Oda a mi Galicia
Vila, Virginia - miércoles, 10 de septiembre de 2025
GALICIA, la superviviente de la ignorancia humana y burocrática
No hace tantos años -quizás solo desde que perdimos el sentido común-, en nuestros pueblos las cabras pastaban libres.
Los animales, con su absoluta y natural evolución, mantenían los montes limpios, más que todas las brigadas actuales, llenas de herramientas, de concursos legales y de medidas que se multiplican mientras faltan personas.
Nuestros ancestros recogían piñas, limpiaban zarzas, quemaban toxos, así
dejaban ceniza fértil que alimentaba la tierra.
Y no, señores: no había este nivel de incendios, ni minas de litio, ni intereses madereros.
Hoy me sale el poeta absurdo y valiente, el que querría prender fuego al tiempo perdido cuando dejamos en manos ajenas lo que era del pueblo.
Me toca de frente: ver el Ribeiro languideciendo, ver mi casa entre tres columnas de humo, ver aldeas resistiendo al viento. Cada brizna era una llama, cada mirada un golpe de dolor.
Entonces entró en juego el furor gallego: las manos callosas, los vecinos, el tiempo y el silencio.
Aquí no falló el clima. Aquí fallaron los organismos. Los que desde sus despachos hacen leyes que no leen, los que firman sin haber pisado nunca una montaña, los que confunden la dignidad de la tierra con el precio de venta.
Galicia lleva siglos enfrentándose a la muerte. La Santa Compaña nos acompaña, brinda con licor café al lado de nuestros ancestros. Galicia es Santa y es profana, Galicia es verde eso lo primero.
Y aún así Galicia se levanta: nos han tocado los robles y los castaños, nuestras montañas, los huertos.
Pero esta vez no será como antes: la resignación que siempre impusieron estos elementos políticos que marcan el juego se transformará en pura energía.
Energía de dignidad, energía de "hasta aquí".
El negocio se vio en el aire. Galicia sobrevivirá, porque siempre lo ha hecho. La pregunta es si ¿nosotros, como humanidad, estaremos a su altura?
Galicia está unida a cada tierra del mundo, con cada paisano, con cada montaña que este verano se vio atacada por intereses más allá de lo "permitido por la ética".
No es solo Galicia, es España. Primero usaron el agua, ahora el fuego.
Solo nos queda una cosa: silencio.
No un silencio de miedo ni de sumisión, sino un silencio que no alimenta más el juego, un silencio que guarda nuestra fuerza y nuestra dignidad.
Por primera vez, les debemos nosotros a ellos a los que gobiernan... SILENCIO ADMINISTRATIVO.

Vila, Virginia
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