Nacimos festeiros y nos las inventamos para todo: romerías para rezar, fiestas para comer o verbenas para bailar. Imagínate como somos por aquí que hasta bebemos con el enemigo. Al asomar mayo por el calendario los gallegos vamos de fiesta en romería y de romería en verbena, cada fin de semana, buscando milagros y pasándolo bomba.
Las romerías responden a costumbres ancestrales, al espíritu mágico de un país que cree en todo. Las fiestas populares son para la exaltación gastronómica de frutos tópicos de tierra y mar, regados con vinos que también tienen su fiesta.
Y también celebramos eventos etnográficos e históricos para recordar que nos invadieron los vikingos, que el fuego del magosto purifica las almas, que fuimos un reino, que mantuvimos serias disputas entre moros y cristianos, y que el buen tiempo llega a Galicia con la retranca de los "Maios".
En aquel Cudeiro de mi infancia hicimos los niños un "Maio" de los auténticos, de los piramidales. Queríamos ser como los de la ciudad y darle la bienvenida a la primavera en el Turreiro, frente a la románica iglesia, cantando y presumiendo de nuestra "obra".
Recuerdo que yo escribí las coplas con la retranca que ya entonces me caracterizaba, pero a falta de alcalde, me salieron anticlericales y antitabernarias; porque don Felisindo ya no me dejaba ser monaguillo y el Sr. Jaime había subido el precio de las gaseosas, que era nuestra gasolina de entonces. La poesía "romántica" estaba dedicada a Berta, que era la más explosiva de las dos hermanas Pavón, cuyo amor disputaba con pasional pubertad.
La Fiesta de los Maios tiene en Ourense y Pontevedra especial arraigo. Es una conmemoración que nos legaron los antiguos pueblos galaicos quienes honraban a la primavera para agradecerle la fuerza renovadora de la tierra, ya que era esta estación la que hacía brotar las semillas y vestía con policromía todo el paisaje.
Y tiene una especial ligazón amorosa. Si echamos manos de las estadísticas, es en primavera cuando nacen más niños. Los niños siempre fueron los principales protagonistas de esta tradición, quizá porque los mayores ponen en su boca toda crítica que no se atreven a decir ellos mismos, no vaya a ser...
Hay "mayos" de todo tipo a lo largo de la geografía gallega. "Arcos y cruces de flores" hechos con ramas, que te salen al paso en el camino. "Árbol de Mayo" que se coloca en el centro de las plazas coronado por un muñeco que termina en la hoguera. "Maios-mozos", jóvenes ataviados con plantas y flores. "Maias", grupos de niñas vestidas de blanco y coronadas con flores que piden para los santos
Pero los "Maios" más representativos de la Fiesta son las figuras piramidales o cónicas, con estructura de palos que se recubre con musgo, hojas, flores y algunos adornos como naranjas, carrabouxos o huevos. Son transportables fácilmente por los niños que les acompañan cantando esas coplas que generalmente critican duramente al alcalde. Algunas asociaciones compiten en la creación de "Maios" artísticos, que suelen estar fundamentados en oficios o tradiciones.
Te cuento todo esto porque, esta semana, media Galicia celebra su Festa dos Maios. Ourense, Pontevedra, Redondela, Verín... reviven nuestro tradicional modo de festejar la llegada del mes de las flores. En las coplas, la imaginación de los poetas populares no dejarán títere con cabeza y entre los políticos incapaces, la corrupción y los trumposos bien parecerán canciones de guerra.
En galicia todas las fiestas, además, tienen música propia...
El gaiteiro es el auténtico mito de las romerías y la gaita el más común de los instrumentos. La coral y la banda municipal, nacieron para la fiesta patronal y religiosa, como la orquesta para el baile y la verbena.
Aunque, hay muchas más músicas: de una taza de vino, en una taberna, emerge el más rico folklore. El canto de las mil y pico primaveras está inspirado en la poesía de los cantautores. Y la dureza de la piedra cósmica está representada por la rebeldía juvenil, que tiene forma de guitarra.
Con nuestra música y nuestras fiestas, los gallegos rompemos aquel viejo mito de la negra sombra capaz de sumergirnos en la grisácea niebla de un invierno sin sol.
