Circunloquio sobre la poética popular gallega
Penelas, Carlos - lunes, 26 de mayo de 2025
"La lírica es la exteriorización de la soledad ontológica del hombre". Ramón Piñeiro
Debo confesar que soy un rapsoda, el príncipe del exilio que viene a recordar a sus abuelos, a sus padres, a esas vidas tan ricas en derrotas. A esos analfabetos y utópicos llenos de bondad, de candorosa esperanza, de misteriosa realidad.
Debo confesar que lo poético me llevó a vislumbrar lo invisible, el secreto de los espejos y los muelles. Debo confesar que el silencio forma parte de mi vida. Solo conozco partidas, no sé del retorno. Lo que busco está delante de mis ojos.
Se trata del pasado, de un pasado que avanza a medida que recorro paisajes, aldeas, mares, puentes romanos. Siento que ese pasado que contemplo cambia mi itinerario, modifica mi sueño. Todo dura o nada permanece en la mirada del poeta que descubre la diáspora en un tiempo incierto.
Veo ciudades invisibles, lluvias remotas contra los soportales, murallas destinadas a mantener la sutileza de las noches sin muertos.
"¿No ha sido cada aurora en su esplendor/ el reflejo de nuestra gran nostalgia?", escribió para siempre nuestro Nazim Hikmet.
Dijo la catedrática y escritora británica Catherine Davies: "Gracias a Rosalía la poesía popular gallega es conocida ahora por todo el mundo, en ese libro renueva las canciones antiguas pensando en los emigrantes. 'Airiños airiños aires', o 'Adiós ríos adiós fontes' son los versos más famosos de la literatura gallega".
Estoy sentado en un sillón de roble. Era de mi padre, del juego de muebles de cuando se casó. Frente a mí, el escritorio de caoba de un viejo anarquista; una ofrenda de la insurrección y del recogimiento. Ahora veo -una vez más- al cerrar los ojos la iglesia de San Francisco.
Es uno de los ejemplos del arte gótico de toda Galicia. Veo los enterramientos y los sepulcros. Veo el oso y el jabalí. Intento leer sus piedras, sus códigos, sus señales. Toco las piedras en soledad. También veo un molino celta, de mano. Tégulas, sarcófagos de enterramientos antropomorfos.
Entre los arbustos descubro el ulexeuropaeus, el "tojo bravo". Aparecen ante mis ojos cerrados mámoas y antas. Digo Costa da Morte, digo Vimianzo. Unos amigos me enseñan unos batáns, me explican su funcionamiento, los distintos nombres de sus elementos.
Ya no los escucho. Escucho la voz de Constancio Romero Lasarte, un maestro laico que hablaba con sus hijos, Acracia y Liberto, a principio del siglo XX del amor y del mundo proletario. "Para ver hay que saber", nos recuerda Dominique Ingres.
Escucho la vaca de Fisterra un día de niebla. En esta zona hay un caballo de oro enterrado. Hay marcas del caballo del Apóstol. Dio sorprendentes saltos para vadear ríos y saltar montañas. Es un mítico corcel etrusco y las voces de ultratumba nos convocan a callar.
Desde este lugar se pasaba al más allá. Voy descubriendo rastros, huellas; desordeno los puntos cardinales. La noche cae sobre las orillas, las barcazas llevan la clarividencia de la tierra. Desde las aguas silenciosas sube entonces una plenitud de soledad y angustia.
Aquí mismo sé que me voy aproximando al mundo de mis orígenes, debe desnudarme y arrojarme a la intensidad de la aldea, buscar el manantial que han ocultado, la casa de mis mayores que hay detrás de muros sin piedad. Siempre hay un lugar donde el corazón late su recuerdo, su certidumbre.
El principado está en el fondo de esta aldea, de estos caminos sembrados de zuecos y memoria. La pobreza no ha sido una desdicha en mi vida, puso el sol en las manos de los pastores, ha equilibrado la divinidad de los abuelos, la honra de mis padres, la labor para sustentar el pan, una pasión silenciosa bajo la llama.
Escribió el Padre Sarmiento a mediados del siglo XVIII en sus Memorias (537, 98): "(...) en Portugal es tan natural la poesía que se habla, que cada pastor es poeta y cada moza de cántaro poetisa. Esto que es común en toda España es más particular en Portugal y Galicia (...) Además de esto, en Galicia las mujeres no son sólo poetisas sino también músicas naturales (...) En la mayor parte de las coplas hablan las mujeres con los hombres".
Ya no me importa la eternidad. En verdad jamás me interesó. No hay límites para amar ni para evocar las sombras. Uno siempre sintió la rebelión, la libertad de la utopía sobre la fidelidad instintiva de una luz lejana en una casa de piedra, la elevación del alma.
Hay un entendimiento amoroso de la tierra y los viejos labriegos, una visión de exilios pero también de búsquedas y peregrinajes que viajan sin brújulas. "El tema en poesía y el lenguaje son la misma cosa. No hay una diferencia entre tema y lenguaje. Lo complicado precisamente es encontrar ese lenguaje", señala Chus Pato.
Y más: "(...) palabras de los bosques o de las curvas en los caminos que huelen a madreselva y son atravesadas por las corzas y las ánimas (
)".
Escucha a tu corazón, me digo. A nadie más. Esta es la copia del Paraíso que no existe, este es el camino del pasado; nos desplazamos sin prontitud de un lugar a otro sin salir nunca de la aldea; sin demasiada amargura, sin demasiada esperanza.
Hemos aprendido a conocernos. Ya no reposa la mirada ni el sueño. Vienen imágenes que nos sorprenden en una vida cómoda pero vacía. Hay que dejarlo todo, digo, hay que dejarlo todo. "Eu son da poesía/ humilde cultor", escribió Avelino Díaz.
La poesía sucede en la intimidad. Intimidad procede del latín intimus, el superlativo de interior, "lo que está más dentro, más al fondo".
Lo secreto, lo de uno. Es cuando nos preguntamos ¿Quién es éste hombre que vomita ramas? ¿Qué tradición o mito nos oculta? Aquí estamos, entre los incensarios de oro y la mirada de los bueyes. Solo conozco partidas, no sé del retorno.
Ahora estoy frente al palacio de Lanzós. Ahora recuerdo a Manuel Lugrís Freire, a Pardo de Cela, a Antolín Faraldo. Ahora recorro la iglesia Santa María de Azogue, recorro su planta de cruz latina, la capilla de Jesús de Nazareno.
Uno siente en estas callejuelas la percepción del bien, el deseo de conseguirlo, la fruición de poseer el objeto amado. Ese era el sentido de los escolásticos medievales, el amor deriva de la alegría, como lo manifestó Baruch Spinoza. Delectatio era para aquellos pensadores el nombre más general para todos los disfrutes. Los placeres de la carne y los placeres del alma.
Para Jean-Paul Sartre la alegría es gratuidad y generosidad. La alegría llega al encontrarse fuera cuando uno se había perdido dentro, escribió. Es una manera de la celebración vital, una manera de recorrer lo interior.
Se trata del pasado, de un pasado que avanza a medida que recorro la nostalgia, la textura del alma, los olores de la tierra y del pan, el reconocimiento de los heraldos invisibles. "El ojo ha de ser bello para percibir la belleza", nos enseñó Plotino.
La emoción poética genera otra realidad, otra opción. A veces es testimonio, entreteje lo íntimo del ser: su libertad. Los límites de mi lenguaje son los límites del mundo, agregué. Desde la época de Mendiño, ese juglar renovado y misterioso, la poética gallega tiene el recuerdo del gozo, el deseo y la esperanza de volverlo a gozar.
En estos caminos suelen cristalizarse la melancolía o la saudade de la enamorada. Sentía una simbiosis del paisaje con el sentimiento. El paisaje no es decoración, es confrontación y compañía. Nos enfrenta y nos habla. El lirismo de ese paisaje gallego es difícilmente superable.
Entonces vinieron a mis oídos -al cerrar brevemente los ojos- unos viejos amigos: Martín Codax, Xohan Zorro y el rey Don Denís. La poesía celta, para el poeta Matthew Arnold, pertenece a un mundo pagano y mitológico. Una vez más la magia se halla extendida y los dioses vuelven a mezclarse con los sucesos humanos.
Escucho un lenguaje que parece reinventar siglos, formas de máxima concentración, una conciencia clavada en el devenir del ser. Sé que el carácter mítico no es privativo de un sitio particular. Sé también de la mitología personal, de lo alegórico, de lo metafórico.
Al bautizar las cosas nace la ingenuidad, la unicidad del hecho mítico. Vivimos un estado de gracia, de éxtasis; un sentido determinista del destino. Más claro: la visión mítica de la realidad. Saber que en esa gente, en esos bosques, en esas piedras, hay algo tuyo. Que son cosas que te esperan. Muchos, la gran mayoría tal vez ni lo imaginen.
Pero uno sabe que otra ciudad emerge, otros bosques, otros manantiales. Un tono intransferible que persiste. Tal vez tenga relación con la diáspora, con la pérdida, con el exilio, esa alianza entre el silencio y la palabra.
Tal vez esa situación hipnótica que sentimos tiene relación con la búsqueda de nuestras raíces. Quizá de allí el desarraigo, la melancolía; un hijo perdido entre el despertar del tú y del yo. Sé que ya nadie puede desoír lo que la experiencia onírica convoca: el poema se forja de adentro hacia fuera.
Y para que el poema alcance condición de tal tuvo que haber dicho una verdad muy honda y personal. La palabra, a veces, es una mirada perdida, infinitamente cansada. Una mirada que siente la fugacidad pero al mismo tiempo la rebeldía. La decisión de poetizar es lejana e incomprensible. Visiones, atmósferas, imágenes, fragmentos.
¿Qué se le muestra de un lugar a un extranjero?, me pregunto. Ahora viajo hacia la poesía popular gallega desde el sillón de madera de mi escritorio. La voz recuerda no precisamente el olvido, sino lo que hemos elegido olvidar.
Estos nombres los llevaré conmigo hasta el fin de mis días. Son los secretos de la infancia, los rostros de mis padres, de mis tíos, de mis hermanos. La fotografía del abuelo Pedro y la del abuelo Tomás. Y los barcos, las cartas, las cerillas. opin escribió Víctor Hugo.

Penelas, Carlos