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Aquella tribu de corresponsales

Rodríguez, Xerardo - lunes, 09 de junio de 2025
La niebla envuelve hoy la aldea, como aquel día en el que Diego Carcedo y un servidor nos fuimos en busca de pistas del secuestrado cónsul Beilh a Socoa, a la casa parroquial, donde se nos apareció entre dos guardaespaldas de dos metros el cura Larzábal. Te digo que nunca había pasado tanto miedo. Diego había estado en Vietnam pero yo era un periodista pipiolo al que aplicaban todos los días la censura en la donostiarra radio nacionalista de la Iglesia y me explayaba un poco más en algunos medios de los que era corresponsal.

Hoy permíteme recordar a mi amigo Diego, a Leguineche y a todos aquellos jóvenes periodistas de los sesenta que fueron a las guerras para contarnos lo que sus ojos veían. Que se enfrentaron valientemente a dictadores de tres continentes para cantarles las verdades y contarnos sus fechorías. Que eran el ejemplo a seguir por aquellos que aún estábamos "en provincias", aprendiendo de aquel periodismo descarnado, tan distinto entre sí y tan real como la vida misma.

Hoy los corresponsales, sean los que van a la guerra o los estables, no tienen nada que ver con aquella raza.

- Pero los secuestran y algunos han muerto.

- Entonces, también. Pero nunca escribían al dictado de un editor, que a su vez edita a las órdenes de una marioneta que se deja querer por el Gran Poder, que es, en definitiva, el que provoca las guerras.

El caso es que antes, aquella gente que poníamos de ejemplo y a los que procurábamos imitar, escribían en libertad porque soñaban con arreglar el mundo. Eran vocacionales que se burlaban de los secuestradores y de la mismísima muerte, única novia que tuvieron en su juventud.

Hoy el periodismo español en el extranjero trabaja por el plasma y por la pantalla del ordenador. Ninguno de los corresponsales españoles te cuenta una primicia. Hablan todos de lo mismo, de la misma manera, con el mismo estilo. Porque fueron fabricados en serie para que sigan todos el mismo Orden que emana del Gran Poder.

Perdón por el desahogo, pero ya tenía ganas de contarte todo esto, después de ver lo mucho que hablan en la tele de los de siempre y como permanecen casi en el olvido los ochocientos mil muertos en estas guerras de hoy y los cinco millones de refugiados en el exilio.

Deberían de haberse hecho todos del Real Madrid, como los peñistas de Gaza... cuya sangre desparramada entre sillones morados fue otra vez ayer el pantallazo de todos los espacios de todas las cadenas.

Y aún encima nos tenemos que tragar a Israel en Eurovisión y las advertencias de la UER a los comentaristas españoles por denunciar el genocidio de los israelitas contra el pueblo palestino...

No me queda otro remedio que recordar aquella frase de mi abuela que lo define muy bien:

- ¡Canta maldade hai neste Mundo!
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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