Los pisos de la avaricia

Nos cuentan sus demagogias diciendo que nos dan trabajo, que gracias a ellos se pagan las pensiones, que son libres para hacer lo que les da la gana con sus casas... Son los listos que siempre buscan argumentos para justificar sus pisos turísticos. Evidentemente, mienten. Y sabido es que son capaces de tocar teclas en donde corresponda para salirse con la suya. ¿Cómo se entiende si no que haya miles y miles de ellos ilegales?. Observe el lector que fácil es saber donde se roba.

Pero ya se sabe que la picaresca es el pan de los tramposos. Este tipo de personajes son avariciosos, muchas veces ajenos al pueblo, aunque también gocemos de sus cuotas de despabilados, que buscan y aprovechan las necesidades de la gente para de esa manera hacer negocios ajenos a los intereses del pueblo o ciudad donde se instalen. Ellos se anuncian hablando maravillas del rincón en cuestión y a cualquiera incauto que enganchen lo exprimen como lo hacen con el pueblo o ciudad. Nada les importa a los problemas que su actividad ocasione, a ellos lo que les importa es el vil metal. ¿Qué eso reporta la expulsión de la gente más humilde, subida de alquileres, deterioro del patrimonio, masificación de espacios, dificultades de infraestructuras, incomodidad de los vecinos, problemas de limpieza...? Ese no es su problema, ese es del ayuntamiento en cuestión, el de ellos es cobrar y cobrar lo máximo posible. Ellos venden el pueblo como si fuesen los propietarios y los problemas se los trasladan a los vecinos. Son los viejos despabilados de toda la vida versión inmobiliaria. Y proliferan como hongos, además cada día tienen más derechos. Al paso que vamos quizá algún día tengamos que indemnizarlos, porque en las calles se les gasta la suela de los zapatos.

Sinceramente, no me imaginaba que las autoridades pudieran aceptarlo. Creo que es preciso legislar con mayor contundencia- ¿a quien reclamamos los desmanes de su actividad?-. A mi me parece que no debemos permitir estos abusos a la normal convivencia. Este nuevo foco de negocio es egoísta y sólo le interesa lo que les beneficia de la ciudad. Pero esa ciudad, pueblo o aldea requiere sus cuidados, sus respetos y sus mimos que sólo se los dan aquellos que los quieren. Conviene pues saber con quienes nos jugamos el bienestar del pueblo y me temo que todos estos incívicos arrendadores sólo piensen en sus bolsillos. Quien quiera disfrutar de las maravillas de la ciudad siempre tiene hoteles, hostales, pensiones... que contribuyen al erario público pagando sus impuestos.

No, nos interesa el turismo de botellón y sexo de Magaluf; ni los turistas maleducados que aparcan en los jardines y se quedan sin sanción; ni los vándalos que aprovechan la noche para arrasar cada verano con todo lo que encuentran. Y eso lo hacen aquellas personas a las que no les duele el pueblo. Los que son hijos del pueblo y lo quieren se ven obligados a soportar toda esa barbarie ante la reiterada dejadez de las autoridades. Y no es cuestión de siglas, es cuestión de actitud. Y nunca es tarde...

¿Quién paga las consecuencias? Los que siempre pagan todo, los que menos tienen y sólo les queda perder su piso alquilado, abandonar su hogar, soportar lo que les toque... Mientras, la mayoría de estos "empresarios" no están legalizados, no pagan a Hacienda, ni se involucrarán jamás en contribuir a las arcas públicas para cubrir sus necesidades o las tropelías propias del negocio de su turismo. Aquí, con el uso demagógico de la palabra libertad, toda cortapisa que trate de poner freno a su desmadre, es, según estos incivicos ciudadanos, un atentado a sus derechos. ¿Y los de los demás? Porque Si bien Nietzsche decía: "el hombre es naturalmente egoista, y está bien que lo sea". Nosotros, en cambio, pensamos lo contrario, porque aprendimos: "Tus derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás".