Deseosos de mar salada y en calma
Alén, Pilar - miércoles, 02 de julio de 2025
¿Quién no piensa en vacaciones, si no es que está disfrutando de ellas? No parece ser disuasorio carecer de suficientes ahorros ni el temor al regreso, con el bolsillo tieso y padeciendo el síndrome postvacacional -aun con la resaca del prevacacional- quienes lo padezcan. Es un tanto demencial, bajo variados puntos de vista, considerar casi enfermedad un simple malestar cuando hay un cambio que hace saltar alguna alarma sin constituir un problema grave, siendo solo pasajera molestia. Constato que en el lugar de asueto poco uso se hace de la bicicleta, buen medio para desplazarse con conciencia más ecologista y barato. El esfuerzo por promoverlas se puso de manifiesto -una vez más- en el 21º Congreso Ibérico «La Bicicleta y la Ciudad» (Santiago, 26/29-6-2025). No aprendemos aquí en Galicia.
Fundamental fue para esta tierra la inauguración, el 15 de septiembre de 1873, del primer ferrocarril entre Santiago y Vilagarcía. Llegó tarde tal evento por razones que no vienen a cuento, pero ese día se hizo realidad un sueño esperado grandemente. Compostela, urbe rica en agua dulce, quedó felizmente unida con la ría arousana, rodeada de mar salada y en calma.
Recoge una antigua cantiga de la época: "Santiago xa non é Santiago/ que é un segundo Madril, / que temos a plaza nova, / tamén o ferrocarril" (Cantigueiro de Compostela, Galaxia, 2025). 'El Compostelano', primer tren gallego, aunque tradicional, era muy completo. Incluso tenía varios apartamentos reservados en 1ª clase para 'señoras solas', es decir, por lo que se sabe, para toda mujer que viajase sin acompañantes o con niños de menos de tres años. Todo un detalle. Antes de existir, para ir a la costa, se cogían desde Santiago diligencias que tardaban cinco horas en solo ir y otras tantas en regresar, salvo contratiempos que pudieran surgir. Hoy se llega a Vilagarcía en un santiamén. Para los picheleiros fue, más entonces que ahora, una vía de escape para poder marchar por la mañana, con sombrillas, neveras y niños (si los había) y volver al anochecer quemados por el sol, pero cargados de energías. Por otro lado, además de ser un lugar de recreo, para toda Galicia fue -y es- un importante enclave comercial por su salida al mar. Sus playas, bien se sabe, no son excelentes ni tentadoras. Las más próximas (Compostela y A Concha) distan de ser apreciadas como lo fueron en el s. XIX. No tienen rocas ni olas. No obstante, el paseo marítimo y sus blandos arenales son mejores que las empedradas calles de Santiago en pleno rigor del verano.
Vilagarcía tenía fama de ciudad sofisticada. Una sociedad adinerada la hacían peculiar dentro de lo que eran antaño los puertos de mar. Unida a ella, desde 1913, están Carril y Vilaxoán. Vaya otra cantiga donde los define: "Vilaxuán é moi triste, /Villagarcía é alegre:/ veña un centiño do norte/ e que para alá me leve" (A poesía popular en Galicia. 1745-1885. Xerais, 1992).
Sin querer hacer apología, no se puede obviar que mantiene un nivel cultural nada desdeñable dentro del panorama galaico. Una muestra es su actividad musical. Sin prodigarse mucho, baste decir que va por la 8ª edición su Festival Internacional de Música Clásica 'Clasclás', nacido casi por casualidad. Su directora, Rosina Sobrino subraya: "(...) es una buena manera de unir nuestras dos pasiones, música y educación". Esa fórmula siempre es buena.
Para los vilagarcianos y los que no lo son, pero visitan la actual capital gallega, vaya una tercera cantiga, recogida en el citado 'Cantigueiro', con petición incluida: "Si fores a Santiago, / trasrasme un santiaguiño, / si non mo trauxeres grande/ traerasmo pequeniño". Ahí queda por si alguien viene a Compostela.

Alén, Pilar