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El Papa ha muerto ¡Viva el Papa!

Yturriaga, José Antonio - jueves, 22 de mayo de 2025
"Habeus Papam". Los fieles católicos hemos recibido con alivio, alegría y esperanza la elección como nuevo Papa del antiguo obispo de Chiclayo, Robert Francis Prevost Martínez, un misionero agustino nacido en Chicago, de ascendencia franco-italiana por parte de padre y española por parte de madre, que ha pasado la mayor parte de su vida pastoral en el Perú, cuya nacionalidad posee. Sus primeras palabras como pontífice fueron las de "la paz sea con ustedes" e hizo un llamamiento en pro de una paz "desarmante, humilde y perseverante", e instó a "construir puentes con el diálogo". En clave de humor, cabe recordar la viñeta de Ricardo en "El Mundo" en el que se veía a una pareja contemplando las palabras del Papa y el marido le decía a la mujer que era imposible que tuviera ascendencia española. León XIV pronuncio unas palabras en un flamante castellano para saludar a los fieles de su querida diócesis de Chiclayo, "donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto y va a seguir siendo la Iglesia fiel a Jesucristo". Transcurridos ya varios días desde la muerte del Papa Francisco, me voy a permitir hacer un comentario sobre su pontificado. A este respecto, hay que distinguir su doble aspecto de jefe supremo de la catolicidad, sucesor de Pedro y representante de Dios en la tierra, y de jefe del microestado del Vaticano.

El Papa Francisco como jefe supremo de la Iglesia Católica
El Papa Bergoglio rompió muchos récords al ser el primer Papa procedente de Iberoamérica y miembro de la Sociedad de Jesús, por lo que presentó una perspectiva nueva y diferente de anteriores pontificados, centrados fundamentalmente en Europa.
No centró la crisis de la Iglesia en el mundo occidental, sino que concentró sus esfuerzos en la periferia, en el Sur global. Francisco tuvo que abordar una serie de problemas graves que afectaban a la Iglesia, de la reorganización de una Curia opaca y burocratizada, al desprestigio provocado en todo el orbe por los abusos sexuales de algunos de sus pastores. Se enfrentó a estos retos con decisión y con espíritu de apertura y de renovación.
Inició la necesaria reforma en la Curia vaticana en una labor titánica ante la resistencia pasiva -y en ocasiones activa- de la trama curial. Renovó muchos de los altos cargos, aumentó de forma considerable el colegio cardenalicio con obispos afines y empezó a dar un mayor protagonismo a la mujer. Así, nombró por primera vez a una mujer -la monja Simona Brambilla- prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada. Una de las tareas más arduas era la de aclarar y sanear las oscuras e incontroladas cuentas del Vaticano, y Francisco las enfrentó con determinación, y con la ayuda de dos españoles Juan Antonio Guerrero y Máximo Caballero. En 2020, destituyó y despojó de sus derechos como cardenal a Angelo Becciu, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, que fue condenado en 2023 por los Tribunales vaticanos a 5 años y medio de cárcel por malversación, fraude fiscal, irregularidades financieras y abuso de poder, e inhabilitado a perpetuidad. Fue un loable inicio, pero aún queda muchísimo por hacer.
En el gravísimo tema de los abusos sexuales, el Papa intensificó la política de tolerancia cero iniciada por Benedicto XVI. En 2019 celebró en Roma una cumbre sobre la pedofilia y, en su discurso de clausura, afirmó que "todo abuso es siempre una monstruosidad. En la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve un reflejo de la ira de Dios. Tenemos el deber de escuchar atentamente este grito silencioso". Francisco impuso una serie de medidas para luchar contra los abusos sexuales dentro de la Iglesia e instó a los obispos a que tomaran medidas concretas para luchar contra semejante lacra: Disolución de las Organizaciones investigadas por abusos sexuales -como Sodalicio de Vida Cristiana-, establecimiento en todas las diócesis de oficinas de atención a las víctimas de los abusos, creación de una Comisión para la Protección de los Menores, consideración del encubrimiento como un delito grave, reforzamiento de la protección de menores y adultos vulnerables, entrega a la justicia civil de los responsables de actos de pederastia, o creación de mecanismos para la protección y reparación de las víctimas. El Papa destituyó al arzobispo emérito de Lima, Juan Luis Cipriani, y lo despojó de sus derechos como cardenal.
Francisco ha sido el Papa de los pobres, de los descartados y -sobre todo- de los inmigrantes. Fue significativo que la primera visita que realizó tras ser elegido fuera a la isla de Lampedusa, puerta de entrada de los inmigrantes ilegales en Italia, donde exigió que se les tratara con humanidad. También visitó en dos ocasiones la isla de Lesbos, otro de los principales puntos de acceso de los inmigrantes a Europa a través de Grecia. Allí afirmó que acudía a la fuente de la humanidad para defender el asilo y la integración de los refugiados. "Estoy aquí para ver sus rostros, mirarlos a los ojos cargados de miedo y de esperanza, ojos que han visto la violencia y la pobreza, ojos surcados por demasiadas lágrimas". Instó a los gobernantes a que no miraran hacia otro lado, abrieran los ojos frente a la esclavitud y la tortura que sufrían los inmigrantes en los campos de refugiados, y resolvieran la crisis migratoria, ofreciendo condiciones dignas a quienes se habían visto forzados a dejar sus países. Pese a su negativa a visitar a España, prometió viajar Canarias para ver "in situ" la tragedia de la emigración, pero el empeoramiento de su salud imposibilitó la realización del viaje.
El Papa tenía una concepción de su función como el Buen Pastor, que a mí me resulta difícil de comprender. Los Evangelios dan unas versiones sobre el tema que a veces resultan contradictorias. "No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel […] No es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos" (Mateo, 15-24 /26, Marcos, 7-27). "Yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Como mi Padre me conoce a mí y yo al Padre, y doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil y es necesario que yo las guíe también" (Juan,10-14/16). "¿Quién de vosotros, teniendo 100 ovejas y perdiendo una de ellas, no deja las 99 en el desierto y marcha tras la perdida hasta que la encuentre? y, al encontrarla, la pone sobre sus hombros, lleno de alegría y, al llegar a casa, llama a los amigos y vecinos diciéndoles: ¡Alegraos conmigo porque he hallado mi oveja perdida! Así, os digo, habrá más alegría en el cielo por un pecador arrepentido, que por 99 justos que no necesitan penitencia" (Lucas, 15-3/7). Hay una variante muy similar en el Evangelio de Mateo, salvo que el abandono de las 99 ovejas no descarriadas se produce "en los montes" (Mateo, 18-12/14).
La parábola de la oveja perdida me ha producido siempre un cierto desasosiego, que he visto plasmado en un "podcast" de la Iglesia de María Inmaculada de Pawina (California), que induce a dudar de la actuación del pastor ¿Es sabio abandonar 99 ovejas por una sola?, no en la seguridad del redil, sino en el desierto, lugar de muerte dónde es difícil encontrar alimentos y agua, sin protección y a merced de las fieras y de los ladrones ¿qué pueden hacer 99 ovejas indefensas sin su pastor? Feliz por el hallazgo de la oveja descarriada, el pastor la carga sobre sus hombros y regresa a casa para celebrarlo con sus amigos, y parece olvidarse de las 99 ovejas que debería cuidar y que quedaron abandonadas a su suerte. A mí me parece bien que el pastor busque a la oveja descarriada, pero, antes de hacerlo, debería dejar a salvo en el redil a las otras 99.
La iglesia californiana aportaba argumentos para justificar esta decisión, que no me parecen suficientemente convincentes. A saber, Dios no descarta a ninguna persona, ama a todos, busca a todos. El pastor debe encontrarse donde esté la oveja perdida y provocar a las restantes 99 para que participen en la unificación del rebaño, que seguirá al pastor hasta su casa para hacer fiesta con sus amigos. "Corremos el peligro de encerrarlos en un redil donde no habrá olor a ovejas, sino el hedor de lo cerrado".
Tampoco me parece bien, desde un punto de vista humano, que haya mayor satisfacción por la conversión de un pecador que por el mantenimiento en la fe de 99 fieles. Establece un bonus a favor del incumplidor que es discriminatorio para el cumplidor y supone una incitación al incumplimiento, como en el caso del hijo pródigo. Malgasta el dinero de su padre en fiestas y, cuando ya no le queda nada, vuelve a la casa del padre, que lo perdona y encima sacrifica el ternero cebado en su honor, mientras que al hijo cumplidor no le dio ni un cabrito para festejar con sus amigos (Lucas, 15-11/32). Me recuerda la anécdota de santa Teresa de Ávila, quien, en una de sus visiones, se quejaba el Señor de sus muchos padecimientos y Éste le respondió que así trataba a sus amigos, a lo que la santa replicó con su habitual franqueza: "Por esos tienes tan pocos". Dios es misericordioso y está bien que perdone a los pecadores, aunque se arrepientan en la undécima hora, y los trate igual que a los cumplidores de la primera hora. En la parábola de la viña, el dueño pagó el mismo salario a los jornaleros que trabajaron desde la primera hora del día que a los que se incorporaron en la última (Mateo, 20-1/16). Estaba en su derecho, puesto que pagó a los obreros de la primera hora el salario acordado y si, en su misericordia, decidía pagar a los últimos incorporados lo mismo que a los primeros, era cuestión suya. Lo que habría sido injusto es que hubiera apagado a los últimos más que a los primeros.
El Papa Francisco parece que fue fiel a la parábola de la oveja perdida y trató mejor a ésta que a las restantes ovejas, de la que se ha despreocupado. Se preocupó no solo de sus ovejas extraviadas, sino también de otras ovejas que ni siquiera eran de su redil. Así, realizó visitas pastorales a países dónde apenas había católicos -como Myanmar, Emiratos Árabes Unidos, Kazajstán, Mongolia o Marruecos- y se negó a visitar países de raigambre católica -como Francia, Alemania o España-, pese a su creciente descristianización, por lo que quizás necesitaran más que otros su visita. Como católico practicante, acepto con disciplina este punto de vista, aunque no lo comparta.
Francisco llevó una vida santa y a menudo penosa por los muchos padecimientos que sufría, superando con su voluntad férrea sus insuficiencias físicas. Reveló que el sufrimiento que se hizo presente en la última fase de su vida lo había ofrecido al Señor por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos. Quiso ser Papa hasta el final y murió con las botas puestas. En su último acto público, un día antes de su muerte, dio la bendición "urbi et orbi" con una voz casi inaudible. Sus últimas palabras fueron "Señor, ten misericordia de tu Iglesia". Estoy seguro de que Dios lo habrá acogido en su seno. Que descanse en la paz del Señor que tanto anheló.

El Papa Francisco como jefe del Estado del Vaticano
La actuación de Francisco como jefe del Estado Vaticano ha presentado muchas sombras, como fruto de su formación peronista, y ha sido compleja y controvertida. En sus libro-entrevista "El Pastor", declaró que, en la hipótesis de que tuviera una concepción peronista de la política, ¿qué habría de malo en ello? Esta base peronista ha permeado toda su política y le ha dado un cierto matiz populista. Según Joaquín Manso, Francisco ha sido el Papa de un momento populista, lo que se ha plasmado tanto en lo puramente político, con una actitud contraria a la OTAN, renuente con la Unión Europea y favorable al Sur global, como el de económico, con su desconfianza hacia el liberalismo económico, sin haber sido consciente de que el mercado es la mejor forma de asignar recursos para luchar contra el pobrismo, que, en su Argentina natal, el peronismo y sus numerosas reencarnaciones – de izquierdas o derechas- han tratado de paliar con la política de la subvención. En su libro "El Papa y el capitalismo", el autor chileno Axel Kaiser ha descrito las amistades peronistas de Francisco, su visión absolutamente negativa del mercado y la raíz comunista de la teología de la liberación, con la que parecía simpatizar. El antigua Papa consideraba incompatible el liberalismo con la doctrina cristiana.
El mayor borrón en la política del Papa ha sido su actitud pro-rusa en la agresión de Rusia a Ucrania, de la que ha exculpado a Vladimir Putin y culpado a la OTAN y a Volodimir Zelenski. "Hay que ver el drama que se desarrolla detrás de esta guerra, que ,quizás de alguna manera, fue provocada o no impedida". ¿Quién la provocó o no la impidió? A su juicio, fue la agredida Ucrania, porque -como declaró al "Corriere della Sera"- Putin podía haberse sentido obligado a invadir Ucrania porque "la OTAN estaba ladrando a las puertas de Rusia". No había manera de saber si la Alianza había provocado la furia de Putin, aunque sospechaba que podía haberse visto facilitada por la actitud de Occidente. "Hay que alejarse del patrón normal de que Caperucita Roja era la buena y el Lobo era el malo". ¿Pretendía insinuar que la Caperucita-Ucrania era la mala y el Lobo-Rusia era el bueno?
Ante las críticas que se le hicieron, Francisco negó que estuviera a favor de Putin. "No lo estoy. Es simplista y erróneo decir tal cosa. Estoy simplemente en contra de reducir la complejidad de la distinción entre el bien y el mal, sin pensar en las raíces y los intereses, que son muy complejos". El Papa mostró una clara preferencia por el agresor frente al agredido, como demostró cuando, de forma insólita, se personó en la embajada de Rusia ante la Santa Sede y ni se molesto en ponerse en contacto con la embajada de Ucrania, pese a que casi la mitad de la población ucraniana profesa la fe católica y fue este país el agredido e invadido. Francisco se ofreció a ir a Rusia para mediar en el conflicto, pero el Gobierno ruso rechazó su mediación. En ningún momento condenó la agresión, ni criticó a Putin, mientras ejerció presión sobre Zeelenski, al que instó a que ondeara la bandera blanca de la rendición. En unas nuevas declaraciones publicadas en "La Stampa" y en "Civitá Cattolica", Francisco mencionó a un innominado jefe de Estado que le había presagiado el comienzo de la guerra por el modo en que se estaba moviendo la OTAN, y volvió a reiterar qué estaba ladrando a las puertas de Rusia y señaló que no entendía que los rusos eran imperiales y no permitían que ninguna potencia extranjera se les acercara.
En un artículo que publiqué en 2022 sobre "Colaboradores inconscientes de Putin en Ucrania", afirmaba que era cierto que a veces no resultaba fácil distinguir entre el bien y el mal, y que no existía en la tierra el bien o el mal absoluto, sino que había muchas zonas grises entre uno y otro, pero tenía la firme convicción de que, en el caso de la agresión de Rusia a Ucrania, Putin no tenía nada que ver con el bien. Mantener las dudas sobre la correcta actuación del presidente ruso, culpar a la OTAN del comienzo de la guerra, y exonerar de ella al principal -si no único- responsable, era ofrecer oxígeno a un criminal internacional que, por su infame actuación, se había ganado a pulso ser juzgado por crímenes contra la humanidad.
Como escribió la periodista de la CNN y autora del libro "En todos los frentes", Clarissa Ward, no era posible mantenerse neutral o equidistante en medio de una guerra como la de Ucrania, a menos que se fuera un monstruo. "Ucrania es un país soberano que no ha cometido ningún acto de agresión, que ha sido invadido ilegalmente y donde miles de personas han sido asesinadas y millones han sido desplazadas. Es ridículo tratar de ser neutral y dar a entender que los dos lados son solo dos caras de la misma moneda". No debemos acostumbrarnos a que una nación soberana en Europa haya sufrido la invasión más grande desde la II Guerra Mundial, a que la gente muera todos los días, y a que todo el orden mundial se haya desmoronado por el intento de Putin de reescribir la Historia y cambiar la Geografía de Europa.
Bien distinta fue la opinión del entonces arzobispo de Chiclayo, Monseñor Prevost, quien -en unas declaraciones al semanario "Expansión"- calificó la agresión de Rusia a Ucrania de "auténtica invasión imperialista", y denunció que se estaban cometiendo crímenes contra la humanidad. "Tenemos que ser más claros a la hora de reconocer los horrores de la guerra y la maldad con la que Rusia está actuando". Ya elegido Papa, declaró que llevaba en su corazón el sufrimiento del amado pueblo ucraniano y pidió que se hiciera lo imposible para lograr una paz auténtica, justa y duradera. Ha hablado por teléfono con Zelenski, que lo ha invitado a visitar Ucrania.
Según el profesor de Bolonia Loris Zanatta, Bergoglio encarnó un catolicismo antimoderno enemigo del pensamiento ilustrado. Ha sido un representante típico del populismo latinoamericano y de un catolicismo heredero de la Contrarreforma, que considera una traición el entendimiento con el liberalismo. El peronismo, el castrismo, el indigenismo, el chavismo y otros muchos "ismos" eran de su cuerda, y mostró connivencia con los regímenes autoritarios de Iberoamérica. Viajó a Cuba y no recibió a ningún disidente, ni condenó la represión de los católicos. Atacó a la oposición venezolana y salvó varias veces la vida política de Nicolás Maduro, que lo consideraba "uno de los nuestros". Respaldó a Evo Morales y, cuando se vio lo que era, no lo critico. "Para Latinoamérica, este Papa ha sido nefasto".
Otra cuestión en la que Francisco no estuvo afortunado fue en sus comentarios a raíz de la matanza de periodistas del periódico francés "Charlie Hebdo" por parte de islamistas radicales, como venganza por la publicación de una caricatura de Mahoma, al afirmar que " no se puede provocar, ni insultar, la fe de los demás. No puede uno burlarse de la fe de los demás. Si alguien insultara a mi madre, lo abofetearía".
Está afirmación no parece estar muy de acuerdo con el mandato evangélico de poner la otra mejilla. Unos descerebrados están legitimados para matar cuando se produce un supuesto agravio, que, aunque no estuviera nada bien, la respuesta fue totalmente desproporcionada. En cambio, el pueblo ucraniano no podía defenderse frente a la agresión rusa y tenía que capitular.
Consecuencia de su antieuropeísmo, el finado Papa fue también antiespañol. Declaró que no visitaría España mientras no hubiera paz (¿?), sin explicar lo que quería decir. Rechazó múltiples invitaciones, tanto de la Conferencia Episcopal como del Gobierno, a participar en conmemoraciones importantes como el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús o de la conversión de San Ignacio de Loyola, y el Año Santo Compostelano. Francisco mostró su animosidad hacia España cuando contestó a la carta que había enviado el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a él y a Felipe VI exigiéndoles que pidieran perdón por los crímenes cometidos durante la conquista de Méjico. El Rey no contestó a la impertinente misiva, pero sí lo hizo el Papa, que afirmó que era preciso hacer una relectura del pasado que tuviera en cuenta tanto las luces como las sombras que habían forjado la historia del país. "Esta mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado que han sido muy dolorosos". Francisco ya había pedido en 2015 en Bolivia, perdón por los pecados personales y sociales y por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización, no solo por las ofensas de la propia Iglesia, "sino también por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América ". Aunque no mencionara "vervatim" al supuesto criminal, las señas eran mortales, porque solo España había participado en la conquista de Méjico.
Para Giovanni María Vian, antiguo director de "L’Obsservatore Romano", Francisco fue el primer papá no europeo en 13 siglos y el más cercano a Europa al ser nieto de italianos, pero era un peronista de los pies a la cabeza. Tenía una visión tercermundista y -según Zanatta- en sus viajes por el "Sur global" -que fueron la mayoría-se dedicó a oponer el sur religioso, puro y virtuoso, frente al norte irrecuperable, descristianizado, secularizado y pecaminoso. Aceleró la desvinculación del catolicismo de sus raíces culturales europeas y fomentó un catolicismo anti ilustrado que apuntaba para su futuro a la religiosidad popular. Toda la vida de Bergoglio estuvo centrada en hacerse pueblo. A juicio de Manso, la izquierda posmoderna lo adoptó como propio porque vio una oportunidad en esa condición de contrafigura que se alejaba de los consensos occidentales y lo enfrentaba al Sur global, alternaba con sus dictadores, colocaba la catolicidad del pueblo por encima de las instituciones representativas y mantenía que el capitalismo alimentaba el egoísmo y la codicia. Su retórica peronista fue bien acogida por la izquierda anticlerical española -al igual que por la italiana- y le dio una oportunidad para atacar a la Iglesia española por su conservadurismo. Curiosamente, fue más apreciado por el orbe no católico que por los católicos de a pie.
El Papa Francisco confiaba en Prevost, le otorgó la púrpura cardenalicia y lo nombró prefecto en la Congregación de los Obispos, por lo que se espera que siga la línea aperturista de su predecesor, aunque con carácter propio, dado que tiene un talante más centrado y ajeno al populismo en el que aquél incurrió en ocasiones. La periodista peruana Paola Ugaz, que lo conoce de "longa data", ha afirmado que -a diferencia de Francisco- es muy calmado, e iba a ser muy positivo para la Iglesia, porque en él se dan la mano los tres mundos: "Por un lado es norteamericano y procede del norte global, por otro está su conocimiento de Latinoamérica y de la tremenda desigualdad que allí tenemos y, por último, conoce como nadie la Curia romana, porque lleva allí dos años tratando con todos los obispos. Creo que no se podía encontrar una mejor combinación para estos tiempos difíciles". Esperemos que así sea y que León XIV marche por la senda de la apertura de la Iglesia al mundo, manteniendo sus dogmas y principios básicos, reformando lo reformable y evitando hacer concesiones un mundo tan secularizado y relativista como el actual . El Papa ha muerto, ¡Viva el Papa!

Enviado por José Antonio Sierra.
Yturriaga, José Antonio
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