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¿Constituye la Rusia de Putin una amenaza para Europa?

Yturriaga, José Antonio - miércoles, 07 de mayo de 2025
El pasado 22 de marzo, publiqué en "Sevillainfo" un artículo titulado "Sánchez se va a la guerra; qué dolor, qué pena", en el que formulaba algunas críticas a la intervención sobre Rusia y Ucrania del embajador Ignacio García-Valdecasas en el programa "El gato al agua" de Toro TV. Al día siguiente, el colega publicó en el periódico una carta en la que decía que había resumido de manera muy somera e incompleta su postura y no rebatía sus argumentos. Proponía que celebráramos un debate público sobre el tema y yo mostré de inmediato mi disposición a ello. El profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Alcalá de Henares, Fernando Lozano, propuso celebrar la discusión en la Facultad de Derecho de su Universidad. Se llegó a un acuerdo para celebrarla el día 24 de abril, pero García-Valdecasas puso después diversas excusas y propuso otra fecha, que no era conveniente para la Universidad, por lo que el debate no se ha llegado a celebrar. Por eso, quiero exponer en este artículo las razones de mi desacuerdo con sus afirmaciones sobre las buenas intenciones de Vladimir Putin, la responsabilidad de Ucrania y de la OTAN en la agresión de Rusia al Estado ucraniano, y el disparate que supone el considerable, innecesario e injustificado gasto en defensa de los países europeos.

Putin, ese incomprendido amante de la paz
Según García-Valdecasas, Putin no supone ninguna amenaza para Europa, pues no tiene ninguna intención agresiva y no pretende recuperar las fronteras de la URSS o del Imperio zarista. Parece compartir la opinión de Ione Belarra, a la que la amenaza rusa le suena igual que las armas de destrucción masiva de Irak. No puedo estar más en desacuerdo con estas opiniones. Putin -al que he conocido personalmente- es un "homo sovieticus", el arquetipo del agente de los servicios secretos de la KGB, en la que trabajó durante 16 años -con una misión en la República Democrática Alemana- y fue jefe de su sucesora, la SFB. En 1991se inició en la vida política en la alcaldía de San Petersburgo. Fue sumamente crítico con la disolución de la URSS realizada por Mijail Gorbachov, con la colaboración de Boris Yeltsin, a los que consideró traidores a la Patria. "Tenían que haber luchado por la integridad territorial de nuestro Estado de manera más insistente, consistente y osada, y no esconder la cabeza bajo la arena dejando el culo al aire". Según una encuesta de la FUM, 62% de los rusos lamentaron la desintegración de la URSS y 52% eran partidarios de su restauración. Las culpas recayeron sobre Gorbachov, que no buscó dicha desintegración, que fue forzada por los líderes de las Repúblicas de Rusia -Yeltsin-, Ucrania -Leonid Kravchuk- y Bielorrusia -Stanislav Shushkevich-, mediante el Acuerdo de Belavezha, de 8 de diciembre de 1991. La impopularidad de Gorvachov se puso de manifiesto cuando se presento a las elecciones presidenciales en 1996, apenas si consiguió el 2% de los votos.
Según Putin, "para mí, como para todos los ciudadanos rusos, la disolución de la Unión Soviética fue la mayor tragedia geopolítica de la Historia rusa […] Nos convertimos en un país completamente diferente, y lo que había sido construido en más de 1000 años en gran parte se perdió" . Con su espíritu mesiánico, se sintió llamado a restaurar las pasadas glorias, como un nuevo Pedro el Grande. Según Mira Milosevic, desde que accedió al poder, Putin no ocultó su determinación de restaurar el "statu quo ante" y devolver a Rusia su rango de gran potencia global. Se ha autoerigido en el salvador de Rusia tras el fracasado intento en 1990-1991 de democratización, que acabó en el caos político y en la bancarrota económica.
Para lograr su objetivo, resultaba indispensable regresar a las fronteras del Imperio, por lo que carecía sentido la independencia de Ucrania. Putin se encontraba con el inconveniente de que, por el Memorándum de Budapest de 1994, Rusia se había comprometido a reconocer la independencia de Ucrania y su integridad territorial, a cambio de que este país le entregara todo su armamento nuclear. Esto era, sin embargo, "pecata minuta" y Putin, no tuvo problemas en violar este Acuerdo, so pretexto de que Ucrania había solicitado su ingreso en la OTAN, lo que ponía en peligro la seguridad de Rusia. Ya lanzó un aviso con la invasión de Georgia en 2008 por ese motivo. Cuando decidió invadir Ucrania en 2022, lo que pensó que sería un paseo militar, con la conquista en un par de semanas de Kiev y la destitución de Volodimir Zelenski, fue un auténtico fiasco, por la valerosa resistencia ucraniana con la ayuda de Occidente.
Los frentes se estabilizaron, pero -tras su reelección como presidente de EEUU- Donald Trump cambió de forma radical la política estadounidense hacia Ucrania. Consideró que había sido ésta la que había agredido a Rusia, retiró la ayuda militar, logística y económica prestada por el Gobierno Joe Biden, y dio un ultimátum a Zelenski para que se rindiera y firmara un Acuerdo de paz por el que cedería a Rusia los territorios ucranianos ocupados por sus tropas. Ha impuesto unas falsas negociaciones de paz entre Rusia y EEUU, y se ha erigido en representante de Ucrania, que ha sido excluida de la mesa de negociaciones, pese a ser la nación agredida. Trump ha propuesto un alto el fuego como paso previo para la paz, que ha sido aceptado por Zelenski y supuestamente por Putin, que ha impuesto unas inaceptables condiciones y sigue bombardeando objetivos civiles en Ucrania. Las perspectivas para Ucrania son muy negativas, tanto en el ámbito de la guerra -porque la UE no está en condiciones de suministrar buena parte del armamento hasta ahora facilitado por EEUU-, como en el de la paz -porque EEUU ya ha aceptado la mayor parte de las exigencias de Rusia, incluido el reconocimiento de su soberanía sobre Crimea y los territorios del Donbass-.
Putin no tiene la menor intención de aceptar un alto el fuego porque, cuando estaba en una situación bastante delicada por su incapacidad para ganar la guerra, ha tenido la gran fortuna de que Trump le haya echado una mano decisiva, al cambiar la posición de su país y traicionar a Ucrania, hasta el extremo inaudito de acusarla de haber iniciado el conflicto y de poner en peligro la paz mundial. A medida que disminuya el armamento estadounidense facilitado, Ucrania disminuirá su capacidad defensiva y Rusia podrá consolidar sus posiciones. Putin está vacilando a Trump, diciendo que aceptaba su propuesta de alto el fuego pero planteando toda clase de exigencias para no llevarlo a cabo: eliminación de sanciones económicas, desbloqueo de los haberes rusos congelados, reconocimiento internacional de la soberanía rusa sobre Crimea y el Donbass, y desmilitarización y desnazificación de Ucrania. Putin es una mala persona, frío, calculador, cruel, implacable, manipulador, endiosado, desconectado del mundo real y capaz de hacer cualquier cosa para devolver a Rusia la "grandeur" del Imperio zarista. Hasta ahora ha tenido éxito con sus maniobras y, con la ayuda de Trump, podrá seguir adelante con su campaña expansionista. Si no se le para en Ucrania, tendrá la vía abierta para nuevas agresiones, incluso a un país miembro de la OTAN. La Rusia de Putin es una grave amenaza para Europa, que debe ser consciente de la necesidad de defenderse a sí misma ante el abandono de EEUU. Como ha observado Ana Palacio, con sus ukases, su desprecio por las formas y su fascinación morbosa con Putin, Trump ha puesto a Europa contra las cuerdas.

Responsabilidad del inicio de la guerra de Ucrania
Según García-Valdecasas, se han aceptado una sarta de mentiras sobre el origen y el desarrollo de la guerra de Ucrania. Rusia se ha visto obligada a intervenir ante el cerco al que la han sometido los países miembros de la OTAN. Para el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, es indispensable que Rusia tenga garantías internacionales que la protejan de las amenazas procedentes de la OTAN, y de la UE.
La OTAN se creó para contrarrestar el dominio de la URSS sobre gran parte del continente europeo, tras el triunfo del comunismo en Europa Oriental, y logró ese objetivo durante la Guerra Fría. Sin embargo, no siempre ha habido confrontación entre los dos bloques, y se han producido momentos de cooperación, sobre todo a raíz de la caída del muro de Berlín y la reunificación alemána. Según el secretario general de la Alianza, Anders Rasmussen, se pasó de la OTAN-1, una Organización puramente defensiva, a la OTAN-2, una Organización con voluntad de cooperación con el antiguo enemigo, que pasó va a ser un socio.
Es cierto que la OTAN no respetó la promesa que el secretario de Estado norteamericano, Henry Baker, hizo verbalmente a Gorbachov de que la Alianza no extendería sus límites hacia las fronteras rusas y, por la presión de EEUU, inició dicha expansión. Como comentó el presidente Bill Clinton, la cuestión no era si la Organización debería ampliarse y extenderse hacia el Este, sino cuándo y cómo lo haría. El Tratado de Washington prevé que "las Partes pueden, por acuerdo unánime, invitar a adherirse al Tratado a cualquier otro Estado europeo que esté en condiciones de favorecer el desarrollo de los principios del presente Tratado y de contribuir a la seguridad de la región del Atlántico Norte" -artículo 10-, y había varios Estados de Europa Oriental que reunían esas condiciones.
En diciembre de 1991 se creó el Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, al que se sumaron todos los miembros de la Comunidad de Estados Independientes, incluida Rusia. Durante la visita de Juan Carlos I a Moscú en 1997, Yeltsin se quejó al Rey de que la eventual inclusión en la OTAN de sus antiguos aliados del Pacto de Varsovia y de Estados que habían formado parte de la URSS, era una provocación y un inmenso error histórico. Juan Carlos le contestó que la Alianza consideraba la seguridad de Rusia indispensable para la seguridad de Europa, porque formaba parte de Europa y debía integrarse cada vez más en ella. Invitó a Yeltsin a que asistiera a la Conferencia que se iba a celebrar en julio en Madrid, para mostrar ante el mundo que la ampliación de la Organización no se hacía en contra de Rusia, sino en su presencia y con su participación. El presidente ruso agradeció la invitación y, aunque no asistió a la reunión de Madrid, disminuyó la tensión y mejoraron las relaciones, lo que se puso de manifiesto con la firma el 27 de mayo del Acta Fundacional sobre las Relaciones de Cooperación y Seguridad Mutuas, por la que ambas Partes se comprometían a construir juntas una paz verdadera, basada en los principios de democracia, seguridad y cooperación, y a desarrollar una asociación estable sobre la base de interés común, la reciprocidad y la transparencia. Se creó un Consejo Conjunto Permanente para la consulta, la cooperación, y la toma en común de decisiones, y en 1998 Rusia estableció una Misión Permanente ante la Alianza en Bruselas.
En 1999 se incorporaron a la OTAN Checoeslovaquia, Hungría, Polonia, Rumanía y Bulgaria, Estados que habían formado parte del disuelto Pacto de Varsovia. Rusia lo toleró porque se trataba de países que habían sido independientes al margen de la URSS. Las relaciones se deterioraron notablemente cuando la Alianza bombardeó Kosovo sin la autorización del Consejo de Seguridad en una flagrante violación del Derecho Internacional, y el Gobierno ruso retiró a sus representantes del Consejo OTAN-Rusia. La tensión entre las dos Partes aumentó aún más cuando en 2003 ingresaron en la Alianza Estonia, Letonia y Lituania, que habían formado parte de la URSS hasta 1991, lo que fue duramente criticado por Rusia.
La tensión llegó a un punto álgido cuando, en la Conferencia celebrada en Bucarest, la Organización invitó a formar parte de sus filas a Georgia y a Ucrania. La invitación era más bien simbólica, pues les pusieron unas condiciones tan estrictas que suponía una remisión "ad calendas grecas" El Gobierno ruso, sin embargo, lo tomó por la tremenda y Lavrov declaró que una nueva expansión de la Alianza hacia las fronteras rusas retrotraería las relaciones a los tiempos de la Guerra Fría, y estimó que el ingreso de estos dos Estados supondría un grave riesgo para la seguridad de Rusia, por lo que decidió pararl0 por todos los medios. Rusia invadió Georgia, derrotó en 24 horas a las tropas georgianas y reconoció la independencia de las provincias rebeldes de Abjazia y de Osetia del Sur. Ucrania se libró de la quema por los pelos, gracias a que en 2010 ganó las elecciones el candidato rusófilo Viktot Yanukovich, quien retiró la solicitud de ingreso en la Alianza y se negó a firmar un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, pero -tras la revuelta del Maidán, la huida de Yanukovich y la formación de un Gobierno pro-occidental- Rusia invadió Crimea y la anexionó, y apoyó a los Gobiernos secesionistas de Donetsk y Lugansk, que también acabaría por anexionar. La reacción de Occidente fue excesivamente comedida, pues se limitó a la aplicación de algunas sanciones económicas de baja intensidad.
Pese al empeoramiento de las relaciones entre las dos Partes, éstas no se rompieron del todo. Así, el presidente Dimitri Medveded asistió en 2010 a la Conferencia de la OTAN que se celebró en Lisboa y participó en la reunión del Consejo OTAN-Rusia, que adoptó una Declaración Conjunta, en la que se afirmaba que se iniciaba una nueva etapa de cooperación con miras a una asociación estratégica, basada en los principios de confianza recíproca, transparencia y previsibilidad, con el fin de contribuir a la creación de un espacio común de paz, seguridad y estabilidad en la zona euro-atlántica. Los miembros del Consejo se abstendrían de la amenaza o del uso de la fuerza entre ellos o contra terceros Estados, en violación de la Carta de la ONU y de la Declaración de Principios contenida en el Acta de Helsinki. Cabe señalar que uno de los principios básicos de dicha Acta es el de la intangibilidad de las fronteras europeas. Esta mejora de las relaciones fue, por desgracia, de muy corta duración y acabaría con la invasión y la anexión de Crimea, el apoyo a los rebeldes del Donbass y la ulterior anexión de Donetsk y Lugansk, y la invasión del resto de Ucrania.
Estos altibajos en las relaciones no justifican el victimismo de Rusia y su continuada criminalización de la OTAN. Como ha señalado el eurodiputado José Ramón Bauzá, Rusia nunca ha sido víctima de la Alianza, ni hoy ni en 1991. La URSS se derrumbó porque ninguna de sus repúblicas quiso que sobreviviera. Tampoco puede alegar que sus vecinos de la OTAN supongan una amenaza para su seguridad -bien al contrario, ha sido Rusia la que ha ocupado partes de Georgia, Ucrania o Moldavia-, o que la expansión de la Organización haya provocado una justificada reacción defensiva por parte de Rusia. La OTAN se extendió hacia el Este porque los Estados de la región solicitaron libremente su ingreso, ya que la Alianza representaba las aspiraciones negadas desde décadas de opresión soviética. Según Mira Milosevic, la ampliación de la OTAN hacia Rusia es más una cuestión psicológica que una amenaza real. "Ninguna expansión de la Organización ha amenazado el equilibrio militar de Rusia".
Sin embargo, Rusia ha utilizado el "lobo" de la OTAN y sus supuestas amenazas para justificar todas sus tropelías, como la agresión a Ucrania. En su solemne discurso del 9 de mayo de 2022, Putin justificó la invasión por la necesidad de hacer frente a la política agresiva de la OTAN y a su pretensión de atacarla desde su flanco sur. Afirmó que la intervención militar había sido necesaria porque la Alianza "se estaba preparando para la invasión de nuestra tierra". Señaló que Occidente constituía una amenaza para Rusia al desplegar sus tropas a lo largo de sus fronteras. "Cada vez era más peligroso y tenemos que hacer esto, que era lo único que se podía hacer". Fue una decisión forzada porque el bloque de la OTAN había tomado el control militar de los territorios adyacentes a las fronteras rusas, lo que generaba una amenaza absolutamente inaceptable para su país, que se había limitado a "rechazar preventivamente al agresor". El discurso no podía ser más artero porque había sido Rusia y no la OTAN la única que había desplegado un impresionante contingente de tropas en su frontera con Ucrania como paso previo a la invasión, calificada eufemísticamente de "Operación militar técnica".
Putin añadió un argumento de carácter sentimental para justificar su agresión: la necesidad urgente de proteger a los ucranianos ruso-parlantes del genocidio del que estaba siendo objeto por un Gobierno -presidido por el nazi judío Zelenski- que seguía una política racista y exterminadora similar a la de Hitler, y se auto-erigió en el protector de los derechos humanos de esos ucranianos. A esto cabe añadir el temor de Putin al efecto contagio, dado que un país que tenía tantas cosas en común con Rusia -geográficas, históricas, políticas y culturales- estaba en camino de ser un Estado plenamente democrático, mientras que su país se sumergía en la autocracia.

Urgente necesidad del rearme de Europa
Según García-Valdecasas, dado que la amenaza rusa no era real sino supuesta, no tenía el menor sentido gastarse un dineral en rearmar a Europa. ¿Cómo podía ser una amenaza -se ha preguntado- un país que gasta en defensa una cuarta parte de lo que gastan los países europeos? Se trata de una pobre excusa para justificar un inmenso gasto en armamento que no es en absoluto necesario. No puedo estar de acuerdo.
Por lo dicho con anterioridad, creo haber demostrado la gran amenaza que supone para Europa la agresiva Rusia de Putin, quien ha puesto al día la tesis de Brezhnev de la soberanía limitada de los Estados vecinos, a los que coloca en su zona de influencia, bien anexionándolos o situándolos en una posición de Estados vasallos, como es el caso de Bielorrusia, Georgia o Kazajstán. En cuanto a la minusvaloración del poder militar de Rusia, el colega parece olvidar que Rusia es el Estado que tiene más armas nucleares -2.822 ojivas nucleares estratégicas-, posee el segundo Ejército del mundo, y ya funciona con una economía de guerra, en la que puede dedicar ingentes sumas de dinero a la de Defensa, sin necesidad de dar explicación alguna.
Según ha afirmado el embajador Rafael Dezcallar, al ceder Europa su defensa a EEUU, lógicamente perdió mucha independencia y ahora comprende que eso no puede continuar. Reducir esa dependencia no será tarea fácil, ni se va a conseguir a corto plazo, pero es muy necesaria. Europa tiene que asumir las riendas de su propia seguridad, siempre en alianza con EEUU, pero sin dependencia. Si Rusia saliera con ventaja en las negociaciones de la guerra en Ucrania, a nivel global daría la impresión de que quien se comporta como un agresor termina obteniendo buenos resultados.
En Conferencia de Cardiff de 2014, los miembros de la OTAN acordaron que, para 2024 dedicarían a los gastos de Defensa un mínimo del 2% de su PIB. En la fecha tope, 22 Estados miembros habían cumplido ese compromiso, mientras que 9 de ellos -incluidos Italia, Canadá y España- no lo habían conseguido. En el ínterin, se ha producido el acceso a la presidencia de EEUU de Trump, que ha cambiado por completo la política exterior de su país -sobre todo en relación con Ucrania-y causado estragos en el seno de la Alianza. Ya en su primer mandato, Trump afirmó que si Rusia atacaba a un miembro de la OTAN que no contribuyera lo suficiente, EEUU no acudiría en su ayuda, pese a su obligación de conformidad con el artículo 5 del Tratado de Washington. Ahora ha dado un paso más al exigir que la contribución de los socios suba hasta el 5% del PIB -porcentaje que ni siquiera él alcanza, ya que su contribución actual asciende al 3.19%- y poner en tela de juicio la aplicación automática del artículo 5.
Ante la actual situación, el nuevo secretario general, Mark Rutte, ha instado a los miembros que aún no lo hayan hecho, a que cumplan su compromiso en el curso de este año, y anunciado la imperiosa necesidad aumentar la contribución al 3 o al 3.5%, decisión que se adoptará probablemente en la próxima Conferencia de la Organización que se celebrará este verano en La Haya. La Comisión Europea se ha sumado a esta demanda y la presidenta Ursula von der Leyen ha afirmado que la UE dedicará €800.000 millones al Plan de "Rearmar Europa", al estimar que un ataque de Rusia no solo es posible sino previsible, aprovechándose de la situación de caos que ha creado Trump en la OTAN. Ante la traición estadounidense, los países europeos y Canadá han asumido la urgente necesidad aumentar de forma considerable su aportación a la defensa y a la seguridad de Europa. Un caso significativo ha sido el de Alemania, que ha modificado su Constitución para eliminar el tope de endeudamiento y crear un Fondo extraordinario de €500.000 millones para Infraestructuras y Defensa.
España es el furgón de cola de la OTAN, al ocupar el último lugar en la lista de contribuciones con solo 1.24% del PIB. Sánchez afirmó que se llegaría al 2% en 2029, pero tanto la OTAN como la UE lo han presionado a tope, y el presidente se ha tenido que comprometer a hacerlo en el curso de este año, lo que supone la inversión de €10.478 millones, compromiso difícil de cumplir cuando el Gobierno carece de presupuestos generales y se niega acudir al Congreso para solicitar los correspondientes créditos. Con su habitual desparpajo, Sánchez está recurriendo a toda clase de triquiñuelas, tanto "ad extram" como "ad intram". En el seno de la OTAN, ha tratado de aumentar hasta el infinito el concepto de defensa, incluyendo la seguridad interior, la cibernética y hasta la lucha contra el cambio climático. Ahora se aprovechará del insólito apagón en toda la Península Ibérica, para incluir también la protección de las infraestructuras energéticas. En la UE pretende que la Comisión no se limite a ofrecer créditos en condiciones favorables, sino que conceda a los Estados subvenciones no reembolsables para financiar los gastos de defensa. Ha pinchado, sin embargo, en hueso, porque una y otra no han aceptado sus pretensiones. En el ámbito interno, se niega a plantear la cuestión en el Congreso para solicitar su venia, por no contar con el apoyo de su socio de Gobierno y de sus aliados, y negarse a la humillación de solicitar la ayuda del PP, con el que concuerda sobre el fondo del asunto y que, votando juntos, obtendrían una mayoría más que suficiente. Para tratar de conseguir la importante suma requerida, recurre a maniobras extraparlamentarias completamente heterodoxas: concesión de créditos extraordinarios por el Consejo de Ministros, transferencias de partidas de los presupuestos de otros Departamentos, recurso al Fondo de Emergencia… Aunque mantenga que se puede gobernar sin contar con las Cortes, tarde o temprano tendrá que pasar por el aro y recurrir a ellas. Sumar ha teatralizado un simulacro de conato de rebelión frente al "partido de la guerra" en que se ha convertido el PSOE por la compra a una empresa israelita de proyectiles para las pistolas "made in Israel" que usa la Guardia Civil, por valor de €6,6 millones. Sánchez ha ordenado rescindir el contrato y Sumar ha salvado aparentemente la cara, mientras acepta pasivamente de forma vergonzante un gasto extra en Defensa de €10.478 millones.
Como ha declarado Rutte, ante la gran amenaza que supone Rusia para la OTAN, los Estados miembros deberán de aumentar considerablemente su capacidad militar. Según el futuro primer ministro alemán, Fridrich Merz, si se ataca la inviolabilidad de nuestras fronteras europeas, nos alzaremos con más fuerza e invertiremos mucho más en la Defensa. "Los europeos debemos defendernos. Ya no es una opción es un requisito".

Artículo enviado por José Antonio Sierra.
Yturriaga, José Antonio
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