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El primer paso para normalizar el debate

Latorre Real, Luís - lunes, 02 de junio de 2025
El ambiente está cada vez más enrarecido. La política todo lo envenena y pudre, sobre todo cuando la cutrez reinante reduce el debate a expulsar a dos concejalas de un acto público porque su partido le cae mal al cacique de turno, a la existencia o no de una orgía en un parador en plena pandemia o a llamar “expareja” a una prostituta de lujo donde lo que menos parece importar es que fue pagada con fondos públicos para el deleite de un ministro.

Los debates ya no son de altura, y hemos rebajado el nivel del debate público al “y tú más”, a la frase fácil, el eslogan pedestre y el insulto por bandera. Los argumentos no existen, sólo los “me gusta” y los seguidores.

La política se ha convertido, y esto se veía venir desde hace ya mucho tiempo, en una especie de deporte de riesgo en que “los míos” siempre aciertan, aunque sea obvio que han metido la pata y “los otros” están equivocados en todo caso, aunque tengan razón. Ya no es una cuestión de principios, ideas o debates sino un cruce de monólogos plagados de faltas de respeto aderezados por hooligans que se esconden tras el supuesto anonimato que les dan una pantalla y un teclado.

¿Qué puede hacer el sufrido ciudadano para revertir esta situación? La verdad es que es complicado. La estructura de partidos que gobierna este país (como casi todos, dicho sea de paso), dificulta enormemente que la gente “normal” pueda intervenir para acabar con toda esta porquería.

Hubo intentos de crear nuevas vías. Podemos por la izquierda y UDP por la derecha, con otras siglas como Ciudadanos que no se sabía muy bien dónde estaban, surgieron para renovar el espectro político y sólo lograron empeorar más todavía las cosas, si es que era posible. Hicieron de la legítima protesta ciudadana y el hartazgo con “los de siempre” una palanca para auparse al poder y, una vez llegaron a donde pudieron, no sólo aplicaron los mismos tics que los otros sino que los exageraron hasta convertirse en caricaturas de sí mismos.

Jugaron con la esperanza de la gente y manipularon el cansancio para su propio beneficio, y las consecuencias son terribles porque han puesto mucho más difícil la creación de una alternativa real, basada en algo más que comprarse un chalet de lujo o escapar de sus siglas para irse a otras más provechosas.

Tampoco ayudan las redes sociales. La proliferación de trolls, perfiles falsos, cuentas simuladas y provocadores profesionales ha desvirtuado lo que debería ser un lugar de encuentro y reflexión para transformarse en un vertedero donde la gente frustrada vierte toda su bilis, que es mucha, y transmuta cualquier debate en una ristra de insultos y maldad que refleja que el ser humano no ha aprendido nada de su historia.

Quizá deberíamos empezar, cada uno en su esfera, por ahí: bloqueando a todo cuanto perfil falso interactúe con nosotros (son fáciles de reconocer: sin foto o con una que obviamente no es real, con nombres inventados, y sobre todo con actitudes inaceptables), intentando aislar del debate a la gentuza que es lógico que oculte quién es porque hasta ellos tienen algo de vergüenza, por poca que sea.

Puede parecer una cuestión menor, pero no lo es. Si sacamos a los chalados del debate el discurso tiende a la moderación. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero oigan, es una forma estupenda de vivir más tranquilos y algo es algo.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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