Conversando con mis lectores
Timiraos, Ricardo - jueves, 26 de junio de 2025
A mi amiga y fiel lectora Carmiña Ponte, Vda. de Modesto Rivera,
y madre de mi buen amigo Javier, in memoriam.
Cuando estudiábamos Historia nos explicaban que el mejor método de aprenderla era conocer las causas, los hechos y las consecuencias. Y para mí fue el método más racional. Más tarde, allá por los años ochenta, surgió un nuevo profesorado para el que lo importante era el movimiento de las masas y las vicisitudes de las clases sociales; pero esa Historia estaba tan vacía de contenidos que pronto se percata uno de que aquello, más que Historia, eran versiones opinables desde el prisma de sindicalistas vividores. No, no eran profesores cultos, sino muñecos decorados de marxismo de garrafón, y ante todo, demagogos en busca del sustento y la gloria. Esas cosas duran hasta que las lavan y se descosen por la ignorancia. Nunca tuve miedo a tales "profetas", sólo los sufrí mientras duró la apatía y temor general. Vivía tan ajeno a ellos que ni repararon.
Pues dicho esto, veamos nuestra sociedad: Si hoy parece evidente que los sistemas capitalista y marxista están llamados a ser superados, aunque la moda nos asuste con el Capitalismo salvaje, quizás nos convenga buscar otro nuevo sistema que los mejore. Sin duda, ambos conllevan confrontación de masas y quizás en el equilibrio podría estar la posible solución; sin embargo, mientras no lo encontremos, siendo el fin el bienestar del ser humano, quizás sería conveniente que éste realizase verdaderos esfuerzos de introspección, el "nosce te ipsum" socrático, para conocer nuestra verdadera naturaleza y hasta qué punto somos esclavos del dinero y como nos domina nuestra máquina depredadora. Quizás nos convenga reflexionar para analizar el devenir de la sociedad y nuestra responsabilidad con ella. Es preciso buscar cauces donde se corrija la causa de todos los males que no es otra que la desigualdad social. Porque, si observamos, vemos que detrás de estos sistemas fallidos- el Capitalismo peca de avaricia y el Marxismo de utopía - sólo está nuestro desasosiego.
En nuestra sociedad hemos entronizado de tal modo el becerro de oro que hemos perdido auténticas virtudes como la compasión, por ejemplo. La vida, mal que les pese a los avaros, está llena de ejemplos de generosidad, de trabajo altruista, de solidaridad... y en ella existen verdaderos valores donde sustentarla que no son las cuentas de resultados. Puestos a elegir, algunos preferíamos un sistema político, más utópico y romántico, basado en el corazón, donde la avaricia fuese un defecto y la vida más justa. Y eso, que sé es un sueño, requiere, no mitines, sino reflexión y colocar el dinero como una mera herramienta. Al fin y al cabo, sólo es eso, mal que les pese a los que compran bienestar.
Veamos ahora lo que nos ha ocurrido en nuestra sociedad en su corta Historia (1950-2025).
Las causas. Paso 1: Las personas educadas en el Franquismo y bajo el manto de la Iglesia Católica podemos observar que, si bien la figura de Dios y los principios se nos han inculcado con mejor o peor fortuna, por debajo de tal formación, siempre subyace con enorme fuerza el afán de muchos ciudadanos de huir de las situaciones de necesidad, a veces extrema. Nuestros antepasados siempre trataron de que sus hijos, a ser posible, escapasen del sector primario por ser el más duro, ingrato y peor pagado. Sin duda, la pobreza era su compañía y el sacrificio la constante vital. Es por tanto de hijos agradecidos reconfortar y corresponder con generosidad a tan ímprobos esfuerzos. Padres ignorantes, sin escuela, sin comodidades y sin tantas cosas. Y vivieron con tantas limitaciones que, por la lógica del amor, lo mejor que conocieron fue el sacrificio. Una generosidad que, por lo general, no encontró parangón y que inconscientemente fomentó en muchos un afán desmesurado por el dinero. Ellos, quizás con toda su buena voluntad, hayan sembrado la semilla de la avaricia, aunque su meta hubiese sido que la vida les hubiese sonreído en el camino escogido. Su lema era: Hay que estudiar para ganar dinero que es la manera de cumplir los sueños.
Veamos ahora los hechos: Paso 2: Lo cierto es que los hijos eligieron sus caminos con desigual fortuna. Mientras unos cumplieron los sueños de sus mayores en cuanto a conseguir un medio de vida confortable, otros, en cambio, se equivocaron y dieron bandazos, porque la vida no siempre es generosa con los inadaptados. Y así muchos de aquellos hijos estudiaron, ejercieron sus profesiones y hasta tuvieron posibilidades de desarrollar sus potencialidades. Otros, en cambio, deambularon con mayor o peor fortuna y así eligieron libremente su destino. La mayoría optó por llevar una vida normal de trabajo, casa, familia, ahorro y algunas pequeñas aventuras. Nada que se saliese del guion, aunque todo el mundo sueñe. Esta sociedad pequeño burguesa de economía controlada, con sacrificios constantes, en parte con memoria de abuelos, con aspiraciones limitadas, vivía orientada a los éxitos, primero de los hijos y después de los nietos, y se acostumbró a tratar de ser como los demás; sin embargo, se dejó arrastrar por la competitividad y el no quedarse atrás, estableciendo un denominador común como la puesta en escena del tener más, ser más importante, poder presumir más, aunque eso conlleve una sonrisa vergonzante. Casa, casita, casoplón, chalet y éxitos familiares, presunción y fantasía. Coche, cochazo, moto, motaza, barco, yate y fiestas de guardar... y por el camino algunos caminantes. Una vez más el dinero actuando como metro del bien y del mal, de la buena o mala persona, del triunfador o fracasado.
Evidentemente, esta gente se molesta si se le critica que vive en la sociedad de la ostentación, de la vanidad, de la superficialidad, de la falta de reflexión y que sueña con el dinero. Miente, si se le dice que su dios verdadero es el maldito parné. Después tiene el Dios postizo, de escayola o plastilina, el de la comunión, de las procesiones y el que da carnet de gente de bien a perros judios.( Y hablando de judios recuerden que mataron a Cristo y todavía lo están haciendo en Gaza olvidando las cámaras de gas. Perdonen la digresión)
Y retomando el hilo, aunque lo niegan, esta burguesía en que vivimos practica el panem e circencis sin pudor alguno. Una capa de chapa y pintura cultureta para disimular, unos libros para rellenar estanterías y el bendito móvil con su navegador es el menaje de hogar de mi generación. Nada que no esté presente.
En este maremágnum de la vida de la gente, siempre caben las excepciones, los suaves, pausados y tranquilos, que no pusilánimes, que eligen otra forma de vida, que se esconden de la vorágine, que viven con sencillez, sin competir, usando el dinero como un útil más, que no aspiran a aplausos y prebendas... son aquellos a los que las palabras de respeto, honradez, humildad, sencillez no les hacen falta. Viven en la periferia de las oportunidades, ajenos al cambalache, distantes de genios y figuras...por eso son llamados por los envidiosos despectivamente raros. No, no comparten su sistema.
Suscintamente descrita nuestra sociedad pequeño burguesa, ahí quedan evidentemente las clases altas, con las barreras del bien y del mal superadas, sus castillos de naipes intelectuales y sus trileras, que no todas, formas de vida. Son los señores que en el vulgo encuentran mezquinos tiralevitas a quienes menosprecian, pero capaces de contestarles si guana. Recueden que los caciques son el fruto de la miseria ajena. Y es público y notorio que tanto el País y las haciendas tienen en ellos a sus propietarios. Por abajo, están las clases populares, que por lo general, son los que discuten de política, se despellejan y casi todos votan.
Finalicemos con las consecuencias. Paso 3: Nuestros hijos y nietos. Cuando el vacío es profundo no se ve el final del pozo. Y una constante vital de estas generaciones, por lo general, es que el pozo donde nos abastecíamos de principios y valores lo hemos secado por desuso. No entiendo que le ocurrió a esta generación que olvidó tantas cosas como la solidaridad, la preocupación por los más desfavorecidos, el mutuo socorro en cualquier circunstancia, que perdió la humildad, se subió al pedestal de la vanidad y la soberbia, se instaló en la búrbuja de la opulencia, creó barreras sociales para aumentar más la desigualdad, se vistió de culta con másteres de imbecilidad y protocolos de suficiencia. Y todo eso lo consigue, no el esfuerzo, el estudio, la inteligencia... no, lo consigue la chequera. Y de esos polvos... no queda sitio para tantos gilipollas.
Porque la vanidad se infla de aire. Y lo peor no es ya ser tonto, sino ejercer. Que le pase a Trump que se crió en edredones está mal, pero Ayuso, dando conferencias de libertad, al menos debiera leer el prospecto.
Volviendo al estúpido ejercicio de nuestra sociedad los jóvenes, nada van aprender si se les llena de vacío, superficialidad, hipocresía, apariencia, soberbia, y se les enseña a construir un mundo de fantasía donde quepan las mentiras y complejos vitales. Nada bueno traerá apartarlos de la realidad y llenarles la vida de comodidad. Porque, detrás de muchas apariencias, muchas veces se esconden miserías, se disimulan tristezas, se maltrata al verdadero amigo,se roba donde sea menester, se esconde el cobarde tras la hornacina de la indiferencia.¡ Cuánto pobre hombre huye de su pasado para esconder su miseria, sus calamidades...! ¡Y hasta cuánto miente para negarlo!. No, nos ha de molestar reconocer nuestros errores, porque nos guste o no, también forman parte de nuestro paquete. Nada valen mentiras, presunciones, trampas, retorcimientos... así no se educa a nadie. Falta coherencia, sinceridad y ejemplaridad... sin olvidar que los valores son para usarlos.
Usando los principios, aprende el hijo. Si no hay un/o una guía, si la permisividad se confunde con cariño y las normas son dictadura, debemos empezar por reciclar al adulto. Si no hay valores, si nos aferramos a abocar al cualquier éxito a nuestros niños, estamos equivocándonos. Si desde la más tierna edad les enseñamos a vivir para llenar la hucha como si no hubiera mañana... los estamos educando para avaros. Si no les enseñamos a colaborar gratuitamente con cualquier iniciativa, si no les mostramos practicando los principios sociales, no sabrán nunca lo que es libertad, igualdad, diferencia, sostenibilidad, civismo, democracia, solidaridad, compromiso, sensibilidad y utopía. Si los enjaulamos para evitar el contacto con otros niños más desfavorecidos, los estamos condenando a perder la objetividad. La escuela ha de reflejar la realidad social. Si somos duros, inflexibles y continuamente los juzgamos, les regañamos, los castigamos...parece que buscamos la perfección sin darnos cuenta de que la perfección no existe y nuestra obsesión por corregir puede resultar enfermiza.
La vida de los jóvenes, dicho sea con el máximo respeto, poco se parece a la nuestra. Nos rompen los esquemas, porque los nuestros están caducos. Cuando relativizan tantosde nuestros axiomas como puede ser el amor, las relaciones, el valor del trabajo y el dinero... ellos no nos entienden. Lo mismo les ocurre con la amistad, la casa, las modas... y hasta los valores. Ellos a la vida le dan continuamente vueltas de tuerca. Y muchas veces ejemplares. Y viven, mal que a algunos pese, como les da la gana. Y hacen bien, basta con ser sincero, vivir con honestidad (no hago ninguna referencia al sexo) y afrontar las vicisitudes que les ofrece la vida. Nunca volverán a ser jóvenes. Si aciertan, enhorabuena; si se equivocan, ellos corregirán, si quieren, sus errores... Hay prioridades y, sobre todo, una mentalidad que deseo nos supere.
Y si les sirve de consuelo, por si les ayuda, les diré: también nosotros hemos vivido ese calvario. Por tanto, a mí me gustan los jóvenes, me animan, me traen recuerdos, me remueve evocar lo incomprendidos que éramos nosotros, y no entiendo a otros de mi generación que no quieran comprenderlos.
Sí, recordamos miles de aventuras, suspensos y mentiras. Eran tiempos de sinceridad y testosterona impregnados de amor y encadenados con cadenas flojas; hemos reído y llorado a la vez sin saber porqué; hemos vivido y soñado, y subido sabe Dios a donde tras esas quimeras; y con esas flores hemos regado la felicidad con besos de risas; hemos enamorado el cándido y tierno corazón que el viento del tiempo robó sin preguntar. Y siempre llega el alba.
La vida es un corcel tierno y desbocado perdido entre la hojarasca. Y a veces, en el bosque se asoma como un rayo de luz con el corazón abierto a la vida. También su corazón sabe amar y soñar al mismo tiempo y lo hemos llenado de lágrimas de dolores de vecinos camino a la emigración; hemos jugado con él sin saber los profundas que pueden ser las heridas. Ciertamente, hemos sido jóvenes ingenuos, engañados, utilizados, menospreciados... porque siempre hay pescadores para llevar a casa la rapeta ajena; hemos respetado a personas y personajes de triste e infausta memoria, pero también encantadoras personas que superaron tanta mezquindad ajena; siempre vale la pena cualquier labor altruista porque el altruismo produce felicidad en la conciencia; hemos disfrutado de los días de vino y rosa, aunque fueran más de vino que rosas. El error pasado no tiene enmienda. Hemos disfrutado de éxitos y saboreado con legítimo orgullo su néctar, pero tampoco nunca hemos hecho ascos a los lógicos fracasos. Lo que resulta evidente es el tesón y el sendero.
Así que chavales, no desesperéis, siempre hay una luz, aunque sea un candil, al final del camino. Y vivir es un trabajo como otro cualquiera, sólo hay que echarle valor y mucho cuajo de amor.

Timiraos, Ricardo