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La maté porque era mía

jueves, 24 de septiembre de 2009
Es doloroso ver como las cifras aumentan en víctimas de violencia de género. Todos conocemos a alguien que sufre por aguantar ciertas situaciones indignantes por parte de sus parejas, o ex parejas, pero aquellas que ya no están aquí y que se fueron a otra vida “obligadas” porque a uno se le ocurrió poner fin a sus días, ellas parece que son las que más alto gritan ¡“Basta Ya”! cuando ya no lo pueden hacer en vida. Del derecho a vivir las privan, las vulneran, con gran falta de respeto, las humillan y todo por culpa de “un presunto agresor”, encima tenerles que llamar presunto, ¡manda leches...!
Ser mártires del AMOR, donde escoger mal a quién DAS puede causarte el FIN de tus días.
Ser víctima de la violencia de género va un poco más allá, es la expresión más adictiva de ser dependiente, es como caer en las garras de un ser sin escrúpulos. Ya va siendo hora que le pongamos nombre de trastorno y cumplan por sus acciones homicidas, es algo más que querer dominar. Algunos se debaten entre si son enfermos o psicópatas ¡pero que más da lo que sean! Hay que invertir el tiempo en poner soluciones ¿y cuales? ¿tratamiento de rehabilitación al agresor? ¿cumplir íntegra la condena? o ¿Pena de muerte?... Y con ellas ¿que hacemos cuando no quieren denunciar?

Conocí a una chica especial, como son todas las sufridoras de este mal. Con toda una vida por delante hasta que alguien apareció en su vida y se cargó sus ilusiones. Progresivamente le hizo perder la autoestima, la seguridad en sí misma. Ya no hacía caso de nadie, más que de los consejos de él. Constantemente él le decía; “si tanto me quieres tienes que hacer esto...”, y ella ejecutaba sus ordenes para tener las migajas de un pequeño afecto que de vez en cuando le honraba.
En el minuto que ella lo odiaba por los golpes que le daba, solo así escuchaba lo que era mejor para ella y quería irse de su lado, empezar de “0”. Pero luego, lo veía, lo necesitaba como la droga que corre por las venas de muchos heroinómanos y era imposible desengancharse de él. Y era un vuelta a empezar. Ir y volver, marchar y regresar.
Así hasta que un día llegó su FIN. Me había prometido a mí y a sí misma que jamás pasaría a ser un numero más de la violencia de genero, como muchas mujeres que salen en los medios de comunicación, que se alejaría, que lo dejaría, pero un día apareció muerta y ya era tarde para denunciarlo. Ahora ya no sufrirá más.

Los maltratadores comienzan a dar muestras de violencia desde muy pronto, los primeros meses de relación, otros empiezan a mostrar signos tras el embarazo del primer hijo. Las víctimas no se dan cuenta de muchas señales que para los demás no pasan desapercibidas. Desde controlar absolutamente todo lo que hace, posesividad exagerada y tirar por tierra constantemente los logros o hazañas que minimamente hacen, el caso es que se van metiendo en un pozo de caos e indefensión, del que difícilmente salen solas o a veces hasta con ayuda. Casi todos reconocemos que no nos gustan los insultos, las comparaciones para descalificarnos, el tono de voz duro y desagradable, gritos, risa sarcástica y sabemos distinguir una cara de asco cuando nos hablan. Ellas le restan importancia, ya que se creen responsables y merecedoras de todo castigo. Y el agresor se encarga de que le quede bien clarito, su parte de responsabilidad en su malestar y que le conviene un castigo para aprender. Sin hablar de cuando llegan los golpes que es lo más visible del maltrato.

¿CÓMO DETECTAR A UN AGRESOR PSICOLÓGICO?
Cierta comunicación vulnera nuestros derechos y a la larga merma nuestra autoestima, como:
Tergiversación: suelen sospechar de las buenas intenciones de su víctima y reaccionan como si ella les criticara para confundirlas más y hacerlas sentir más culpables. Ella cocina para él, ella le dice: “¿Te gusta?”, el responde : “Ya sabía yo que estabas pensando que iba a decirte que estaba mal la comida”.
La Moralización es una forma de control muy sutil. El agresor se cree en posesión de la verdad absoluta y juzga a los demás con su baremo. Cuestionar todo lo que hace como si de un interrogatorio se tratara. Muchas veces está el tema de los celos. Ejemplo: “has llegado 5 minutos tarde, eres una puta, seguro que estuviste con uno por ahí”. O “vienes de junto tus amigas ¿no? a saber lo que hiciste con ellas que sois unas cualquiera”.
Imponer. “Lo digo yo y punto”.
Criticar. "Eres una pesada, todo el día hablando de tu familia ¿Te he hablado alguna vez de mi familia sin qué me lo preguntaras?". Mandar sobre uno. La forma de expresión tan negativa añadiendo a ello una creencia de superioridad implícita con frases cómo: "Quiero que me planches los pantalones con raya, cómo a mí me gustan, ¿es qué tu no sabes nada?".
Ridiculizar: Burlarse constantemente.
Despreciar: "¡Eres una inútil, no haces nada bien".
Amenazar. “Cómo no calles te parto la cara".
Culpabilizar y hacerse la víctima: " me sacas de mis casillas y eso hace que me provoques". Retirarse: ser pasivo, debido a la falta de compromiso para arreglar la situación. "como no quiero verte así, me voy y no vendré hasta que estés mejor".

FORMAS DE SUPERAR MIEDOS Y LLEGAR A SER LIBRES EMOCIONALMENTE
-Reconocer la culpa que habita en nuestro interior y que nos hace sentir responsables de la felicidad de los demás.
-Manifestar lo que sentimos y no llenarnos de resentimiento e ira. Acumular emociones dañinas, no hacen más que perjudicarnos y bloquearnos frente a las situaciones más sencillas de la vida.
-Poner límites. Quién te quiera, te aceptará como eres. Nunca pasar por alto nuestras necesidades e intenciones y dejárselas bien claras a los demás.
- No Refugiarse, si nos aislamos o huimos, no estamos solucionando el problema. Pedir ayuda.
- Fuera miedos. Quién tiene miedo no es libre. No debemos temer lo que decir, o hacer, siempre hablar desde el corazón para estar sintonizados con nuestra conciencia y actuar como tal, si nos equivocamos, ya rectificaremos y pediremos perdón será una gran virtud.
- Identificar el Chantaje emocional y no darle cabida. Quién nos aprecia de verdad no nos pondrá condiciones, ni gestos de desprecio ni amenazas.

Castro Liz, Ana
Castro Liz, Ana


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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