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Inundaciones en Telde (1)

Espiño Meilán, José Manuel - domingo, 13 de abril de 2025
Cuando la vida te da sorpresas

Dedicado a la Providencia y a la Buena Fortuna, artífices de que en las inundaciones acaecidas en Telde,
el pasado marzo, no nos encontremos lamentando desgracias personales.
Mi más enérgica repudia a quienes tardaron años en llevar a cabo la limpieza de las deficientes infraestructuras existentes con el fin de facilitar el paso del agua en las grandes avenidas, aliviaderos y túneles
que se encuentran aún cegados por tierras y escombros.

Inundaciones en Telde (1)
El último episodio sucedió en Telde el día 3 de marzo del presente año y el día 1 de abril aún no se había tomado medida alguna como limpiar de urgencia las bocas de los aliviaderos y túneles cegados por la riada.
La alerta de una nueva borrasca hizo que el martes día 2 una excavadora comenzara a acumular tierras y piedras que cegaban el exiguo cauce bajo la carretera de Salinetas, pero ni ese día ni los siguientes camión alguno comenzó a llevarse el aluvión de derrubios que con tanta diligencia removió la máquina, sólo los que varios operarios extraían en sacas del centro del túnel. No se trata de remover los derrubios, se trata de bajar el nivel hasta conseguir el drenaje total del agua de arrollada.
Los vecinos están controlando qué obras se van a acometer pues una limpieza superficial de piedras y tierra no servirá absolutamente para nada, pues la boca de salida del agua es tan estrecha -menos de 50 centímetros de altura, ante el metro y medio de altura en la entrada de la misma-, que un efecto embudo hace que las aguas bajo él no tengan espacio suficiente para salir y rebosen fuera del cauce -La foto que encabeza este artículo nos da la idea del exiguo paso del agua frente al ancho que ocupó la riada y que formó un paso libre sobre la arena de 2 metros de altura, como puede observarse aún si nos acercamos a la playa-.
Pero no adelantemos soluciones sin analizar con calma los problemas, que son muchos y de diversa índole.
Si ahora no se realizan las obras necesarias, el desastre acaecido se repetirá de nuevo en éste barranco y las autoridades responsables harán gala, como lo hicieron en Valencia, de ser unos ineptos, unos irresponsables y hacer dejación clara de sus funciones.
Se trata de exigir una solución definitiva. No se trata simplemente de una profunda retirada de los materiales de arrastre acumulados en la desembocadura, acción que es urgente, sino de poner en marcha el plan de obras necesario para dar una solución duradera al problema.
Es triste recordar el suceso del día 29 de octubre del pasado año en Valencia pero hay que hacerlo. Primero por recuerdo y respeto a las víctimas habidas y segundo para que tal fracaso institucional no vuelva a repetirse.
No hay tanta diferencia en las inundaciones -el fenómeno en sí es similar-, aunque alguno crea exagerada la comparación. Afortunadamente para la población canaria, la teldense en particular, el número de litros por metro cuadrado fue muy inferior -31 litros por metro cuadrado frente a los 300 litros por metro cuadrado que cayeron en algunas zonas de Valencia- y el tiempo de lluvia muchísimo menor en nuestra localidad, pero, en ambos casos, la labor y gestiones previas de los responsables públicos no consigue el aprobado. Para ello me baso en una sencilla razón que paso a exponer. Si existen planes de actuación en zonas como la de Salinetas, consideradas en ese Plan como Zonas de Inundación Frecuente -nos referimos al Plan de Gestión de Riesgos de Inundación, elaborado por el Consejo Insular de Aguas y que cualquier ciudadano puede consultar pues se encuentra en su Web, ¿cómo puede ser que no se haya llevabo a cabo obra alguna desde la última riada? ¿Cómo puede ser, si ya en aquel momento hubo inundaciones de vías, cortes y cierres al tráfico, y se sufrieron pérdidas de vehículos por arrastre?
Consultar los medios de comunicación es asistir a una enervante cantinela donde la clase política está instalada en un estúpido pim, pam, pum. Que si tú, que si tú más, que yo estaba de almuerzo, realizando gestiones, reunido con empresarios, dando un paseo…, que si estaba en una reunión, que si no estaba, que si sí, que si no, mintiendo más que Pinocho y mareando la perdiz, y mientras tanto el agua llevándose casas, coches y personas. Total, en la riada valenciana, 227 muertos. Esta es la cifra oficial de fallecidos y ninguna persona, que cobra un sueldo que ya quisieran los ciudadanos de a pie, con la responsabilidad y el poder suficiente para gestionar que esto no suceda sin una alerta temprana, se fue al paro, a la cárcel, o ha tenido que pagar por su ineptitud. Al menos de momento, esperamos que la justicia haga su labor.
Es ese y no otro el gran problema de nuestra sociedad, mientras en el ámbito privado los equipos responsables de gestión y dirección estarían despedidos, de inmediato en la calle, en el ámbito público ni técnicos, ni gestores, ni responsables directos, ni político alguno, son fulminantemente cesados en sus cargos, a pesar de la desastrosa gestión llevadaa cabno, por inexistente, y a pesar de los cientos de fallecidos que jamás supieron la que les venía encima.
Es tan serio el problema que voy a tratar, que me permitirán el poder desglosarlo en dos artículos.
Inundaciones en Telde (1)El primero, éste, lleva por subtítulo: "Cuando la vida te da sorpresas". El segundo, más impactante, centra su atención en los puntos negros y las obras sin hacer. Un artículo que, tras su lectura, exige una respuesta inmediata de los responsables públicos. De ahí su subtítulo: “¿Esperamos por los muertos?”
No exagero nada en los planteamientos que voy a exponer, ni en las escasas expectativas que espero hacia una solución eficiente y válida, pero si está publicado, su valor perdurará y si se exigen dichas acciones a través de los vecinos afectados por la reciente riada, la responsabilidad de quienes hagan caso omiso y dejación funciones será mayor.
Comenzamos pues por este primer artículo: “Cuando la vida te da sorpresas”.
La naturaleza ha generado en Gran Canaria una red hidrográfica amplia, algo propio en islas de formación volcánica. A todo proceso de formación le sucede un interminable proceso erosivo.
Como ejemplo de ello, observaremos el municipio que deseo tratar por los efectos de la Dana reciente, Telde. En su territorio municipal algo más de una docena de barrancos y barranquillos desagüan al océano en una quincena de kilómetros de costa lo que supone un desagüe natural y por consiguiente, zonas de riesgo en períodos de fuertes lluvias, de un barranco o barranquillo por cada kilómetro de litoral.
Algunos de ellos son de corto recorrido y en su trazado no deberían existir extraños elementos que ralenticen o detengan el discurrir de las aguas de arrollada, sean de la intensidad que sean. Pero mientras alguno presenta su cauce sin injerencia alguna del ser humano en su desembocadura -barranquillo de Las Arenas y barranquillo de El Goro-, otros como el barranquillo de La Garita presenta su tramo final cegado y obligado a discurrir las aguas sobre el asfalto en busca del océano. Algo parecido sucede con el barranquillo de Las Monjas o barranquillo de San Borondón, donde su cauce ha sido asfaltado e intervenido junto a su ladera izquierda por diversas actuaciones urbanísticas que lo han convertido en una peligrosa torrentera en épocas de fuertes lluvias, donde las aguas de arrollada son capaces de arrastrar todo lo que encuentran a su paso.
Otros barrancos son de mediano recorrido y han visto, en su historia reciente, cómo se han estrechado sus cauces y cómo se han asfaltado, generando problemas que se han traducido en desplomes de muros de fincas que limitan e invaden el espacio correspondiente a sus cauces, en el derrumbe de alguna vivienda construída en la mismísima desembocadura -barranco de Ojos de Garza, cómo no, sobre una parte del suelo público correspondientre al cauce-, y en el arrastre de coches y contenedores de residuos, convirtiéndolos en chatarra y residuos inservibles -caso del barranco de Ojos de Garza, del barranco de Sacateclas, más conocido como barranco de las Huesas por discurrir por esta población teldense, del barranco del Negro, conocido tambien por barranco de la Hoya Mondongo por discurrir entre esta zona agrícola, también llamado barranco de Melenara por desembocar en tan popular playa, y del barranco de La Rocha.
El resto son grandes barrancos -barranco de El Draguillo, barranco de Silva, barranco de las Bachilleras, barranco Real de Telde y barranco de las Goteras o de Jinámar. En éstos aún no hemos tenido que lamentar daños extraordinarios, más porque la Providencia ha sido favorable que por el hecho de que su red hidrológica esté controlada y vigilada.
Sólo es preciso caminar por sus cauces para constatar como no se denuncian y sancionan cierres ilegales de parte de los mismos, cauces que tienen bien definida su titularidad pública, no hay más que observar los bolardos ubicados a ambos lados del mismo y, aunque algunos por intereses particulares los han hecho desaparecer, el registro cartográfico da fe de su exacta ubicación y de sus verdaderas medidas, como no se erradican definitivamente los aparcamientos ilegales que se realizan sobre sus cauces, como no se recuperan aquellos espacios agrícolas -fincas que llevan años sin estar en explotación y que fueron cedidos con concesiones de uso, caducadas y no renovadas, encontrándose sobre suelo público, como no se sanciona a quienes depositan escombros, restos de materiales agrícolas y basuras varias sobre los cauces, materiales susceptibles de convertirse en mortales tapones cuando los aliviaderos de aguas son insuficientes para dar paso al volumen de las riadas, provocando indeseables retenciones y acumulaciones de agua en caso de grandes avenidas. Nos referimos a las temidas masas de agua que tanto daño producen cuando las represas formadas por acumulaciones de materiales se rompen o desbordan-, como no se denuncian y sancionan los vertederos ilegales de escombros, capaces de sepultar íntegramente el cauce de un barranco como lo veremos en el próximo artículo, referido al barranquillo de Sacateclas, etc, etc, etc.
Para tratar con cierto rigor este artículo quise saber si partíamos de cero o si, en pleno siglo veintiuno, los organismos públicos responsables de la vigilancia y mantenimiento de los barrancos desarrollaban su gestión con eficiencia.
Para ello procuré toda la información posible, relativa al Consejo Insular de Aguas y entre las secciones o campos de trabajo que exponen en su página web, me interesé por dos de ellos:
• El Inventario Insular de Cauces y Plan de Inundaciones.
• El Plan de Gestión de riesgos de inundación (Ciclo 2021-2027) y (Ciclo 2027-2033).
El primero presenta un excelente mapa con toda la red hidráulica de la isla, donde se registra desde la más pequeña vaguada hasta cada uno de los extensos cauces de barrancos donde desagüan todos sus aportes hídricos.
Lo amplié una y otra vez para observar con detenimiento las desembocaduras de una parte de esa red hidráulica -en concreto, la referida al municipio de Telde-. No es difícil constatar como la franja urbana ejerce una brutal presión sobre el espacio de dominio público de estos barrancos y así es fácil detectar la presencia de múltiples viviendas fabricadas en dominio del cauce y en zonas de riesgo por posibles inundaciones, sirva de ejemplo las situadas en terrenos inestables de laderas.
De las que ocupan parte del cauce dan fe los testigos de hormigón que el Consejo Insular de Aguas ha ubicado en los cauces de cada barranco y cada barranquillo. Identificados con las letras C P -iniciales de Cauce Público- y el anagrama en relieve del Consejo Insular de Aguas, nos permite refrendar como en la zona de dominio público -la existente entre dos mojones ubicados al mismo nivel en ambos márgenes del barranco-, se encuentran construcciones e instalaciones eléctricas, de agua, de saneamiento, de telefonía, casetas particulares dedicadas a la cría de perros de caza, corrales de cabras y gallinas, casetas para guardar materiales de construcción, escombreras, etc. etc. etc.
Todas estas instalaciones están fuera de ordenación, son ilegales y afectan a la seguridad de la ciudadanía pues se encuentran en dicha franja considerada pública y generan un riesgo potencial.
Tras la lectura sosegada de ambos Dossieres, deseo expresar mi reconocimiento a los equipos técnicos por la calidad del trabajo elaborado al tiempo que manifestar mi enorme decepción si toda esta documentación no está sirviendo para nada, si sólo sirve para justificar la existencia de departamentos específicos y el abono de haberes a los técnicos que la han generado. En suma, si sólo sirve para guardarla en un cajón. Paso a explicar el porqué de esta consideración.
Si tenemos la información necesaria, si disponemos de un plan de gestión efectivo y eficaz, un plan que explicita las necesarias actuaciones a llevar a cabo, fundamentada alguna de ellas sobre un férreo control de las ilegalidades cometidas, tanto en referencia a la sanción de las obras indebidas como al control de nuevas ilegalidades en materia de ocupación de estos espacios considerados de dominio público, es para indignarse y mostrar la mayor de las preocupaciones.
Si además el trabajo realizado por los técnicos concreta 36 ARPSIs ( Áreas de Riesgo Potencial Significativo de Inundación) incluidas en el PGRIGC (Plan de Gestión de Riesgos de Inundación de la Demarcación Hidrográfica de Gran Canaria), encontrándose entre ellos el ARPSI 0007 que corresponde a la Playa de Salinetas y el ARPSI 0008 correspondiente a la playa de Ojos de Garza, así como otros cuatro ARPSIs, dentro del municipio teldense, surge una pregunta obligada: ¿cuál de todos estos ARPSIs, tiene desarrollado un plan de gestión donde se contemple las obras e infraestructuras necesarias para subsanar los puntos negros y evitar los riesgos potenciales existentes?
Es ésta una pregunta que realizo públicamente a todos y cada uno de los políticos con responsabilidades en ello, porque, que yo sepa, no hay plan alguno de gestión desarrollado.
Para esto va servir el ejemplo que voy a tratar con el barranco de Sacateclas. Un barranco maltratado que derivó en inundaciones con daños de diversa consideración a lo largo del mismo y en su desembocadura.
Es curioso que, cuando leo con calma el apartado de soluciones en el Plan de Gestión, aparezcan acciones como identificar, analizar, coordinar, seguir, mejorar, incrementar, informar… todas ellas acciones verbales que no suponen cambios físicos ni actuaciones concretas sobre los espacios a tratar. En ninguna parte del texto he observado palabras como: hacer, obrar, encauzar, ejecutar… verbos que sí corresponden, en su definición, a acciones concretas y definidas.
El Plan recoge todos los parámetros analizables, incluido el de Mejora de las condicones morfológicas (Código 04) con la descripción: “Mejora de la estructura del lecho y de las orillas”, que en nuestras islas vendría a traducirse en: “Mejora de la estructura del cauce y de las laderas” -perdónenme la duda pero no quiero pensar que una buena parte de este Plan sea fruto de un vulgar corta y pega de otros Planes peninsulares-. En el mismo se explicitan soluciones específicas tales como revisión, drenaje, valoración de las infraesturas de paso del agua, ocupación de laderas… (pagina 79 a la 82), soluciones que, como veremos en el barranco Sacateclas, nadie ejecutó.
Lo cierto es que el barranco que desemboca en la playa de Salinetas esta considerada una Zona de Inundación Frecuente, según los parámetros de medidas aprobados en la Directriz Básica de Planificación de Protección Civil ante el riesgo de inundaciones y no veo que se haya tomado ninguna de estas soluciones específicas, más bien al contrario, se ha entorpecido el discurrir libre de las aguas por el cauce del barranco.
La alerta hidrometereológica que contempla el Plan es necesaria, pero la respuesta no puede ser que los vecinos, alertados, salgan corriendo de sus casas para ponerse a salvo. ¿Debe hacerse? Sí, pero cuando existen soluciones eficaces, como veremos tras analizar el cauce del barranco al completo, y revisar, punto por punto, su estado actual tras la reciente inundación y detectar los puntos negros de su recorrido, hay que aplicar con urgencia las soluciones posibles y éstas pasan por llevar a cabo las obras necesarias para solventar los problemas encontrados.
Con o sin los permisos necesarios -las fotos que acompañan estos artículos son clarividentes de las ilegalidades cometidas en este cauce de barranco-, uno se asombra de que no pase algo más, uno teme que algún día lleguen los muertos, uno grita con desesperación cuando ante soluciones que dicta el simple sentido común, continúa la inacción, el desinterés y la desidia por parte de los representantes públicos.
Leo con interés los dossieres referidos a los sexenios tratados. Nos encontramos aún a mediados del primer ciclo (2021-2027) y me pregunto si alguien ha realizado algún balance sobre las mejoras previstas y su grado de ejecución, antes de dedicarse a definir el planeamiento del segundo sexenio (2027-2033). Y pregunto si se ha evaluado el sexenio en marcha porque de lo que sí sabemos es de que el Gobierno de Canarias dejó de invertir y devolvió 1.329 millones de euros el pasado año, récord histórico pero similar al del año anterior, con una devolución de 1.286 millones. Son datos fiables del Ministerio de Hacienda y mi pregunta es: ¿En verdad no hubo dónde invertir esas partidas presupuestarias en las islas? Sobran los comentarios.
¿Acaso no existieron y existen obras urgentes para paliar los efectos del cambio climático, intervenciones como ésta referida al saneamiento y seguridad en los barrancos? Ante la realidad de las cantidades devueltas, todo ello se me vuelve incomprensible.

José Manuel Espiño Meilán. Escritor, viajero de caminar pausado, ecologista y educador ambiental.
Espiño Meilán, José Manuel
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