Haciendo historia
Alén, Pilar - viernes, 01 de agosto de 2025
No son mi fuerte Los 40 principales de la radio española, ni me dice mucho la celebración de los 40 años de la televisión gallega, desde su primera emisión, un 24 de julio de 1985. Me pregunto, de pasada, por ser una fecha histórica (aunque más lo serán los 50) en dónde estaba yo ese día y les invito, sin pretender fomentar la nostalgia, a hacer lo mismo. Por mi parte sepan que no me acuerdo, aunque si algo puedo asegurar es que no presencié ni vi nada esa temporada a través de la pantalla. Fue un año y, en concreto, un mes, intenso. Sentarme delante del televisor era prohibitivo. Un curso de verano de análisis musical del s. XX en Gijón, otros dos de seguido en Granada (uno sobre la notación medieval antigua y otro centrado en la época de Bach y Haendel), preparar la participación en un congreso en Salamanca a la vuelta de la esquina... Comprobado. Estaba liada y, por si acaso, constato que no yerro ni miento. No vaya a ser que osen achacarme que mi currículum está falseado o edulcorado como el de, al parecer, gran parte de la plana mayor de nuestra comunidad política.
La TVG de mediados de los 80 fue cambiando. Mudaron, por ej., las formas de dar los «partes», como llamaban muchos a los espacios en los que se recogían las noticias. Desde época reciente se ofrecen los contenidos al instante poniendo al frente presentadores que, si antes leían despacio para no equivocarse, ahora se equivocan aun leyendo sin prisa ni pausa. Creo que obedece a una causa: hacerlo de pie y moviéndose o sentados mirando de reojo un portátil, evidentemente no es cosa fácil. Menos aún retransmitir un evento desde una concurrida playa, casi en penumbra y sobre arenas movedizas. Pena me dieron David y Rocío en Sanxenxo; no sé si estaban cansados por ser hora tardía o abrumados al sentir que estaban siendo vistos incluso por las redes, en la noche del 25, festiva en Galicia. Cuestionable fue la emisión de la Ofrenda al Apóstol, pero en eso ya no entro. Queda en mi memoria para el recuerdo.
En estos días, unos más que otros, están pendientes de la traca pirotécnica del final de las fiestas de Santiago. Quien pueda que vaya a verla en directo. Dicen que prometen.
En medio, Compostela ha vivido la toma de posesión de un nuevo deán en la catedral. Eso sí que es historia. Bien lo hubiese recogido uno de los estudiosos que más ha escrito sobre ello: Carlos García Cortés. Lo habría incluido en su libro: Obispos y deanes del Cabildo Catedral de Santiago. Siglos XI al XXI (2017). Pero ¿qué es, o a qué se dedica, un deán? Habría que responder con algo que semeja una evasiva: depende. Cada uno es hijo de su tiempo y obra según normas preestablecidas, así figure como abad, prior, cardenal mayor o deán a secas.
Según A. Iglesias (La catedral de Santiago de Compostela y sus capitulares: funcionamiento y sociología de un cabildo en el siglo XVI 2012), la primera vez en que apareció citado el deanato en Santiago fue en 1121. En 1177 se estipuló que el decano del Cabildo debía ser presbítero o estar en disposición de serlo en el plazo de un año, requisito obviamente indispensable en los tiempos que corren.
J. F. Lago, en 2021 con motivo de su nombramiento, era muy consciente de su papel y de las necesidades de esta iglesia: «Ser canónigo o deán de este Cabildo en la actualidad no es lo mismo con respecto a lo que lo era hace veinte o treinta años. Hoy nosotros hemos de mirar, ante todo y, sobre todo, a los peregrinos». Pasó el testigo a M. J. Formoso, pero, sin duda, su polifacética e ingente labor queda ya en los anales de la historia y en la de la peregrinación jacobea. ¿Se recuperará laCcatedral de nuevo para la ciudad? Ojalá se obre tal ideario.

Alén, Pilar
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