El poder de la Iglesia Católica
Mosquera Mata, Pablo A. - lunes, 28 de abril de 2025
No hay dirigente alguno en el planeta tierra con el poder de convocatoria que exhibe el Obispo de Roma. Hasta tal punto que podemos hacer comparaciones cualitativas y cuantitativas entre el funeral de Isabel II de Inglaterra y el Papa Francisco. Será la mayor presencia de mandatarios de toda índole que se reunirán para rendir homenaje a un Vicario dirigente del catolicismo en esa ciudad cuna de la civilización occidental que es Roma y su pequeño Estado Vaticano. ¿Qué significa tal fenómeno?.
Como ciudadano español y gallego me atrevo a señalar que el Papa Francisco ha sido el primero entre los líderes de la humanidad, sin proponérselo, con su sentido del humor tan Argentino, su sencillez alejada de aquellos boatos con olor a incienso y vieja liturgia que tuvo mucho que ver con la tradicional gestión del misterio y el miedo.
Desde mi condición de bautizado y ejerciente como humanista cristiano, descubro que en una etapa de este primer tercio del siglo XXI, con su pandemia y sus guerras, queda un lugar y un personaje capaz de conciliar un acto dónde se van a reunir la inmensa mayoría de los seres humanos con poder real para tomar decisiones que mantengan o cambien los rumbos por los que navega el Argos Terráqueo. Y ello me lleva a preguntarme si tal capacidad y reconocimiento objetivo no daría lugar a una mejor dirección moral para luchar contra la: pobreza, violencia, desigualdad, injusticia, opresión del fuerte para con el débil. Es lo que yo aprendí en la Universidad y que sigue siendo autoridad moral por lo menos para opinar ante la civilización.
Y es que la Iglesia como Institución es mucho más que sus Ministros, su historia, sus errores humanos, su poder temporal, sus propias leyes o mandamientos, su conducta a inventario del lugar y momento. Es poder para ser escuchada. Para ser antena social de los más recónditos lugares. Es poder para comprender y convivir entre diferentes.
Y ahora voy a contar algo muy personal. En plena etapa del plomo en Euskadi, me encargaron que hiciera una gestión con Monseñor Blázquez, Obispo de Vizcaya. Se trataba de colaborar con los servicios de inteligencia a los que yo serví. Fuimos recibidos el Presidente de UA, hombre piadoso, y yo en su sede de Bilbao. no me conocía personalmente, pero estaba al tanto de mis discursos y artículos que daban publicidad a mi ideología constitucionalista y frentista contra la violencia del nacionalismo más radical. Atendió mis pretensiones y así se las transmití a mis superiores. Aquello fue de enorme utilidad. Más tarde y en la manifestación por las calles de Donosti causada por el asesinato de Goyo Ordoñez, fue la primera vez que un Obispo se incorporó a la marcha. Lo que tuvo un espacial significado ya que Monseñor Setién nos había negado los funerales en la Catedral de San Sebastián. Con una de las muchas broncas públicas que tuve con el hombre de la Iglesia Vasca que entendía los presuntos derechos del nacionalismo radical, independentista y sujeto de aquellos Derechos Humanos -según su doctrina- que eran los Derechos Históricos del Pueblo Vasco, y centro ideológico por el que ETA mataba.
La Iglesia perdurará mil primaveras más. Verá pasar personajes, ideas, tecnología, cambios geo políticos, me temo que graves enfrentamientos por esos intereses bastardos que con mando a distancia ponen poder infinito en minorías ocultas para las que somos meras polichinelas. Y es que sólo para la Iglesia somos hijos de Dios.

Mosquera Mata, Pablo A.
Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los
autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora