Al despertar puse la radio y alguien se acordó de Afganistán. Hay una imagen de este país que no se me borra y es la de aquel joven cayendo sobre el caos desde el avión yanqui que volaba con los suyos hacia el mundo libre, huyendo de la catarsis que se avecinaba cuando los talibanes llegaron al poder. Aquella -entonces ya lo imaginé- era la imagen del futuro.

¡Afganistán! ¡El país otra vez en poder de los Talibanes! Se lo entregó ¿recuerdas? un ejército de cobardes entrenados por marines yanquis y soldados españoles durante nada menos que veintiún años; maestros y alumnos estaban preparándose para la huida, no para la lucha.
Miles de millones de dólares tirados, miles de vidas humanas perdidas y un sin futuro por delante. Y entonces Borrell aún se atrevió a decirnos:
- Habrá que hablar con los que ganaron la guerra...
¿Qué socialismo es el que predican estos progres? ¿Qué mierda de líder era el tal Ashraf Ghani que huyó de la quema con cuatro coches y un helicóptero lleno de dinero? Tanto dinero robado a su país se llevó el muy cobarde que tuvo que tirar parte para no desestabilizar el aparato... Huyó como una rata y está dándose la vidorra padre en los Emiratos Árabes Unidos que lo acogieron "por motivos humanitarios".
¡Qué gentuza! ¡A cuanto golfo apoyó esta España nuestra, la de derechas y la de izquierdas! ¡Dan ganas de vomitar!
Porque ahora no esperéis nada de nadie... Afganistán es otra vez el caos y la vida de las mujeres afganas es la de hace cincuenta años: con burka y en casa, al servicio de los señores de la guerra, que además tienen una división de terroristas.
Pasaron solo cuatro años, pero todos los periódicos y las teles dejaron de hablar de Afganistán. Ya no es noticia. La única que alza su voz es Khadija Amin, periodista exiliada en España. Aunque ella empieza a tener la sensación de que predica en el desierto. Eso decía por la radio esta mañana.