El cuento solidario de Zuleima
Pol, Pepe - lunes, 06 de octubre de 2025
Mi abuela paterna, por nombre Zuleima, es de origen africano y andaluz, pues su progenitor, según ella me contó, era uno más de los muchos migrantes que arriban a las costas españolas buscando nuevos y salvadores modos de vida. Tuvo suerte y consiguió superar ese Estrecho que en más de una ocasión se convierte en losa líquida que entierra a muchos y aquí encontró personas solidarias que le tendieron su mano de fraternidad para que lograra un puesto laboral como pescador en uno de los muchos barcos que conforman la flota atunera de diferentes armadores del pueblo de Barbate. Terminó integrándose perfectamente aquí en Zahara de los Atunes, donde vivía, flor de blancura espectacular que se tiende sobre los dorados arenales que tiene por faro a ese Castillo de la Chanca. Aquí en Zahara conoció a una chica gaditana con la que se unió en matrimonio y de la que nació la que hoy es mi abuela materna, y sería su única hija, pues él aunque procedía de una familia de diez hermanos aprendió la lección y, con la plena aprobación de su esposa, no quiso tener más que la descendencia que puede ser sustentada.
A ella, desde muy joven, le conocen aquí en Zahara de los Atunes con el mote o sobrenombre de "La de la Pañoleta", ya que va siempre vestida con el atuendo típico que usaban las mujeres de aquí, entre los que estaba un gran pañuelo que cubría su cabeza. Todas las noches me contaba cuentos y me decía: -"Bueno, cariño, vengo a traerte otro cuento para esta noche. Ya sé que sabes leer y que en los libros tienes muchas historias variadas donde puedes culturalmente enriquecerte pero, sin menoscabar ni despreciar a un libro, la mía es complementaria".
Entonces le respondo: -"Tu cuento ya quisiera saberlo en su tiempo D. Miguel de Cervantes para plasmarlo en sus cuartillas. Les llamaría como otra versión de una Ilustre Fregona más".
Ella responde:- "No me compares con tan ilustre pluma, el mío es un cuento de abuela que ahora te relato."
Fija su mirada en la pared de mi habitación donde había un diminuto tapiz muy colorista que representaba a una rueda, especie de timón de barco y figuras de personas de atuendos africanos y orientales y todos arropados por una planta verde, delgada y serpenteante como alga que terminaba en una flor rodeada de alguna que otra mariposa. Al quedar un instante observando aquel adorno me aclara: - "Nunca me has preguntado por el autor o el significado de ese pequeño tapiz. Hoy te lo voy a referir."
Volviendo mis ojos hacia el colorista y llamativo panel de dimensiones reducidas, pero las suficientes para atraer a cualquier ojo curioso, le contesto: - "Es verdad, nunca pregunté."
La abuela mirando fijamente el panel prosigue hablando: - "Ahí está representada la policromía de la diversidad. Esas tonalidades de la tez, los rasgos raciales no deben ser motivo para que nos disparen palabras incendiarias, gestos o dardos de miradas envenenadas. Defendamos, al igual que el hidalgo D. Quijote, al que por algún motivo no posee o no sabe usar la armas para hacerlo, por eso despertemos al adormecido o miedoso con la luz de la cultura para que se salven ellos y colaboren a ayudar con su energía intelectual y de cooperación a que circulen aires de solidaridad. Debemos avivar, la llama de la igualdad y la visibilidad. Este pequeño tapiz fue lo único que pudo traer mi padre cuando marchó de su tierra. Es como un talismán para la familia y cuando él lo miraba decía que así debía permanecer su descendencia unida al timón del barco del mundo y remando junto con los demás pobladores de este orbe. Lo pusimos en tu habitación para que impregne de ese mensaje tu vida. Haz como mi antecesor lleva siempre contigo esta obra que hizo la madre de mi padre, una mujer artesana de África que construía valores."
Me dio otro beso para despedirse y con él me dijo:- "Recuerda, si la dimensión personal no está envuelta en ramitas de valores imposible resultará que la rueda solidaria gire pues la atasca no el obstáculo ajeno, la interrumpe el tuyo propio."
Marchó la abuela y quedé reflexionando sobre el cuento que tanto me ayudó a soñar con una vida festiva y bonita donde no existen xenófobos ni vendedores de humos y si propagadores y divulgadores de la verdad que solamente se reconoce cuando la rueda de la vida gira sobre el eje de la grandiosa paz.
Al otro día en el CEIP Miguel de Cervantes mi profesor nos pidió hacer una redacción centrada en el pacifismo y la no violencia e, inspirado en el cuento de la noche anterior redacté parte del mismo. Cuando lo leí le comenté que era basado en uno que me contó la abuela. El educador me dijo: - "Serías tan amable de decirle que venga hasta el centro educativo."
En un principio temí si mi abuela llevaba aquel tapiz pero, pronto comprendí que aquello era el mejor tesoro de nuestro linaje familiar. Marché por la calle María Luisa a casa muy emocionado gritando: - "¡Olé, mi abuela! La llaman en el colegio porque les gustó mucho lo que me contó."
Al llegar a mi domicilio se lo comuniqué a mis padres quienes se alegraron mucho diciéndome:- "Tu abuela es una mujer que elude todo protagonismo y cuando se lo comentes puede que no le guste ir para recibir felicitación alguna pero, hay que decírselo. Tú no puedes quedar mal con tu profesorado."
Con cierta preocupación se lo expliqué a la abuela pues temía que en el cole vieran a esa mujer con aquel pañuelo que le cubría cabeza hombros y rostro y alguien se burlara.
La anciana cuando le dije esto contestó:- "No me apetece ir, tus padres y tú sabéis que nunca fui al colegio, a mi edad es la primera vez que acudo, pero si lo piden esos maestros/as no hay que hacerse rogar. Nunca es tarde, si la dicha es buena".
Al otro día marchamos hacia el "CEIP Miguel de Cervantes". Nadie por la calle la consideraba extraña, y además, lejos de ahí esa retrograda y discriminatoria postura pues, ese atuendo que llevaba es parte de un traje tradicional y aunque no lo fuese todos hemos de respetar el modo de vestir de cada cual y no levantar barreras discriminatorias porque unas personas lo hagan de una u otra forma. Mis paisanos/as de Zahara de los Atunes y todos los gaditanos y andaluces somos muy respetuosos con todas las personas.
Al llegar al colegio ni a niños/as ni mayores les sorprendió. Pasó la mujer al despacho y le permitieron a Pedrín, este es el nombre del chico, que estuviera presente en la charla en que el director y el profesor le dijeron: - Felicidades, señora, por ser una adalid de la tradición y una salvaguarda de los valores de Zahara de los Atunes y del mundo, pues no todas las abuelas dedican un rato a inculcar estos a sus nietos.
La anciana contestó: - No tiene importancia alguna, pues la familia debe ser la primera educadora. Miren, yo asisto al colegio por primera vez, ya que cuando niña, mi hogar era una vieja choza en la que me crié con siete hermanos. Hube de comenzar desde los seis años ayudando a tejer redes y aperos de pesca y luego trabajando en la fábrica de atunes donde llegaban los que se pescaban en el mar nuestro, este abundante en atún rojo. Lo que pretendo es que nuestras generaciones futuras, representada en este caso en el aquí presente, este nieto mío, valoren, respeten y luchen pacíficamente para que no haya ambientes discriminatorios, pues la sociedad que no cumple con esto, la que obra al contrario se está autodestruyendo y no hace avanzar esa rueda de la que hablo en mi cuento, ese timón. Respeto, unión entre todos los seres humanos, sororidad entre mujeres para conseguir el tan necesario empoderamiento y evitar que lo femenino esté en un escalón o escalones más bajo. Yo si visto así no es por imposición es porque me parece muy justo que lo típico quede y permanezca; por eso supongo que ustedes también en este colegio me aceptan con lo que parece un singular burka y harán lo propio con la comunidad árabe que existe o si es el alumnado que lo haga con su turbante o velo, el calé con su mascota, o si es mujer con su diklo, o el judío con su kipá, por citar algunas de las razas. Hay que aceptar la pluralidad y diversidad, por eso para revindicar esos valores me presento con mi vestimenta. Hemos de ser tal cual somos.
Callados permanecieron los interlocutores y al final le propusieron: - Señora Zuleima, pues ese es el nombre con el que nos la ha presentado su nieto. Usted con su cuento nos ha dado una idea para la próxima celebración del Día de la Paz que la pensamos llevar a término si el resto de familiares de alumnos/as de diferentes razas que cursan estudios aquí colaboran. Consistiría en dibujar en el suelo del patio esa rueda grandiosa que llamamos de solidaridad. Los radios de la misma serían los alumnos/as y maestros/as de cada uno de los cursos que portarían flores de diferentes colores y en el extremo donde se unen esos radios con la circunferencia, en cada uno de ellos se pondrían familiares de etnias diversas
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Pedrín levanta su mano para proponer algo, y esto expone: - Señor director, pero con Preescolar y Primaria juntamos nueve radios y en los diferentes cursos solamente hay cinco condiscípulos de otras nacionalidades (chino, árabe, gitano, rumanos 4 y judíos. ¿Cómo completamos los radios siguientes?
El directivo sonriendo le dice- en tanto le pone cariñosamente su mano en el hombro: - Pedrín, no te preocupes tu abuela sabrá encontrar la solución ¿Verdad, señora Zuleima?
La anciana sonríó en silencio y respondió: - Para la feliz relación humana, si queremos y ponemos voluntad, se halla respuesta positiva.
Muy cordialmente se despidieron. Pedrín marchó al aula sin jactarse de que su abuela materna estuvo en el colegio a los ochenta años y era propuesta para realizar esa actividad y ningún compañera/o le hizo bullying y por el contrario le agradecían la genial idea.
Aquellos días el niño quería preguntarle a la abuela como se completaría el círculo pero decidió aguardar a cuando llegara el momento. Un par de jornadas antes de la celebración hicieron un ensayo y ya dejaron pintada la gran rueda solidaria, el timón universal. Entones se acercó Zuleima y dijo a los alumnos/as: - La rueda de la solidaridad, no solamente es uniendo los radios a la circunferencia por el color de la piel, hay otros muchos factores que también forman parte de esa, bien sabéis que se define como línea curva, plana pero en este caso la vamos a hacer abierta a todos y dar visibilidad a esa otra parte que algunos no quieren ver.
Entonces comprendí todo pues, en aquellos puntos donde no había representantes de otras razas estaban, del LGTBI; miembros de enfermedades raras (ELA), en un tercero personas rehabilitadas de la drogodependencia y en el otro una que consiguió liberarse del alcoholismo. Ninguno de ellos llevaba ese estigma pues ya estaba conformando círculo de inclusión, reinsertados socialmente. En el centro, el verdadero eje de la rueda era un barquito maceta donde crecía una flor muy parecida a la que figuraba en el tapiz aquel. El ensayo fue muy exitoso y mayor aún lo lograron cuando el Día de la Paz, treinta de enero, todos desde cada uno de los puntos hicieron girar esa circunferencia en tanto los niños/as al toque de guitarra entonaban estos versos: "Todos juntos y unidos,/no importe el color de la piel ni lo que ayer fuimos,/ lo que cuenta es mañana y hoy, /por eso yo te doy /un abrazo que a los aires de Zahara de los Atunes lanzo/ con estos abiertos brazos/ que lanzan miles de mensajes de paz /que muchos con alegría acogerán/ en los que cabes tú y todos los seres hermanos/ ¡A flote siempre el barco de la diversidad!."
Zuleyma leyó el cuento públicamente. Al terminar resonaron aplausos y, una suelta de globos en que los niños habían escrito mensajes de paz inundó los aires. La abuela de Pedrín comenta con una amiga: - "Qué bonito y bello es que todos los días defendiéramos y viviéramos la paz. Las familias y los centros educativos tienen que hacerla realidad".
(Ganador del VII Certamen de relato 'La Ilustre Fregona de Zahara de los Atunes'. Zahara de los Atunes, Cádiz. 2025)

Pol, Pepe