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Amistad

Silva, Manuel - lunes, 20 de octubre de 2025
"Un amigo fiel es poderoso protector: el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable", dice la Biblia en el libro Eclesiástico, 6, 14-16.
Pero, en el mismo libro sagrado, (concretamente en 6, 8-11) también se advierte de que "hay amigos de ocasión, que no son fieles en el día de la tribulación".
Estas afirmaciones bíblicas me recuerdan el encuentro que tuve hace algún tiempo con un vecino que estaba sentado en un banco de la calle con cara triste, muy triste y "mucho triste", como diría Mariano Rajoy. Me acerqué a él y le pregunté qué le pasaba y si yo podía hacer algo para ayudarle. Me lo agradeció y procedió a contarme lo que le había ocurrido:
"Se trata -comenzó diciendo- de que la empresa en la que trabajé 30 años puso en marcha un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) y yo, con 59 años, estaba incluido".
Pero -precisó- un ejecutivo de esta empresa me ofreció, a modo de regalo de final de mi estancia en el trabajo, la dirección de un máster de formación de futuros profesionales por espacio de dos años, tarea por la que me abonarían 12.000 euros".
"Evidentemente -prosiguió- sentí una gran alegría por este ofrecimiento y, sin pensarlo dos veces, acepté y le agradecí profundamente esta oferta". Destacó que su aceptación se debía "más que por el huevo, por el fuero, pues los 12.000 euros no me iban a salvar la vida, pero el entretenimiento y la ocupación en algo que me encantaba, me hacía feliz".
"Pero..., lo que menos me esperaba es que, al cabo de una semana, este ejecutivo me informó de que un compañero, el que yo consideraba MI MEJOR AMIGO, MI AMIGO DEL ALMA DURANTE LOS ÚLTIMOS 30 AÑOS, había maniobrado a su favor -a mis espaldas, a escondidas y a traición- para conseguir ese puesto para él, cosa que había logrado a través del Presidente de la compañía. Y esto me produjo una enorme sorpresa y una gran decepción".
Casi con lágrimas en los ojos, este vecino traicionado por su mejor amigo me confesó que se consideraba "un millonario en tesoros de amistad, puesto que son muchas las personas que, desinteresadamente, me honran con su afecto, lo que nunca les agradeceré bastante. Pero no puedo dejar de lamentar profundamente haber confiado ciegamente en esta persona que durante 30 años me agasajó con comidas, regalos y palabras extremadamente afectuosas".
"Claro que, ahora, me doy cuenta de que fingía esta amistad porque le convenía a sus intereses, pues yo le cubría muy eficazmente las espaldas en muchas ocasiones durante sus frecuentes e injustificadas ausencias del trabajo y porque le quitaba, casi a diario, mucho trabajo de encima. He sido para él -subrayó- un auténtico burro de carga". "Por eso -agregó- me llevé una gran sorpresa y sufrí una inmensa decepción. Esto es lo que realmente me sacó de quicio y me causó una inmensa tristeza".
Al preguntarle por cómo considera él que se encontrará su falso amigo después de haberle hecho esta faena, me dijo, contundente: "lo más seguro es que los 12.000 euros se le hayan atragantado en el estómago de su conciencia, si es que la tiene", ironizó.
Y, religiosamente hablando, confesó que, aunque poco practicante, era creyente y que "el versículo del autor del Eclesiástico, en el que afirma que 'hay amigos de ocasión, que no son fieles en el día de la tribulación' me ha llegado a lo más profundo del alma y me aleccionó un poco".
Le di un abrazo solidario, que me lo agradeció tanto que..., casi no se separa de mis brazos.
Esta triste historia me inspiró el siguiente soneto:

Yo me acuso
(soneto de arrepentimiento)

Yo me acuso de ser un gilipollas:
de haber creído en muchos mentirosos
que querían pasar por virtuosos
siendo sólo pedantes soplapollas.

Yo me acuso de ser buena persona
con ladinos, taimados y traidores,
que fueron unos grandes desertores
valorando tan solo la poltrona.

Pero no me arrepiento de haber sido
honrado, solidario y generoso,
de haber sido leal y bien nacido.

Tampoco me arrepiento de ser justo,
decente, compasivo y buen amigo.
Y siempre lucharé por el buen gusto.

(Estrambote)

De poco sirve que nos confesemos
si vamos a seguir siendo blasfemos.
Silva, Manuel
Silva, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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