¿Esperamos a que haya desgracias personales?
Dedicado a la Providencia y a la Buena Fortuna, artífices de que en las inundaciones acaecidas
en Canarias no nos encontremos lamentando muertos.
Mi más enérgica repulsa a quienes tardaron años en llevar a cabo la limpieza de las deficientes infraestructuras existentes para aliviar el agua de las grandes avenidas;
aliviaderos y túneles que se encontraban cegados por tierras y escombros y que aún no lo han hecho.

Cuando los cauces de los barrancos son utilizados, día tras día, como aparcamientos, a nadie extraña que, en las ocasionales pero cada vez más frecuentes episodios de borrascas con fuertes e intensas lluvias, varios de esos vehículos terminen en el océano. Así ha sucedido en el barranco del Draguillo-Ojos de Garza en la anterior riada y en el barranco de Sacateclas-Salinetas, en la reciente de marzo.
Otros, aparcados en zonas de cauce medio, no acaban en el mar pero son destrozados por las aguas o por choques con muros y otros obstáculos durante el arrastre. Es el caso de lo sucedido en el barranco de La Rocha o Las Bachilleras el pasado marzo.
No era nueva la noticia, había sucedido hace pocos años en el barranco del Draguillo-Ojos de Garza con varios coches destrozados en la desembocadura -afortunadamente sin víctimas-, y ha vuelto a suceder hace mes y medio.
La solución, entonces y ahora, era de sentido común, no se necesitaba valoración alguna de técnico cualificado, se trataba de medidas muy fáciles de tomar pues se estaba haciendo uso indebido de un espacio público. Se trataba simplemente de ejecutar una prohibición expresa: el aparcamiento en el cauce por razones de seguridad. Tras la prohibición, ya existente, sólo había que ejercer el control y la vigilancia necesaria y, los vehículos que, saltándose la ley seguían aparcando ilegalmente, retirarlos y sancionar a sus propietarios.
Pues bien, siendo tan fácil la medida, decenas de vehículos seguían aparcando diariamente a lo largo del cauce. ¿Dónde estaba la policía municipal y la Guardia Civil para sancionar a estos vehículos y dar la orden de retirarlos con el servicio de grúa?
¿Quiénes son los responsables públicos -a nadie se le esconde que tienen nombres y apellidos-, que deberían actuar dando las órdenes correspondientes para que tal hecho no se volviera a producir?
Sabido es que con unas pocas veces que se haga el control, se retiren los vehículos y se sancionen, se terminan los aparcamientos ilegales, pero también se sabe que son aparcamientos ilegales los que se realizan en plena carretera GC-550, sin anchura suficiente para el paso de dos vehículos, sin visibilidad en algunos tramos, en las cercanías del barranco de Barafonso, mal llamado barranco de las Vacas, como lo son los aparcamientos ilegales en la carretera de acceso al Roque Nublo a ambos lados de la vía, calzada pintada con una quebrada línea amarilla de carácter prohibitivo y que, ayer mismo, decenas de coches, seguían sin respetarla. Si con todos ellos se aplicara el mismo procedimiento sancionador, podríamos hacer uso de esas vías sin riesgo para nuestra seguridad, algo que no sucede si quienes tienen la gestión del tráfico rodado miran para otro lado.
Y es aquí donde se encuentra el primer problema en los cauces, en la tolerancia y en la

permisividad. Con respuestas tibias, los daños asociados a periódicas inundaciones seguirán produciéndose.
A los cauces habilitados de forma ilegal como zonas de aparcamiento se le unen las casas y cierres de fincas que ocupan espacios pertenecientes a los cauces públicos. No son conjeturas, sorprende -véanse las fotos adjuntas-, como las balizas que definen los espacios propios del cauce del barranco -aquellos que se consideran cauce público-, se encuentran muchos de ellas en el interior de fincas o adosadas a media altura -indicativo de que ese muro ocupa parte del cauce-, al muro de la finca situada sobre espacio público. Por muy extraño que parezca son la mayoría de las observadas en el barranco que paso a analizar.
¿De qué nos sorprendemos entonces?
Si el primer artículo pretendía provocar una profunda reflexión, éste reclama una acción inmediata. Hay leyes suficientes y planes desarrollados pero, ¿quién y cuándo comenzamos a tomar medidas drásticas con la ley en la mano? ¿quién aplica las soluciones recogidas en los Planes de Gestión, de los que ya hemos hablado, desarrollando las pertinentes actuaciones específicas?
Paso a analizar un caso ejemplar, buscando las causas de las inundaciones producidas en viviendas, sótanos y garajes en la zona urbana de Salinetas. El que supuso la desaparición en el océano de un vehículo arrastrado por la riada.
El barranco, que se forma a ambos lados de la montaña de Las Huesas, recibe el nombre de Sacateclas. Se trata de un corto barranco que recoge las aguas de ambas vertientes de la montaña de Las Huesas y lomos colindantes, hasta su desembocadura en la playa de Salinetas.
Varias razones me llevaron a tal elección. La primera es obvia, en ella sucedió la más reciente arrollada, donde se registraron los mayores daños. La segunda porque, a principios de septiembre del año dos mil veintiuno -va camino de los cuatro años-, publiqué un extenso artículo sobre este barranco, recorriéndolo desde su nacimiento hasta su desembocadura y analizando con detalle el estado del mismo. Ya en aquel entonces el diagnóstico era preocupante pues sus canales de desagüe se encontraban cegados en parte, con piedras, tierra y basuras y su cauce ocupado por construcciones de diversa índole. Era uno más en la serie: Los barrancos olvidados de Telde y, después de redactar este artículo, tengo que reconocer que, lamentablemente, sigue siendo un barranco olvidado. Ni limpieza, ni gestión ni nada. La tercera es porque soy vecino de Salinetas y conozco de primera mano qué sucedió, porqué sucedió, cómo sucedió y cómo lo vivieron los vecinos, cuáles fueron los daños acaecidos y cómo se sienten los vecinos ante la posibilidad de que vuelva a suceder.
También sé de las incongruencias que se repiten, sé por los vecinos de soluciones lógicas que todos ven pero nadie aplica. Lo más triste es que también sé que volverá a suceder la arrollada y las inundaciones, si no se toman medidas.
Es por todo ello que, desde el sentido común del ciudadano de a pie, expondré el estado actual del barranco, los puntos negros a tratar y las respuestas inmediatas que deben tomarse, soluciones que permitirán la salida de las aguas al mar o evitarán al menos, gran parte del peligroso desbordamiento acaecido en las vías rodadas colindantes.
Si, a pesar de lo expuesto, nadie hace nada y me refiero a quienes tienen la potestad de ejecutar las obras necesarias, la ciudadanía deberá organizarse y exigir ante la justicia responsabilidades ante los daños.
Sabemos que las manifiestaciones en la calle o los artículos de denuncia, como éste que tiene en sus manos, tienen un efecto inmediato pero más allá del descontento que provocan, son acciones que pronto se olvidan.
Dicho esto, en este artículo, subtitulado: Sólo faltan los muertos les relato el estado actual del barranco, los puntos fatídicos donde se acumula el agua que provoca daños inmediatos y las aberraciones urbanísticas, de movimientos de tierra y servicios implantados sobre el mismo cauce, justo en ese terreno que el Consejo Insular de Aguas tiene bien identificado y señalado como dominio público del barranco.
El barranco de Sacateclas se forma con las aportaciones de agua de tres barranquillos, uno generado en la vertiente norte de la montaña de Las Huesas y que recibe el nombre de barranquillo de Las Manolitas, y dos formados en la vertiente sur, uno de pequeña entidad, una especie de amplia barranquera que desagüa en el que rodea la montaña formando con un cauce más definido. Los dos reciben el mismo nombre: barranquillo de Sacateclas.
En resumen, se trata de dos cortos barranquillos que nacen en ambas vertientes de la montaña de Las Huesas y cuyos cauces se unirán pasada la GC-1, formando entonces un cauce único hasta desembocar en la playa de Salinetas.
Para visualizar cada uno de ustedes el barranco en cuestión, les animo a consultar la cartografía de GRAFCAN -visor de IDEcanarias- en su ordenador o en su móvil, así alucinarán, como lo he hecho yo, con aquello que les voy a exponer. Las fotografías dan fe de lo descrito en el texto.
Las cabeceras de ambos barranquillos no existen. La de Sacateclas sepultada por una inmensa montaña de escombrosque lo engulle todo y la otra desaparecida, no por arte de magia sino por la ocupación íntegra de su cauce y el asfaltado del mismo.
Aunque ambos barrancos disponen de puentes con alturas no inferiores a los tres metros y anchuras no inferiores a los cuatro metros, con el fin de que sus aguas discurran sin problema alguno bajo la autovia GC-1, existe un incomprensible cierre del cauce -sí, sí, así como suena, cauce ciego- por un lado y la existencia de tres ridículos tubos de hormigón incapaces de dar salida a las aguas de arrollada, convirtiéndose ambos factores en verdaderos tapones que favorecen el embalsamiento de las aguas y el consecuente riesgo que estas acumulaciones suponen en caso de romperse el muro o la carretera que las mantiene.
Analizo en primer lugar el barranquillo de Sacateclas.
El primer gran tapón, incomprensible para la ciudadanía, se encuentra en la carretera GC-118, vía que comunica la GC-117 que es el cinturón costero que desde la GC-1 da servicio a la zona industrial de Salinetas y las urbanizaciones de la costa: Salinetas, Clavellinas, Melenara y otras, con el barrio de las Huesas. Dicha vía discurre sobre el cauce del barranco de Sacateclas y, en vez de realizarse un puente con amplitud suficiente -semejante a los que hay barranco abajo, con una altura próxima a los dos metros y una anchura de más de tres metros-, como existen en el recorrido del barranco -ver fotografías-, se ubicaron tres tubos de hormigón de diámetro inferior a un metro, cuyas reducidas bocas se ciegan con las primeras lluvias. Resultado de marzo: primer colapso de las aguas, represamiento tras la carretera y desbordamiento posterior, imposibilitando el tráfico rodado por la peligrosidad qur supone la arrollada y generando una pequeña presa.
El segundo es tan demencial que, a parte de increíble, es de juzgado de guardia. Si observan el mapa de referencia, a la altura del nudo de enlace que une la GC-1 con la GC-117, el cauce del barranco desaparece, literalmente -ver fotografía-.
Aquí se produce el segundo estancamiento. Sólo hay un tubo de poco diámetro, sesenta centímetros como máximo, que se ha dejado para el paso de servicios como tuberías de agua y otras canalizaciones. En la Dana del pasado marzo, las aguas de arrollada, lo cegaron con piedras y barro a las primeras de cambio y el resultado fue una represa de agua y barro que terminó desbordando al no exisitir un cauce por donde discurrir las aguas pluviales, creándose un cauce improvisado en la vía del nudo de enlace y colapsando el tráfico bajo el puente de la autovía pues llegó a registrar medio metro de altura en su zona más profunda, hecho que confirman las señales del barro presentes en la pared y el hecho de que un camión colapsara bajo el mismo-, impidiendo la circulación del resto de vehículos.
El tercer problema surgió aguas abajo, tras las arrolladas que favorecieron estos apresamientos, y la confluencia con las aguas que llegaban por la izquierda, procedentes del barranco de Las Manolitas, al alcanzar toda este caudal la desembocadura y encontrarse con un puente de muy baja altura, un túnel de apenas tres metros de ancho y cincuenta centímetros de altura -cuando hablamos de tres metros de ancho debo recordar a los lectores que las señales del Consejo Insular de Aguas que definen la anchura de este barranquillo, observables en su zona alta, tienen una anchura de cauce de doce a quince metros-.
El resultado fue evidente. El pasado tres de marzo, el túnel fue prácticamente cegado por los materiales de arrastre, no pudo aliviar el volumen de agua que le llegaba y colapsó ¿Cómo? Desbordándose las aguas fuera del cauce con la consiguiente anegación de vías, aceras, garajes, locales, viviendas y arrastrando un vehículo hasta el océano.
Veamos ahora el barranco de las Manolitas:
Es el ejemplo más claro del caos más absoluto por falta de control y vigilancia. Pocas líneas voy a dedicarle. Sólo señalar como todas las ilegalidades que se pueden presentar en un barranco las encontramos aquí.
Ocupación del cauce por torretas de electricidad, postes de telefonía, estación de bombeo de aguas residuales, cuartos para gallinas, cochinos, perros y basuras varias, muros de propiedades, casas sin licencia, todas ilegales fabricadas al amparo del abandono, escombreras de residuos de construcción, ocupación del cauce por tunera india hasta el hecho de impedir el tránsito por el mismo, esta singularidad propició el asfaltado de la parte alta del cauce, posiblemente su privatización pues no encuentro las señales de cauce público, la ocupación ilegal de parte del cauce por cierre indebido de terreno militar -ver fotografías adjuntas-.
Si a esto le unimos la presencia de basuras de diversa índole, cristales, tachas, maderas, plásticos
este barranquillo es el ejemplo más claro del concepto antiguo de considerar los barrancos terreno de nadie y lugares idóneos para convertirlos en escombreras y vertederos.
Lo terrible es que nadie le pone freno. Lo inaudito es que, aunque yo lo denuncie, ninguna acción se desarrolla.
Tras la lectura, usted lector habrá llegado a la misma conclusión que yo, nos encontramos ante la más esperpéntica gestión, y ante la falta absoluta de vigilancia en estos barrancos.
Indigna saber que el hecho de que algún día, en otro fenómeno climatológico adverso, no haya muertos, no existan desgracias personales -tanto aquí como en cualquier otro cauce de barranco de la isla-, dependerá de la suerte, cuando debería depender de que los responsables de estos cauces públicos, técnicos y políticos, realizaran su labor, labor para la que se encuentran bien remunerados.
He constatado como en fechas recientes, primeros días de abril, varios operarios han comenzado a retirar parte del material de derrubios procedente de esta fuerte avenida del barranco. Nada de los depósitos anteriores que habían arrastrado antiguas avenidas, que habían elevado el nivel del cauce y que nunca se llegaron a retirar.
Esperábamos todos que la retirada de materiales continuara hasta conseguir que el nivel de entrada en el túnel del barranco, alcanzara una altura mínima de un metro y medio -altura que debería mantenerse, barranco arriba, por lo menos hasta la estación de bombeo de aguas residuales. Para ello no se necesitaba más que una excavadora, una pala y decenas de viajes de camiones retirando todo el material sobrante.
Desafortunadamente, hoy día ocho de abril, al darse por terminado el trabajo en la zona, corroboramos aquello que teníamos en mente: una simple y puntual acción de maquillaje, previa a la Semana Santa, acción que de nada servirá pues ni se ha conseguido en la boca de entrada una altura mínima -metro y medio a dos metros-, ni se ha hecho nada en la salida del túnel.
Y ahí se encuentra el problema actual. Un túnel cuya boca de entrada se aproximaba a los ochenta centímetros de altura -altura a todas luces insuficiente-, antes de la riada, pero que en la boca de salida apenas alcanzaba y alcanza cuarenta-cincuenta centímetros debido a la existencia de una losa de hormigón que convierte el cauce en un embudo y los derrubios arrastrados en tapones capaces de provocar colapsos y desbordamientos, como ya ha sucedido.
Es preciso eliminar por completo la losa de hormigón. Es necesario darle inclinación a la salida del cauce. Hay que conseguir una altura de dos metros mínimo a su salida para que, en grandes arrolladas, el agua discurra libremente hacia la playa y no tenga dificultad en alcanzar el océano.
Esta altura es la que tiene el enorme socavón que justo al final de esta losa de hormigón provocó el agua en busca del océano.
La operación que se acaba de hacer con la vista puesta en la Semana Santa, se complementó con el movimiento de toneladas de arena de la playa para tapar los efectos de la arrollada a la salida del barranco. Nada más, sepultado el problema, se acabó el mismo. Una vergüenza.
Si las obras necesarias no se ejecutan, el desbordamiento volverá a ocurrir.
Vecinos y ciudadanía esperamos que se actúe con diligencia. No es necesario un sesudo estudio técnico porque así lo ven ya los técnicos consultados a pie de obra.
Resumiendo las actuaciones que deben acometerse para evitar futuras inundaciones y posibles desgracias personales:
1.- Realizar un verdadero puente, tipo túnel, a su paso por el barranco, que favorezca el drenaje bajo la GC-117, de las aguas de arrollada. Eliminación de los inútiles tubos de hormigón.
2.- Recanalización del barranco, con la profundidad necesaria para el discurrir del agua de arrollada, hasta su encuentro con el puente ya existente, junto al enlace de la GC-1 con la GC-118. Es de juzgado de guardia como está ahora, cortado y colapsado el cauce del barranco.
3.- Ampliación máxima en la altura del túnel de salida del barranco en su encuentro con la playa de Salinetas, bajo la GC-118.
Si estas actuaciones no se llevan a cabo, estimo necesario que las Comunidades de los Edificios, Asociaciones de Vecinos y casas particulares afectadas por los daños acaecidos en la reciente inundación del pasado tres de marzo, inicien acciones judiciales contra las personas e instituciones responsables, pues son ellas quienes tienen la obligación de velar por el buen estado de la red hidrológica, independientemente de que episodios de borrascas como la sucedida sean o no ocasionales.
Pienso que, sólo cuando haya denuncias en los Juzgados por negligencia y abandono de sus funciones, otras serán las responsabilidades civiles y penales de los encausados cuando llegue una nueva riada y otra será la respuesta a las demandas planteadas.
José Manuel Espiño Meilán. Escritor, viajero de caminar pausado, ecologista y educador ambiental.