La pandemia invisible: cuando el alma también necesita su vacuna
Serén Cañás, Víctor Manuel - martes, 27 de mayo de 2025
Aún recuerdo el aplauso de las ocho. Aquel "todo irá bien" pintado en los balcones de mi barrio Chorís, en Carballo. Cinco años después, las calles han recuperado el bullicio, pero hay algo que no termina de sanar: nuestra salud mental. Y lo peor no es el daño, sino el silencio cómplice que lo rodea.
Permítame ponerle cifras a lo que muchos vivimos en carne propia:
- El 30% de los españoles arrastra secuelas psicológicas (Encuesta Nacional de Salud, 2021). Traducido: en su edificio, en su trabajo, en su familia, alguien está luchando una batalla invisible.
- Entre los jóvenes, la ansiedad y depresión se duplicaron. Mi primo Adrián, de 16 años, me lo resumió así: "Primo, es que a veces siento que respiro bajo el agua".
Sí, hemos empezado a hablar más. Hasta el futbolista de turno menciona la terapia en Twitter. Pero cuando mi vecina Carla pidió ayuda en el centro de salud de Santiago, le dieron cita para tres meses después. "Para entonces", me dijo, "o estoy curada... o ya no necesitaré ir".
Lo que duele no es la herida, sino el desprecio.
- Las listas de espera en salud mental superan los 90 días en 7 comunidades (y Galicia está en el top 3).
- El 60% de los afectados no busca ayuda por miedo al "qué dirán" (informe CIS, 2023). Imagínese: en 2024, seguimos escondiendo el dolor como si fuera vergüenza.
Pero hay esperanza. Y viene de donde menos esperábamos:
- Los abuelos del rural gallego, que han convertido las "casas de aldea" en espacios de escucha. "Aquí no preguntamos 'qué tienes', sino 'qué necesitas'", dice Manolo, de 78 años, mientras sirve café en Ourense.
- Los profesores de instituto que improvisan "recreos terapéuticos": diez minutos al día para que los chavales hablen sin notas de por medio.
Tres soluciones tan simples que indigna no verlas ya:
- Un psicólogo en cada centro de salud (no "derivaciones" a meses vista).
- Talleres en las empresas donde se hable de burnout antes de que alguien rompa a llorar en el baño.
- Campañas reales, no spots de TV. Que Messi hable de depresión está bien, pero ¿y si la Xunta usara los bares para repartir folletos entre cañas y pinchos?
Señor director, no escribo para quejarme. Escribo porque cada viernes veo a mi amiga (enfermera) llorar en el coche antes de entrar a casa. Porque el panadero de Betanzos me confesó que lleva pastillas en el cajón "por si un día no aguanto". Porque Galicia sabe de luchas, pero ésta no se gana con aguante, sino con recursos.

Serén Cañás, Víctor Manuel
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