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Calidad

Mosquera Mata, Pablo A. - martes, 16 de septiembre de 2025
Resulta imprescindible en todos los órdenes buscar y encontrar lo mejor. Es lo que podemos considerar como la ambición progresista. Hacerlo bien, mejor, acercarnos a la perfección. Y sobre todo teniendo como objetivo dejar una sociedad mejor que la nuestra para los que vienen a continuación, que así tendrán una vida mejor que la nuestra.

La democracia necesita ser de calidad y eso va a depender de sus gestores y de como la perciben sus actores. En el momento presente la crisis está instalada precisamente por todo lo contrario de lo dicho. Los sujetos de la democracia se sienten huérfanos del sistema que garantiza derechos convivenciales. Al mismo tiempo los gestores que hemos elegido o se han apoderado del propio sistema con artimañas o son de baja calidad personal pues se han instalado en los recursos de la democracia con el principal fin de ser ellos los privilegiados al dominar los entresijos del propio sistema.

La Democracia es la garantía de la libertad personal. "Si el poder está limitado (lo cual no implica que exista poco poder), si tiene ciertos fines y ciertas limitaciones objetivas, si existen procedimientos que regulen el ejercicio de ese poder, entonces puede haber libertad".

La Revolución Francesa, por su parte, tuvo muchas repercusiones y una importancia extraordinaria porque precisamente la legitimidad, centralizada hasta ese momento en el rey, se perdió. La única forma de legitimidad social que cabía era aquella que era expresa, voluntaria, periódicamente renovada, revocable: en suma, la democracia.

Desde este momento la democracia se ha considerado la única forma legítima de poder con una única condición "que fuera posible", porque la existencia de la democracia requiere ciertas condiciones, siendo la primera de ellas que existan demócratas. Esto requiere que los que van a decidir sobre los asuntos públicos entiendan sobre ellos lo suficiente para poder opinar, para poder decidir y votar. Pero hacen falta más condiciones: la aceptación de las reglas de juego, que son principalmente el acatamiento a las mayorías y el respeto a las minorías. El respeto a expresarse y a pedir lo que desean, a hacer valer su punto de vista y su opinión, sobre todo, el derecho a tratar de convertirse en mayorías que puedan gobernar. Si esto falta, tampoco hay democracia.

Todo lo expresado con anterioridad se puso en tela de juicio en aquel país de los vascos. A pesar de haber procesos electorales. A pesar de existir una inflación de Instituciones electas. A pesar de haber un Estatuto de Autonomía que emanaba de una Constitución. A pesar de la voluntad expresa de la ciudadanía. A pesar de la oferta partidaria sobre la que el cuerpo electoral podía votar y promover la alternancia. Y ello por la presencia brutal de la subcultura de la violencia que superaba con mucho a la cultura de la convivencia en el espacio de la Ley. Tal situación debería ser objeto de continua MEMORIA HISTORICA precisamente para evitar su repetición. Además por esa perversidad que se practica maliciosamente cuando no sólo no se quiere centrar la memoria en lo que sucedió en el país de los vascos, sino que además y por intereses bastardos, se practica la táctica de blanquear lo que allí sucedió en forma de terrorismo y absoluta vulneración de los DERECHOS HUMANOS y por tanto del sistema democrático.

La democracia no se puede dar nunca por establecida. Pertenece a la vida humana y ésta entraña siempre inseguridad, es algo que hay que hacer día tras día, que hay que inventar, que hay que circunstancialmente, hacerla teniendo presentes las circunstancias de cada momento. No hay una tentación peor que dar por sentada una situación considerándola invariable.

La realidad es emergente. Una situación política que se toma como algo estático, consolidado y establecido, inevitablemente fracasa. Hay que estar alerta. La democracia no la hay sino que se hace en cada instante, teniendo siempre en cuenta las condiciones que como tal exige.

Viene a cuento de lo que estamos viviendo en el Estado español. Un régimen personalista que interpreta, cambia de opinión, practica la ocupación total de la sociedad civil a la que niega la espontaneidad, salta por encima de los preceptos legales sumiendo a la Nación en el principio de la inseguridad jurídica y a sus ciudadanos en la incertidumbre. Se va instalando una subcultura de hacer posible lo imposible y además convertirlo en nuevos dogmas para el sistema. "No se precisan PRESUPUESTOS GENERALES PARA EL FUNCIONAMIENTO DEL ESTADO". Ello es tanto como evitar el control de las cuentas públicas, su comprobación a efectos de ejecución en las diferentes partidas o en su balance que conduce al endeudamiento o a la más absoluta vulneración del principio de solidaridad e igualdad entre las Comunidades que conforman el Estado de las Autonomías. El actual sistema democrático se basa en pactos maledicentes, contra natura y en reparto de prebendas y privilegios entre la partitocracia.

Precisamente las democracias que basadas en el sistema de partidos defienden listas cerradas y bloqueadas que impiden que se personalice en el voto. No se puede tachar un nombre porque el voto se convierte en nulo. Cuando esto acontece el poder no reside en el pueblo sino en los partidos. Lo cual no supone una forma satisfactoria de la democracia. Y aflora el peligro de los populismos que son una forma de protesta del cuerpo electoral con el sistema pervertido y carente de calidad.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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