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Proyecto FICOS - XII

Ávila Soto, Federico - miércoles, 23 de abril de 2025
De la vida y sus garantías (1)

Cuando nacemos, cuando venimos a la vida, cuando nos crearon, algo extraordinario sucede porque, tanto si los creadores, hermanos, hermanas, abuelos y demás familia se alegran de esa nueva criatura, como si fuera el fruto de unas personas que no lo desean, o fuera el producto de un abuso, de experimentación o de cualquier circunstancia que marcan unas diferenciaciones a la normalidad transmisora de vida, lo cierto es, que junto a ese cuerpecito tan bonito y tan indefenso, nace una nueva inteligencia, que percibe y capta todo el mundo exterior, y también el interior que lo rodea. Nace una potencialidad inteligente, que tendrá sus limitaciones principales, en el círculo social en el que estén integrados sus progenitores. A largo plazo, no impide esto, que pueda ser quién de romper moldes, y pueda, por sí mismo y en lo social, desenvolver capacidades extraordinarias, para beneficio propio y de la humanidad. También, puede convertirse en perjuicio, de esa misma humanidad.
Para que las potencialidades positivas de la inteligencia de una nueva vida tengan "expresión" en lo social, en la sociedad que lo rodea, precisa de unas estructuras adecuadas, que estimulen la expresión de los valores propios, en un continuo contraste de observación para poder, con su propio criterio, aportar a la suma social que conforme sociedades avanzadas en los medios de administrarse y libres de las ataduras psico-teológicas que, tanto los dirigentes religiosos, como político-militares y económicos, impusieron a casi todas las sociedades.
La criatura al nacer, ya debiera tener esas estructuras consolidadas, y nadie puede, ni tiene el derecho a negarlas aludiendo a costes u otros criterios demagógicos. Los gobiernos, los estados, grandes multinacionales, y un largo ejército de personalidades, gastan inmensas cantidades en las guerras, en los armamentos, en fastuosidades, en la apropiación de lo ajeno, en la propaganda que oculte actuaciones indecentes y xenófobas.
No hay razón ninguna que impida en estos nuestros tiempos, de tantos avances y de tantos conocimientos, que una madre y un padre que traen al mundo una nueva vida, esta perciba, que solo es ese pequeño círculo -que por veces ni siquiera lo es- el que le ofrece protección y seguridad porque, -como más tarde comprobará- observará que sus propios progenitores, no tienen garantizadas las bases principales que den seguridad y continuidad a la familia, o a cualquier otra forma de entender la transmisión generacional. Los padres precisan seguridad, protección y alternativas para poder transmitir a las nuevas vidas estabilidad.
Con las sociedades que recibimos en herencia, no existe esta estabilidad, y de tenerla, es circunstancial a expensas de muchos factores: estar inmerso en una clase social pudiente, a costa de miles y millones que no lo están, o estar y formar parte, de sociedades más avanzadas, que exprimen o exprimieron los bienes de otros, basado en el poderío militar, no en el poderío cultural y social como se quiere dar a entender.
En una sociedad organizada socialmente, las criaturas tienen que tener asegurada la vida alimentaria, médico sanitaria y educativa, independientemente de la posición económica, social, y de posibles privilegios que pudieran conseguir o disfrutar sus progenitores pues, la "vida", es una cuestión "social de especie", no una particularidad aislada y personal, no existe el particularismo como fuente de vida.
Las criaturas recién nacidas, no recibimos en herencia una sociedad igualitaria en los principios básicos necesarios para, una vez venidos a la vida, poder apoyarse en esos principios. Los recién nacidos, recibimos la herencia de unas sociedades estructuradas en pequeños, medianos, y grandes poderes, que luchan entre sí año tras año, siglo tras siglo, ensombreciendo el futuro vivencial de millones y millones de nuevas vidas, y de la parte más sensible sentimentalmente: la madre. La mujer o ser femenino, esa fuente inagotable de vida, esa fuente energética de vida, es utilizada por el hombre que, en sus desvaríos machistas, soñadores, irresponsables y perversos obscenamente, nos embarcamos en cien y mil aventuras que, la mayor parte de las veces, terminan en desastre, desolación, muerte, irresponsabilidad, inestabilidad, y ausencia total de la necesaria reflexión, que encauce en serio y dignamente, toda esa fuerza y capacidades de las que estamos dotados los seres masculinos.
Ávila Soto, Federico
Ávila Soto, Federico


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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