¿Celebrar un cónclave paralelo?
Alén, Pilar - jueves, 08 de mayo de 2025
Hay personas que han quedado relegados en la historia dada la escasez de datos sobre ellas, bien por una trayectoria no considerada como relevante o por haber sido denostadas u olvidadas por razones justificadas o meridianamente cuestionables. No quisiera volver a escribir sobre un tema musical o musicológico, pero un día como hoy lo propicia de nuevo. Un 7 de mayo de hace 200 años falleció Antonio Salieri, más conocido por atribuírsele el envenenamiento de Mozart que por su legado, nada desdeñable. A casi todos les sonará este nombre, pero de él ¿qué saben? Puede que algunos visualicen el semblante de una sibilina, envidiosa y nada atractiva figura que se altera y revuelve cada vez que escucha otra noticia del éxito de -a su parecer- rival Amadeus, un ser presentado como alguien adorable. Música y cine han hecho aquí buen tándem. El peligro es dejarse llevar por una falsa imagen como esa. Menos mal que la investigación y la literatura ponen aquí algo de cordura.
Estamos a mitad de camino de la Feria del Libro de Santiago. Bello lema («Onde florecen os libros») acorde con el lugar en el que se celebra (parque de la Alameda) y el tiempo en que regresa (primavera). Poco antes había adquirido una publicación de Ernesto Monsalve que prometía aclarar el entuerto entre Mozart y Salieri. Lo intenta, pero entre tanta letra yo me quedo con el relato del lento atardecer de la vida de ese italiano afincado en Austria, rodeado de su familia y aquejado de una neurastenia evidente y una ceguera incapacitante. Lo curioso y más desconocido es que la leyenda de la supuesta enemistad se acrecentó cuando, ya fallecidos ambos músicos, austríacos e italianos mantuvieron -y mantienen- un rifirrafe por tener en su camposanto la sepultura definitiva de los huesos de Salieri. A día de hoy siguen en Viena, aunque han sido cambiados de lugar varias veces. Legnano, su ciudad natal, sin éxito todavía, es la que más empeño tiene.
Caso parecido es el del músico gallego Luis Taibo García, compostelano de pro emigrado a México. Su trayectoria la narra Alberto Cancela con apoyo de documentos y recuerdos de su familia en un estudio pionero. En Santiago es fácil reconstruir su andadura yendo desde la Casa del Cabildo (su lugar de nacimiento), a una deteriorada casona de la Algalia (en la que vivió antes de irse a América), s. Martín Pinario, la universidad y el Hospital Real (donde estudió y ejerció como galeno). ¿Qué pasa con su tumba? Está en México y no tiene lápida ni identificación alguna. Falleció allá, aunque siempre manifestó su deseo de regresar a España. Por motivos de salud (padeció un Parkinson del que fue muy consciente por ser médico) tuvo que resignarse a aceptar ese trago amargo. Fue enterrado en una fosa del Cuartel V del Panteón Español y, desde entonces y de momento, está en pugna la repatriación de sus restos. Gallegos y mexicanos se lo rifan, pero a estas alturas de la vida no hay acuerdo, estando el asunto en manos de la justicia para ponerle remedio.
Emigrados (que no desterrados), aclamados fuera de su tierra y orgullosos de ella, ni Salieri (Legnano, 1750-Viena, 1825) ni Taibo (Santiago de Compostela, 1877-México, 1954) han visto cumplidos sus deseos. El caso del primero nos queda lejos; afortunadamente, puede hacerse un catálogo de su obra más o menos completo. Con Taibo, ocurre lo contrario. Tentó donarla a la Biblioteca América y a la Real Academia Galega sin éxito, por lo que su archivo musical y personal corren el riesgo de desaparecer para siempre. Me hago eco y abogo por la recuperación de su memoria, algo relativamente sencillo sin necesidad de celebrar un cónclave paralelo al de Roma, o eso creo.

Alén, Pilar
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