Equivocada canción del verano
Alén, Pilar - viernes, 08 de agosto de 2025
Sabrán lo que es tener metida en la cabeza una canción pegadizaque no se va ni con otra más potente. Suele ser de melodía sencilla y ritmo simple. Yo tengo una que no se me borra en estos días y no es porque sea la canción del verano, fenómeno que ya está desfasado. La escuché en una conferencia sobre Conxita Badía (Barcelona, 1897-1975). Montserrat y Mercè Bonet, nietas de esta soprano, pianista y docente, nos la ofrecieron en un ambiente distendido y en este significativo año en el que se conmemora medio siglo de su muerte. Nos hablaron de su trayectoria profesional, su forma de ser y de pensar y de aspectos de su vida en general, mostrando esa erudición de quienes conocen de cerca el tema, guardándose las lágrimas pues no era el momento.
Una de las audiciones con la que nos deleitaron fue «Se equivocó la paloma». No es la que ha marcado su carrera, pero contiene una anécdota que contaron con admiración hacia su abuela. Sucedió que, al cantarla poco después de morir su marido, Ricard Agustí Montsech, emocionada y con la voz tocada, no pudo evitar perderse, teniendo que repetirla -así lo quiso- desde el inicio. Obstinada como era, no dudó en enmendarse a sí misma, no una sino dos veces, saliéndole bien a la tercera. Es un poema de Rafael Alberti cuyo texto, para más inri, dice: «Se equivocó la paloma/ se equivocaba. /Por ir al norte, fue al sur/ creyó que el trigo era agua, /se equivocaba. /Creyó que el mar era el cielo, /que la noche la mañana, /se equivocaba, /se equivocaba. /Que las estrellas, rocío, /que la calor, la nevada, /se equivocaba, /se equivocaba. /Que tu falda era tu blusa/que tu corazón, su casa, /se equivocaba, /se equivocaba. /Ella se durmió en la orilla, /tú en la cumbre de una rama». Lo musicó Carlos Guastavino en Argentina, quedando registrada en 1969 en el disco «Conchita Badía canta canciones sudamericanas». Fue versionada con posterioridad por figuras de la lírica o del cante, como Teresa Berganza (1984), José Cura (1997), Joan Manuel Serrat (2009) o Letizia Calandra (2020). Es una piececita que, pese a tenerla runruneando horas sin tregua, sigue gustándome. Parece que no dice nada y, sin embargo, por las circunstancias en las que fue escrita y por esa letra que va haciendo un juego de palabras, tiene los ingredientes para invitar a reflexionar sobre los contrastes o reveses que en la vida a todos se nos presentan.
Concepción, Conxita o Conchita Badía (que de estas tres maneras se la conocía) poseía luminosidad, musicalidad, generosidad sin límite, contagiosa alegría. Esa grabación casera, con anécdota añadida, refleja su naturalidad y simpatía. Su notoria incomodidad y vergüenza al equivocarse no era fingida.
Terminan los C. U. I. "Música en Compostela". Queda el indeleble recuerdo de Conchita Badía con su estela. Pasó su último verano en Santiago, en 1974, enseñando como solo ella sabía hacerlo, estando ya visiblemente enferma. Se anunció que vendría al año siguiente, pero no pudo ver cumplido su deseo, pues falleció meses antes. Una de sus hijas, Mariona, dedicó su vida a recoger y custodiar su legado con empeño y esmero. De ahí que sus nietas puedan ahora seguir haciéndolo con la particularidad que supone hablar de una abuela como esa. Ninguna se dedica directamente a la música, pero cantan y dirigen coros -como ellas dicen- a su manera. La nonna o àvia Conxita y la mama o mare Mariona les dan fuerza para continuar la labor de salvaguardar la memoria de una profesora extraordinaria que contó con alumnos como Montserrat Caballé, a la que en 1962 acompañó en el Parador de Santiago. Porque, si esta bien cantaba, Conxita cantaba y tocaba. Y no se equivocaba. Ahí es nada.

Alén, Pilar