Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Rábade

Espiño Meilán, José Manuel - domingo, 25 de mayo de 2025
Dedicado a todos los rabadenses, felicitándoles por su primer siglo como municipio independiente.

Dedicado a Remedios González Cabarcos, alcaldesa de Rábade y directora del CEIP Otero Pedrayo.

A mi hermana María Jesús Espiño Meilán, por toda una vida dedicada a la docencia y a la
educación en valores. Con enorme admiración ante su impagable labor, recorriendo el
Camino de Santiago durante tantos años, con cientos de niñas y niños rabadenses.

Rábade
A menos de quince kilómetros de la ciudad de Lugo, exactamente trece kilómetros y medio, se encuentra el segundo municipio más pequeño de Galicia, con poco más de cinco kilómetros cuadrados de superficie. Su nombre: Rábade.
Sólo hay otro ayuntamiento con menos territorio en la Comunidad gallega y apenas sobrepasa los dos kilómetros cuadrados de superficie: Mondariz-Balneario. Curioso nombre para un nuevo municipio segregado del que pertenecía: Mondariz. Esta pequeña localidad celebró en dos mil veintiuno un siglo como municipio independiente. Reconocido como Muy Hospitalaria Villa por el rey Alfonso XIII en 1925, el municipio más pequeño de Galicia no es, aunque parezca increíble, el más pequeño de España, ya que hay otros con territorio aún más reducido. Es difícil de creer, pero el récord lo tiene un municipio con 0,0128 km2 de superficie, un territorio similar al tamaño de un campo de fútbol y de nombre Llocnou de la Corona. Sito en Valencia, cuenta con una población de unos ciento veinte habitantes y cuenta con corporación municipal: una alcaldesa y cuatro concejales, además del personal y funcionariado necesario. Tan curioso como este dato es que doscientos setenta y siete municipios en toda España no llegan a los cinco kilómetros cuadrados de superficie, según fuentes del Instituto Geográfico Nacional.
Tras este breve prólogo que nos permite ubicar el municipio de Rábade en el contexto territorial del país, el artículo podría comenzar de este modo:
Con una altitud máxima de 392 metros, el río Miño limita a Rábade con Outeiro de Rei, municipio que, junto al de Begonte, definen el territorio rabadense. Recorrido con calma, nos encontramos que Rábade es una planicie donde el desnivel altitudinal es prácticamente inexistente.
Rábade cuenta con historia. Una historia antigua que podemos situar sobre el cuarto milenio antes de Cristo con la cultura megalítica. No se define como entidad aislada sino formando parte de un amplio territorio conocido como la comarca de A Terra Chá. Tradiciones, leyendas y registros toponímicos nos permiten seguir el rastro de Rábade a través de la cultura castrexa, romana y del Medievo.
El río era conocido en tiempo de los romanos como Minium, tal vez el origen del término proceda de los vocablos paleoeuropeos Mineus o Minius. Sobre su puente medieval, en los siglos XIII-XIV, se establecería un portazgo.
Fue parroquia, Rábade, cuando formaba parte del ayuntamiento de Outeiro de Rei. Sucedía por el año 1835, luego lo sería de Begonte en 1840, segregándose en 1925 y pasando a ser municipio independiente, ubicado en la comarca de la Terra Chá. Diez años después, en 1935, recibiría Rábade el título de Villa.
La llegada del ferrocaril a Rábade -1875-, y la estación que observamos supuso el fin de los arrieros y el trasporte en mula. Hasta entonces, era ese el modo tradicional de llegar los cereales y el vino de Castilla.
En los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, Rábade estaba considerado el municipio más comercial e industrial de la provincia de Lugo.
En los años setenta se produce la desafección del monte comunal y el destino de este territorio no fue otro que el desarrollo y ampliación de su polígono industrial.
Una iglesias parroquial tiene el municipio, dedicada a San Vicenzo de Rábade -templo de origen románico del siglo XII que ha sufrido múltiples modificaciones-, y una capilla, la de Los Remedios -edificio barroco del siglo XVII-.
Su población ha visto alcanzar los dos mil habitantes en la década de los años ochenta del pasado siglo, descendiendo paulatinamente hasta mantenerse estable en los últimos años. Mil quinientos tres habitantes registraba el censo de enero del año dos mil veintitrés.
Un éxito esta estabilización si tenemos en cuenta las lentas pero progresivas pérdidas poblacionales que sufren los pueblos y villas pequeñas, dispersas no sólo por la geografía gallega sino por todo el territorio nacional.
Rábade, celebra el centenario de su segregación del municipio de Begonte la semana próxima, el miércoles veintiocho de mayo. A los fastos que, sin lugar a dudas, dedicarán los rabadenses y su corporación municipal a la celebración de tan señalada efeméride, sea éste mi pequeño homenaje, un breve recuerdo capaz de incentivar y animar a sus lectores a visitar tan interesante como peculiar municipio.
Curiosamente los dos municipios más pequeños de Galicia celebran sus centenarios en años muy próximos. Rábade, auspiciada por la pujante industrialización de su territorio y el paso y estación de ferrocarril y Mondariz-Balneario, utilizando como elemento vertebrador de su independencia su Balneario, un referente mundial en el tratamiento con aguas medicinales en el siglo XIX, a donde asistían reyes y grandes personalidades de la época.
Pero mi visión es más particular. Me gusta orientar el artículo hacia el reconocimiento a Rábade de otra manera, destacando y haciendo referencia a sus valores naturales: el río Miño y las insuas -islas-, y sus árboles centenarios. Lo encuentro más emocional. Acerquémonos pues.
Empezaré por estos últimos. Obligado es hablar de un viejo castaño que se encuentra frente a la entrada del cementerio rabadense y de la existencia de un parterre que protege al árbol de los vehículos que lo circundan en la procura de una salida, pues no hay otra. Este escaso espacio ajardinado que ejerce de improvisada rotonda es una garantía de seguridad para el secular castaño. Un panel en madera nos informa del árbol: O Castiñeiro (Castanea sativa), de la antigüedad de la especie -más de cuarenta millones de años-, de su cultivo y usos tanto de los frutos como de su madera, estimándosele a este árbol una edad próxima a los trescientos años. Presenta una enorme oquedad en su tronco -algo habitual en castaños centenarios-, en la cual caben dos o tres personas de pie. En su interior, una colonia de avispas ha construído su nido y un Cristo que algún día fue dorado, se conserva mostrando el color de la plata vieja. En el cambio cromático experimentado tiene tanto que ver el tiempo pasado como la crudeza de los rigores climáticos. Lo cierto es que el crucifijo, sujeto por una alcayata, se mantiene fijo al tronco sugiriendo una especie de capilla natural propiciada por el recogimiento que oferta el hueco del árbol. No es de extrañar que alguien quisiera sacralizar el árbol, puede que con el pensamiento puesto en el paso de la Santa Compaña o, tal vez, en las almas en pena para que, abandonando sus sepulcros en la noche de difuntos, encuentren cerca del camposanto un espacio propicio donde orar e implorar perdón por las faltas cometidas en vida. Rábade
Dentro de los árboles notables del municipio, imponente es la presencia y figura de un soberbio carballo, identificado como O carballo de Regueira. Este carballo centenario lo encontraremos en la Ruta de Senderismo Circular que luego recorreremos.
Situado al borde de una pista rural que conduce a la ermita de Los Remedios, luce, sorprendiendo a todo aquel que lo observa, por su impresionante tronco. Se trata de un grandioso árbol que bien puede gozar de varios siglos de existencia. Lo triste es que siendo un árbol tan singular no esté reconocido como tal. Tal vez sea esa la razón por la que no se le ha respetado en el pasado. Dan fe de ello los daños recibidos en tiempos diversos. Su cruz arbórea, allí donde se separan sus gruesas ramas principales ha sido quemada con la pretensión de acabar con su vida. Las traumáticas talas sufridas convirtieron sus gruesas ramas en muñones vegetales incapaces ya de un rebrote robusto, produciendo en su lugar escuálidas ramas nuevas -ver fotografía adjunta-. Si a esto añadimos que parte del sistema radicular se encuentra por un lado en el aire -desprovista de la tierra que lo cubría- y por otro, encorsetado por emplastes de asfalto y hormigón, es arriesgado augurarle larga vida. Aún desconociendo si sufre algún tipo de amputaciones o daños en su tronco, de no cuidarse, de no ponerlo en valor, de no ofertársele los cuidados necesarios, a nadie sorprenderá el día en que, más tarde o más temprano, este Matusalén de los carballos, esta joya viviente nacida en este territorio perteneciente a la Terra Chá, enferme, agonice y muera. ¡Qué triste será entonces lamentar el desprecio secular y la falta de respeto que el ser humano manifiesta tantas veces ante estos venerables árboles!
Tras este periplo por sus árboles más longevos, nos acercamos al puente medieval, cuya primera fábrica bien pudo ser romana, y nos dejamos arrullar por las aguas del padre Miño. Existen teorías, más o menos fundamentadas sobre el origen romano del puente, justificándolo con el posible paso de la vía Lucus-Brigantium por este lugar. Ésta y otras hipótesis son elucubraciones históricas que a mí no me provocan mayor interés y no es por desidia sino porque me atrae mucho más la realidad que observo: una senda bajo el mismo que me permite recorrer la banda rabadense, pues es el río límite natural que separa y une este municipio con el de Outeiro de Rei.
Soy de los que piensan que los amplios territorios que definen el paisaje mesetario de la Terra Chá y Terras do Miño son espacios naturales protegidos merced a la figura de Reserva de la Biosfera “Terras do Miño”, y que esta inclusión en tan extenso territorio -casi 365.000 hectáreas pertenecientes a 26 municipios, que suponen el 39% de la superficie de la provincia de Lugo-, hace que pierdan sentido las arbitrarias fronteras que el ser humano define, separando en un mapa aquello que es indivisible en el mundo natural.
En suma, hablar de Rábade es, para mí, hablar de sus valores naturales. Nada mejor entonces que hacerlo a traves de su Ruta perimetral rabadense. Una acertada ruta de senderismo circular, un agradable periplo de pequeño recorrido que se encuentra bien señalizado.
Les recomiendo iniciar la ruta en el Centro de Interpretación Casa das Insuas, ubicado en un noble edificio del siglo XVIII donde estuvo instalada durante muchos años la Casa do Concello, justo al lado del puente medieval del que hablamos.
Apenas iniciamos el camino que nos lleva al río, un poste vertical nos indica la distancia a cubrir: nueve kilómetros trescientos metros. El color amarillo que luce la parte trasera de la flecha direccional presenta un ideograma que representa un caminante coloreado en negro. El color amarillo de fondo indica que nos encontramos en una ruta de Pequeño Recorrido. La existencia de dos señales horizontales, una sobre la otra, fijadas sobre el poste, nos señalan dos sentidos contrarios. Nos informan que la ruta se puede realizar iniciándola en cualquiera de los dos sentidos indicados pues, siendo diferentes los campos de visión, disfrutaremos de imágenes diferentes durante el recorrido. Personalmente, yo les animo a iniciarla río arriba.
Los paneles informativos que encontraremos a lo largo del periplo ilustran con eficacia sobre los valores naturales e históricos del espacio transitado. Para mí siempre fueron de lectura y consulta obligada y como tal, se lo recomiendo.
Así sabremos que en este mismo punto se inicia una ruta más corta que explora las márgenes del río y sus islotes. Definida como “A ruta das Insuas”, son cinco kilómetros plenos de belleza y biodiversidad, donde recorreremos las islas, guardianas de vida salvaje, y transitaremos sobre extensos prados y bosques aluviales donde prosperan soberbios carballos. Seis son las islas -insuas en gallego-: Insua de Trabanca, Insua de San Roque, Insua das Hortas, Insua de Santa Mariña, Insua Pequena e Insua do Muíño. Ancladas entre dos brazos del río Miño, recibiendo el de la izquierda en sentido de la corriente el nombre de río Negro, sin desnivel alguno, convierten este itinerario en un paseo circular agradable tanto para senderistas amantes de la naturaleza como para personas de todas las edades que quieran disfrutar de un espacio único.
La ruta, un agradable paseo en tiempos veraniegos y otoñales, suele encontrarse encharcada en invierno y primavera pues las crecidas del Miño son frecuentes. Es entonces un placer observar la fortaleza del río, el esplendor de su seno cargado de vida, como pasa de la quietud de sus aguas serenas y plácidas en verano a la juventud y brío de su impetuosa corriente con el invierno y los caudales crecidos.
Ahora, cuando esto les escribo, avanzada la primavera, necesitamos aún de botas impermeables para transitar, sin preocuparnos, sobre charcos y humedales. Pequeñas ranas saltan a nuestro paso pues el espacio terrestre se torna en humedal en esta época, convirtiéndose en territorio y refugio para muchos anfibios.
No tardamos en ver las ínsuas, esos islotes de tierras de aluvión que de tamaño variado surgieron en el interior del río. Comprendemos entonces la razón de un cauce más amplio en este tramo.
Es tal la belleza de las mismas que apenas nos daremos cuenta de nuestro paso bajo dos puentes, el puente del ferrocarril en primer lugar y el puente de la autovía A-6/E-70, luego. Modelos son de ingeniería civil que bien merecen unos minutos de nuestra atención, sin embargo, a mí la naturaleza me reclama y es que el bosque asociado a este humedal junto al sotobosque creado tanto en las orillas del río como en el interior de las insuas configuran un verdadero paraíso para la avifauna. Imposible para un senderista como yo, ocasional visitante, identificar muchas de las especies de pájaros que se escuchan, pero no por ello dejo de disfrutar de los trinos que nos acompañan, no sólo junto al río sino en todo el itinerario recorrido.
No obstante algunas aves son inconfundibles. Es habitual observar ánades reales, cormoranes, mirlos acuáticos, martín pescador sobre las aguas del río.
Llegamos así a un par de puentes de madera que nos permiten acceder a la insua más grande. Una vez en ella, nos encontramos con pequeñas agrupaciones arbóreas, pastizales, caños que drenan las aguas encharcadas y dos canales transversales que unen los dos brazos del río y sirven de separación entre las islas mayores. La tentación de realizar la circular ruta das Insuas es grande, pero no era el momento en mi periplo, pues mi deseo era continuar con la ruta periférica de Rábade, así que, tras volver sobre mis pasos y cruzar de nuevo los puentes de madera, seguiremos el paseo a orillas del río.
No tardamos en encontraremos con el molino de Felpás o Serafín. No es más que uno de tantos molinos -muíños-, y otras construcciones de alto valor etnográfico que se observan a lo largo de cualquiera de los afluentes de este importante río gallego. Al Miño llega el Ladra, el Parga, el Támoga, el Azúmara, el Narla, el Mera, el Chamoso, El Neira… y en todos ellos la presencia del hombre está presente en sus puentes, pasos, presas, caneiros, herrerías, molinos… Desde este itinerario no quiero perder la oportunidad de invitarles a descubrir la Reserva de la Biosfera “Terras do Miño”, una de las más extensas de la península ibérica, que aúna un paraíso natural donde la geomorfología, la hidrología, la fauna y la flora alcanzan elevados niveles de biodiversidad, con un mundo de leyendas, cuentos, adivinanzas, cánticos, cantigas, historias, personajes del acervo popular que saldrán a nuestro paso. Sólo necesitamos hacer la ruta sin prisa, detenernos con los lugareños, escuchar y dejarse llevar.
Para continuar la ruta, la señalética de postes verticales nos permitirá realizar el periplo sin pérdida alguna. En ellos no sólo se identifica el lugar que estamos transitando sino la distancia que llevamos recorrida.
Si nos planteamos realizar este itinerario periférico de un modo pausado, disfrutando de lo observado, parándonos ante cualquier elemento o estímulo que provoque nuestro interés, el periplo nos ocupará toda una mañana. No es una idea descabellada, pues nos permite completar la jornada con un buen almuerzo en Rábade y un paseo posterior por su centro urbano.
Los sauces, abedules, castaños y robles -carballos-, serán las especies autóctonas arbóreas que observararemos con mayor frecuencia. No faltará la presencia de algún que otro eucalipto, especie introducida e invasora, frecuente en repoblaciones forestales, fuente de enorme controversia pero indiscutible a la hora de entender la silvicultura en Galicia, pues son estas plantaciones quienes aportan la materia prima necesaria para la industria maderera y papelera.
Nada describiré del resto de la senda pues es mi deseo que la vivan ustedes. Despierten sus sentidos pues más allá de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto les acercará otros mundos: el de las aves, el del agua, el de las plantas olorosas y medicinales, el de las labores del campo, el de la ganadería, el de las actividades propias del mundo rural, el de los niños y jóvenes a su paso por los edificios del I.E.S. Río Miño y del C.E.I.P. Otero Pedrayo, ambos centros educativos ubicados en el periplo recorrido, en una rúa dedicada, como no podía ser de otro modo, a la universal poetisa Rosalía de Castro, el mundo de los aromas y sabores gastronómicos, las salutíferas para el cuerpo y para el alma, esencias del pinar, los sonidos y el frescor de las riberas del río, la quietud de las lagunas y las charcas, el croar de las ranas, el margullo de los patos…
A punto de finalizar el periplo, un poco antes del puente medieval, conocida como A Ponte vella, nos encontramos con “O Prado da Ponte”, un antiguo pastizal que la Asociación Galega de Custodia do Territorio usa como centro de observación científica y campo experimental para tratar y conocer distintos hábitats y elementos culturales típicos de este paisaje agrario de A Terra Chá.
Nada mejor para finalizar este artículo que la lectura de unos entrañables versos del poema “O río”, dedicados al río Miño por el poeta Manuel María, nacido en el municipio limítrofe de Oteiro de Rei. Ahí se encuentran, bajo la sombra de los árboles de ribera, escritos sobre una placa, en el corazón de una hermosa piedra granítica, junto a la senda que transitamos, a la vera del río.

O río pasa correndo,
non se para con ninguén.
O río canta pras cousas
e canta para min tamén.
Non lle preguntes ao río
a ónde vai, de ónde ven.
¡O río pasa correndo!
¡O río non se entretén!

Antes de culminar este artículo, les confesaré un secreto: escogí un día veintidos para culminarlo. La razón se la explico ahora. Los días dos y veintidos de cada mes, Rábade celebra su Feria tradicional, un interesante mercado en la plaza mayor.
Apasionado como soy a observar a la gente en estas celebraciones de raigambre popular, deambulo entre los puestos del mercado, disfruto con los aromas de los productos de la tierra, me acerco a los puestos de pulpo, a las perolas de cobre donde se cuece nuestro gran heraldo gastronómico para preparar el plato gallego más universal, polbo a feira, más conocido como pulpo a la gallega.
Y huelo el pan de mezcla recién horneado y recién cortado, y disfruto con el vino de la tierra, guardado en bocois -grandes cubas o toneles de madera de roble-, servido a granel, en jarras de litro que lo mantienen espumoso y fresco, y sé que al terminar mi paseo por el mercado, tras constatar que poco a cambiado aunque hayan pasado varias décadas desde mi niñez, en los chorizos que observo, en el lacón que olfateo, en los quesos de las paisanas de aldea, en las rosquillas -me niego a llamarles melindres a manjar tan emocional, bañado en azúcar, en los orujos y los vinos de la tierra: Rías Baixas, Ribeira Sacra, Barrantes, Ribeiro, Monterrei, Valdeorras…, mi espíritu se encontrará satisfecho, pleno de sensaciones y vivencias y con ganas de vivir cien años más, acaso mil -no se lo tomen a chirigota pues un primo mío llamado Juan, a quien admiro y aprecio mucho, cree ciegamente en su inmortalidad y yo, no ajeno al humor que nos caracteriza como gallegos, le he respondido: -pues vamos a disfrutar y aburrirnos mucho tiempo juntos-.
Y es que la variedad de extraordinarias uvas como Albariño, Godello, Treixadura, Caíño blanco, Loureira para los blancos, Mencía, Caiño tinto, Brancellao, Sousón, Merenzao, Espadeiro sobre todo, para los tintos, procuran unos caldos que se exportan a todo el mundo. Existen otras variedades que amplían el registro de notas aromáticas y gustativas, pero son minoritarias.
Pero no quiero divagar en placeres a los que les invito expresamente. En este año de celebración secular, Rábade merece un paseo como el descrito, un mercado donde adquirir buenos productos de la tierra de mano de sus agricultores y ganaderos y un almuerzo sosegado, en una de las largas mesas de madera, como en tiempos de antaño. Buscar un sitio en una de estas mesas comunales, junto a otros comensales y esperar, es una experiencia que hay que vivir.
No tardará mucho en venir la pulpeira con su pulpo, a panadeira con su pan recién hecho en la madrugada, y o bodegueiro con su vino. Otro acudirá luego para servirte café, un café sólo, de pota, con gotas o sin ellas, gotas que no son precisamente de leche, sino de orujo tradicional, casero que te hará sentirte orgulloso de haber acudido al mercado local, haberte procurado un asiento y disfrutar de la gastronomía y de las gentes de esta tierra.
¡Felicidades Rábade! A por otros cien años cumplidos y que lo veamos todos.

José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Escritor y educador ambiental.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
HOMENAXES EGERIA
PUBLICACIONES