Al cantautor del arpa con alma de trovador*
Alén, Pilar - lunes, 09 de junio de 2025
*In memoriam Emilio Cao.
Era primavera, quizás una tarde de mayo. Aguardábamos expectantes la llegada de Emilio Cao. Sorprendió su entrada, pero más que no llegaba solo al aula. Trajo consigo a Mateo, un niño con pecas, de pequeña estatura, despierto e inquieto, que no había cumplido los seis o siete años. Se enfrentaban por primera vez a un público universitario. Su misión -la del progenitor, claro- consistía en contar su trayectoria, cómo había llegado a ser un referente de la música gallega y por qué un instrumento -el arpa- en un momento dado, tanto le había enamorado. Mateo, en cambio, solo venía para acompañarlo. Su tono fue ceremonioso y pausado. Buscaba en su mente flashes del pasado. Volvió al año siguiente, otra vez custodiado por Mateo que traía un inesperado regalo: bombones para todo el alumnado. Los fue repartiendo con timidez pues no estaba acostumbrado a verse en tal enredo, imagino, maquinado por su padre.
Emilio no era de los que se sentían cómodos fuera de su habitual estrado y sin ningún instrumento en mano. Era, además, de por sí, un hombre reservado. Lo comentamos ahora en corrillos cuando hablamos de él con motivo de su temprana marcha. En 2024 se le otorgó el premio honorífico de la XI Edición de los Martín Códax da Música. Me dijo que no iría a recogerlo a Pontevedra y que estaba pensando cómo no hacerles un feo. Resultado: envió en su lugar a Mateo. Tras el vídeo en el que pudimos ver resumida la carrera de su padre, leyó una emotiva nota de agradecimiento salpicada con vivencias de su juventud en esa tierra. Entre calurosos aplausos saludó y, abrumado y despistado, salió casi obviando la gran botella de regalo.
Mateo no ha seguido sus pasos, pero el camino que ha tomado le puede servir de buena base para hacer una serie o documental sobre la vida de su padre. Nadie mejor para plasmar lo que ha sido el itinerario vital y artístico de Emilio Cao. Mientras eso llega, lo recordaremos a través de su música, desde la pionera de Fonte do Araño, hasta la más reciente en la que se ve cómo ha evolucionado. Solía decir que pasó «de ser un mísero músico a un artista». Experimentó siempre, sobre todo con el instrumento que más satisfacción le ha dado y del que afirmaba: «A arpa dalle un toque doce á música galega». En su última entrevista de la Revista Luzes (2022) evocaba cómo fue madurando sin perder sus rasgos esenciales. Confesaba algo sabido por sus seguidores: «Non me gusta a popularidade. De feito, agora que non fago concertos nin me coñecen estou encantado. // Agora estou inmerso nun proxecto cun cuarteto no que eu non canto nin toco. Non me gusta estar enriba do escenario, tampouco me apasiona esa parte pública da miña profesión. Cando facía xiras moi longas e tocaba case a diario sentíame ben, saía ao escenario coma quen cepilla os dentes, como un acto cotián, desaparecía esa sensación que ás veces un ten de ter que pasar un exame. Fóra desa dinámica, o feito de facer un concerto illado parecíame moi duro e poucas veces os aceptaba. Atráeme moito máis a vida monacal... Ás veces mirando pola ventá da miña casa síntome coma se parase o tempo. Comezas a valorar outro tipo de cousas...».
Quizás esa fascinación por el cenobio y el medievo le llevó a dirigir el Festival Internacional de Música medieval Músicas da itinerancia en Bonaval, volcando ahí su lado espiritual e innegable vínculo con Santiago.
Poco homenajeado en vida, considero obligado hacerlo cuando nos ha dejado. Es importante poner de relieve su legado y estoy convencida de que Mateo sabe bien cómo y dónde llevarlo a cabo. Por si acaso, le recuerdo que, al lado del Aula 15, está la del Paraninfo con las puertas abiertas para acogerlo.

Alén, Pilar
Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los
autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora