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Despedida de la Diócesis al Obispo Jesús Fernández

Del Río, Alfonso - lunes, 26 de mayo de 2025
Despedida de la Dicesis al Obispo Jess Fernndez El pasado domingo tuvo lugar en la Catedral, la misa de despedida al Obispo, Jesús Fernández.

El Vicario General, D. Francisco Javier Gay, al finalizar leyo las siguientes palabras:
Querido D. Jesús, compañeros sacerdotes, Sr. Alcalde y corporación municipal, Sr. Coronel, alcaldes de ayuntamientos y concellos de León, Zamora y Ourense, representaciones de instituciones y asociaciones de Astorga y de toda la diócesis, personas consagradas, fieles todos.
Hoy hace exactamente cinco años menos dos meses, 18 de julio de 2020, que las puertas de esta Catedral se abrían para recibirle como pastor de nuestra iglesia diocesana. Estábamos en tiempo de pandemia, y en medio de restricciones, mascarillas, distancias y aforos limitados, le abríamos en aquel dieciocho de julio los corazones de todos los diocesanos para recibirle con gozo como nuestro nuevo pastor. Hoy, casi cinco años después, nos hemos vuelto a reunir para dar gracias a Dios por su ministerio entre nosotros. En aquel día recibíamos con el corazón abierto a quien apenas conocíamos, hoy despedimos a quien se ha hecho cercano a cada uno de nosotros y a quien ya forma parte de cada una de nuestras vidas.
D. Jesús, nadie como usted sabe que han sido cinco años de gran intensidad. El inicio era todo menos sencillo. Tuvo que saludar a distancia a las personas, conocerlas embozadas y comenzar un ministerio sin fiestas ni romerías, sin encuentros de más de veinte personas ni convocatorias generales. ¿Cómo anunciar a Cristo y conocer a sus fieles cuando los encuentros virtuales eran la norma y los encuentros reales la excepción? Un día nos tendrá que explicar el arte que utilizó para lograrlo.
Con estas y otras dificultades tuvo que contar y ante ninguna se echó atrás. Ya en su homilía inaugural nos hablaba del Dios del corazón grande en el que todos tenemos tatuado nuestro nombre. Y de su lema episcopal: “Evangelizar a los pobres” invitándonos no sólo a remediar, sino a tocar la miseria humana para hacerla nuestra. Nos instaba a trabajar en la pastoral vocacional y nos llamó, era todavía el año 2020, a navegar por los mares de este mundo en sinodalidad. Nos recordó que la promoción humana y el compromiso social de los laicos no son sólo la consecuencia de nuestra fe, sino expresión genuina de la misma. Y, en fin, nos transmitió el reto principal: “Evangelizad, evangelizad, evangelizad... no os canséis de evangelizar”.
Hoy cinco años después nos ha dejado cuatro cartas pastorales, innumerables cartas semanales, homilías, intervenciones en los más distintos foros, no todos ni sólo los directamente eclesiales. Recuerde su encuentro con los jóvenes de Astorga en el Teatro Gullón o en tantos otros lugares y ámbitos civiles. Por supuesto, ha recibido a todo el que se lo ha pedido, pero sobre todo a procurado salir al encuentro de todos antes de que se lo pidiesen.
Su despacho estaba en su lugar, pero usted constantemente encontraba su lugar fuera de su despacho. De hecho, tocaba siempre preguntar no si el obispo podría recibir, sino dónde estaba hoy el Sr. Obispo porque, sin esperar a que se lo pidiesen, ha visitado a sacerdotes, consagrados, parroquias, comunidades religiosas, colegios, ayuntamientos, residencias de ancianos, ancianos en sus casas, jóvenes, familias, catequesis. No ha habido realidad eclesial o humana en la diócesis a la que no haya llegado o a la que no haya procurado acercarse.
Aunque quienes estábamos más cerca muchas veces le insistíamos en que bajase el ritmo y descansase, al menos un día a la semana o unas horas al día, hemos de reconocer que nuestros esfuerzos siempre fueron infructuosos y en lugar de descansar un par de horas se ha empeñado en inventar los días de veinticinco o más horas. A veces mirábamos su agenda del día y pensábamos que nos había hecho algo de caso, pero rápidamente nos enterábamos que ya había inventado una nueva actividad, que no constaba en su agenda.
Nuestra diócesis es grande, extensa, y con carreteras no siempre sencillas, pues en estos años pocas son las sendas diocesanas por las que no ha pasado en múltiples ocasiones.
Especialmente intensas han sido las Visitas Pastorales. Cinco de las once Unidades Pastorales de la diócesis. Más de cuatrocientas parroquias recorridas una a una, con oración y foto incluidas. Y en las demás Unidades Pastorales son también innumerables las comunidades parroquiales a las que se acercó y alentó aprovechando cualquier motivo oportuno. Y en cada parroquia y cada comunidad, sus feligreses, conocidos casi uno a uno, como si toda la diócesis fuese una gran parroquia en la que procuraba saber, sí, de los lugares, pero especialmente de las personas, de sus nombres, historias, anhelos y sufrimientos.
Ha reconfigurado la estructura diocesana, agrupando las casi mil parroquias en las once unidades pastorales que ahora la conforman. No sólo para “juntar” parroquias por la escasez de clero, sino para impulsar parroquias más vivas y evangelizadoras, en las que los sacerdotes, los consagrados y los laicos trabajasen y caminasen juntos. Impulsó también la formación de los laicos con el proyecto de la EDEU, la Escuela Diocesana de Evangelizadores de las Unidades pastorales. Fomentó el cuidado de la vida espiritual y de la formación de los sacerdotes. Cuidó como buen padre de cada uno de nuestros seminaristas mayores y menores y estuvo siempre cercano y disponible para cualquier actividad o necesidad de nuestro Seminario. Ordenó dos sacerdotes en sus cinco años de pontificado, bien hubiese deseado que se hubiesen multiplicado por diez. Animó incesantemente todas las iniciativas de la pastoral vocacional, juvenil y familiar haciéndose presente en sus actividades siempre que podía y hasta cuando parecía imposible que pudiese. Participó de la vida y las actividades de las cofradías y de todas las manifestaciones de la piedad popular sabiendo apreciar y valorar las manifestaciones de la fe sencilla de la gente. Alentó a todos los movimientos y asociaciones de apostolado seglar en su tarea necesaria e insustituible. Acompañó de modo muy cercano todas las labores caritativas de la iglesia diocesana, especialmente Cáritas y Proyecto Hombre, junto a la Pastoral de la Salud o a cualquier iniciativa que mostrase el rostro misericordioso de Dios a través de la Iglesia. Colaboró y llamó a la colaboración de las instituciones civiles en todo lo que tuviese que ver con el servicio a las gentes de nuestras tierras y con el cuidado del patrimonio como bien cultural en el que se guarda la memoria de nuestras raíces y nuestra historia. Y, nos ha dejado un Plan de Pastoral, a medio realizar, como reto para nuestro inmediato futuro. En definitiva, ha servido incansablemente a nuestras personas y nuestros pueblos haciendo realidad que nada humano le es ajeno y que en toda realidad humana está presente la realidad divina.
Con todo, las innumerables iniciativas y actividades sólo son la manifestación externa de la inquietud que latía y late en su corazón. Hoy damos gracias a Dios por ellas, pero sobre todo por su persona y su modo de hacerse presente entre nosotros. Porque lo que nos ha dejado en el discurrir de las horas y los días ha sido a usted mismo. Imposible reseñar todos los momentos de escucha a cada persona concreta que se acercaba a expresarle un sufrimiento o una necesidad, el esfuerzo permanente para llegar a cada cama de hospital en la que estaba un sacerdote, las llamadas telefónicas a sacerdotes y seglares para interesarse por cada uno en cuanto sabía que necesitaban una palabra de ánimo, la capacidad para perdonar y no tomar en cuenta malentendidos o incomprensiones propias del ministerio que le tocaba realizar, la entrega generosa en la que estaba pendiente de cualquier necesidad ajena y más de una vez olvidaba las necesidades propias. Gracias, D. Jesús, por su cercanía, su profunda humanidad y su cariño para con todos.
Le queda nada para partir hacia las tierras cordobesas. Si Córdoba estuviese un poco más cerca su Catedral, siendo grande, nos resultaría pequeña para acompañarle con nuestra presencia. No será tan sencillo. Por eso, nos hemos reunido hoy para despedirle aquí, en su todavía sede asturicense. Como es de la tierra, por aquí tendrá ocasiones de volver. Y en las tierras cordobesas tendrá muchas ocasiones en las que sus feligreses astorganos llamarán a la puerta para dar un abrazo a quien fue su obispo durante casi cinco años. Por tanto, nuestra despedida es sólo temporal. Es sólo el agradecimiento que brota del corazón y la oración confiada para que continúe anunciando el Evangelio y acogiendo a cada persona para que a través suyo la misericordia entrañable de Dios pueda llegar a cada uno y le haga saber que su nombre está tatuado en el corazón del mismo Dios. No olvide, ahora que está a punto de partir hacia Córdoba que tendrá que acompasar su ritmo a unas tierras que no son las del norte y en las que el clima demanda ciertas pausas en el día.
Termino. En toda buena despedida se entrega un detalle del corazón propio para que quien lo recibe pueda llevarlo consigo. Por eso, al pensar en que regalo podríamos dejarle, quisimos que fuese algo más que un obsequio hermoso para guardar en lugar privilegiado de una habitación o una sala de su residencia, que fuese algo que tuviese relación con su ministerio y que pudiese usarlo en el ejercicio del mismo, que expresase el afecto y también la oración con la que queremos acompañarle. Reciba, pues, este báculo que ahora le acerca quien siempre se lo acercaba cuando acudía a su Catedral a presidir una celebración, Alfredo. No es un báculo al uso, ha sido realizado con todo el detalle por los artistas astorganos que entienden de estas cosas, José Manuel Santos y Proceso Arte 8. En el nudo de su asta de madera lleva inscrito su escudo episcopal. Y en la base de la voluta encontrará unos esmaltes en frío con imágenes del Cristo de las Aguas, la Virgen de la Majestad y Santo Toribio, junto a una inscripción que le recordará su paso durante cinco años por esta diócesis asturicense. Así, cada vez que tenga ocasión de portarlo estarán acompañándole nuestra oración y nuestro afecto. D. Jesús, gracias, y continúe evangelizando a los pobres.
Del Río, Alfonso
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