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Cuestión de educación

Timiraos, Ricardo - martes, 22 de julio de 2025
A finales de Junio se celebró en Viveiro (Lugo) el vigésimo Resurrection Fest donde se congregaron, según la organización, 141.000 personas. Un espectáculo de estas características acarrea un impacto económico brutal que calculan en 18 millones de euros. Sin duda, casi todos deseamos que dure muchos años. Pero, más allá de lo llamativo que pueda ser este festival, está el ejemplar comportamiento cívico de estas gentes. Se hace ya tradicional su buen rollo, su exquisita educación, su cívico proceder en todo momento y lugar y eso requiere un merecido reconocimiento. Y aquí conviene recordar que hubo tiempos en los que molestaba el Resu y recibió ciertas críticas por parte de sectores inmovilistas e intolerantes a quienes les molesta siempre todo aquello que turbe mínimamente su comodidad. Y, sobre todo, cualquier cosa que tenga de protagonista a la juventud, que ha de soportar siempre ser culpable del malhumor de los amargados. Y es que hay personas que llevan la intolerancia en el ADN.
Con la llegada del verano también se llenan los pueblos de gente foránea y aparecen los turistas que confraternizan con la población y, en mayor o menor medida, aportan su granito de arena a la economía local; sin embargo, la receptividad no es la misma con unos que con otros. Todos conocemos a veraneantes educados correctos y que saben donde están. Algunos llevan viniendo aquí toda la vida. Sin embargo, no todos son recibidos con el mismo cariño, ni mucho menos. Y es que el comportamiento de los exquisitos lo empaña un número significativo de personas que deja mucho que desear.
Si entre los nuestros ya aportamos nuestras dosis de mala educación, con la llegada de gran número de los incívicos tenemos la sensación de ser invadidos por los vándalos. Aparcan donde les parece sin importar que sea acera o césped; tiran las cosas, simulando que se les cae, donde les resulta más cómodo; se emborrachan, gritan y hacen sus necesidades en la calle ante la ineficacia de unos policías, tan raudos en visitar los bares como necesitados de ansiolíticos; no tienen consideración alguna con el decanso de los vecinos, ni siquiera de los ancianos; faltan al respeto a cualquiera que les sirva, siendo intolerantes en los apuros; se quejan de cualquier limitación o peculiaridad del pueblo y son capaces se pintarrajear un monumento; insultan a quien les recrimine cualquier comportmiento incívico y alardean a voz en grito de su ignorancia; fantasmean entre sus colegas de grandezas y riquezas; protestan si nos les regalan pinchos y exigen sin consideración alguna tratando de avasallar a quien les sirve; se cuelan en las colas de los super o las tiendas con esa misma mala educación; usan las playas como estercoleros y se quejan de que están sucias...Y no contentos con ello, algunos imparten lecciones gratuitas de obras a realizar, de fallos que hay que corregir, diseñan plazas o puentes “necesarios” en su imaginación,se ofrecen para exhibir sus conocimientos...y miran a los nativos con altiva displicencia. Hasta los hay que ofrecen su colaboración a las autoridades...y se les olvida en invierno. Somos para ellos gente, intelectualmente hablando, de tercera división. No hay peor otero que la soberbia.
Evidentemente, de todo hay en la viña del Señor, pero calificar a todos los turistas como madrileños y fodechinchos es, a mi modo de ver, un error. Los gallegos, por lo general, somos serviciales- su dosis tenemos también de serviles- receptivos, acogedores, espléndidos con mesura, y no reparamos mucho en detalles. Ahora bien, llevamos muy mal que vengan aquí auténticos vándalos disfrazados con playeras y guayaveras a abusar de nuestra cordialidad y arrasando con nuestro entorno y nuestro modo de vida.. No, nunca hemos sido antituristas, entre otras cosas porque también nosotros los somos, sino que lo que somos es anti bárbaros, anti abusones... El problema de esta gente no es la procedencia, sino la falta de educación y sensibilidad para respetar nuestra casa.
Así nos conviene discernir y ver que, siendo el turismo una fuente de ingresos, nunca debemos aceptarlo de cualquier manera. E igual que pasa con la necesidad de no permitir el abuso de pisos turísticos, también debemos frenar estas hordas de maleducados que arrasan nuestros pueblos. Y si las arcas públicas están echando humo de vacías, las multas a esta caterva de impresentables podrían ser una ayuda. Si a la escuela no la respetamos, nos queda el bolsillo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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