién sabe? voces que extraño, ausencias. Tal vez.
Mientras tanto -sujeta a lo cotidiano- se me exige poco, respondo sin desvelo; es todo tan concreto.
Hoy, imposible imaginar con certeza otros viajes. Ya llegará el momento.
Llegará cuando llegue.
Cuando se suelten las amarras.