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Dignitas infinita y justicia social: Una mirada desde la bioética

Garrido, Juan Antonio - jueves, 10 de abril de 2025
Se cumple ahora un año de la publicación de la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe "Dignitas infinita sobre la dignidad humana". Con motivo de este aniversario utilizo este espacio para hacer algunas consideraciones que animen a su relectura o a acercarse al documento a los que no lo hicieron hace un año. Lo hago a partir de lo estudiado para mi intervención, a invitación de Cáritas Ferrol que agradezco, en la mesa redonda en que se presentó el documento en 2024.

Empiezo por destacar el gran valor del documento en cuanto a hacer una llamada de atención al menosprecio de la dignidad, valor intrínseco de todas las personas, y enumerarescenarios existenciales en que dicha dignidad está siendo puesta en riesgo o no contemplada.

Junto a ello hago constar la existencia en el documento vaticano de contenidos con enunciados con los que discrepo desde mi análisis bioético, como he argumentado en publicaciones previas ("Acortar la muerte sin acortar la vida", 2006, editorial PPC; "Los profesionales sanitarios ate la bioética" https://www.vidanuevadigital.com/pliego/los-profesionales-sanitarios-ante-la-bioetica/), y desde mi conocimiento y vivencia del mensaje de Jesús y la atención a las necesidades de las personas. No pudiendo entrar aquí en revisar de nuevo dichos temas que aparecen en el documento, sí quisiera aprovechar el aniversario de su publicación para resaltar el especial valor de sus aportaciones a la reflexión sobre las dificultades de instauración de una justicia social. Lo haré desde mi mirada bioética, en este caso partiendo del concepto de justicia sanitaria.

Entendemos como principio de justicia, desde el punto de vista bioético, aquel que obliga a tratar a las personas con igual consideración y respeto, a no discriminar, y a una distribución justa de los recursos limitados.

En un mundo sanitario en que las certezas están ausentes planteo la bioética como una ética de la responsabilidad, frente a éticas de convicciones o utilitaristas. Además de tener en cuenta los principios, incorpora las circunstancias concretas admitiendo así excepciones proporcionadas a los preceptos, si estas decisiones excepcionales respetan más a las personas implicadas que la aplicación automática de los principios. La argumentación adecuada de estas excepciones regida por la virtud de la prudencia completa la propuesta metodológica. Pone de manifiesto la necesidad de buscar cursos de acción intermedios frente a los extremos (sí-no, blanco-negro).

El documento vaticano matiza la palabra dignidad con distintos calificativos. Dignidad ontológica, aquella inherente a todos los seres humanos, incuestionable. Dignidad moral, la que permite el ejercicio de la libertad. Dignidad social y existencial, determinadas por las condiciones en que la persona desarrolla su existencia. Me voy a referir a estas dos últimas.

El texto de la Declaración dice literalmente: "Cuando hablamos de dignidad social nos referimos a las condiciones en las que vive una persona. En la pobreza extrema, por ejemplo, cuando no se dan las condiciones mínimas para que una persona viva de acuerdo con su dignidad ontológica, se dice que la vida de esa persona pobre es una vida "indigna". Esta expresión no indica en modo alguno un juicio hacia la persona, al contrario, quiere destacar el hecho de que su dignidad inalienable se contradice por la situación en la que se ve obligada a vivir. La última acepción es la de la dignidad existencial. Hoy se habla cada vez con más frecuencia de una vida "digna" y de una vida "indigna". Y con esta expresión nos referimos a situaciones de tipo existencial: por ejemplo, al caso de una persona que, aun no faltándole, aparentemente, nada de esencial para vivir, por diversas razones, le resulta difícil vivir con paz, con alegría y con esperanza. En otras situaciones es la presencia de enfermedades graves, de contextos familiares violentos, de ciertas adicciones patológicas y de otros malestares los que llevan a alguien a experimentar su propia condición de vida como "indigna" frente a la percepción de aquella dignidad ontológica que nunca puede ser oscurecida".

Nos invita a tomar conciencia de la centralidad de la dignidad humana, que la Iglesia anuncia, promueve y de la que se hace garante. Esta dignidad es el fundamento de los derechos y deberes humanos. Nos interpela sobre el riesgo de restringir las decisiones sobre la dignidad a lo de uno mismo sin tener en cuenta la comunidad, sin contar con los demás. El desarrollo y defensa adecuada de la dignidad humana incluye la capacidad de asumir obligaciones hacia los otros. Así hay un apartado dedicado a la estructura relacional de la persona humana que me ha recordado, desde la bioética, que frente al culto a la autonomía convertida en autonomismo y lo inadecuado de las decisiones paternalistas, tenemos que rescatar el concepto de AUTONOMÍA RELACIONAL. Es decir, que para ser verdaderamente autónomos nos necesitamos. Así debe ir surgiendo en nuestra sociedad el CUIDADO mutuo como sistema de referencia moral.

Después de una primera parte dedicada a la fundamentación, la segunda (apartado 4 del documento) se centra en "Algunas violaciones graves de la dignidad humana": pobreza-desigualdad (limitaciones en acceso al trabajo), guerra, emigrantes, trata de personas, abusos sexuales, violencia contra las mujeres, discapacidad, violencia digital... La finalidad es a través de esta enumeración defender no sólo el derecho a la vida sino de todas las vidas humanas a desarrollarse con dignidad.

Cuando estoy terminando de escribir leo en los medios que los obispos españoles han alzado su voz en defensa de los derechos de los migrantes. Han hecho un llamamiento al Congreso para que tramiten la Iniciativa Legislativa Popular que aboga por la regularización extraordinaria de más de medio millón migrantes que viven en nuestro país sin documentación. Un buen ejemplo de defensa de esta dignidad social y existencial de la que hablamos y un acto de justicia social.

Por tanto, traigo aquí el recuerdo del documento vaticano como una oportunidad para:
- Convertirlo en un mensaje secularizable enviado desde la Iglesia
- No limitar la defensa de la vida a los confines (principio y final)
- Defender no sólo el derecho a la vida sino de todas las vidas humanas a desarrollarse con dignidad.
- Recordar que la dignidad ontológica hay que defenderla, pero la DIGNIDAD EXISTENCIAL hay que promoverla. Desde la mirada bioética añado que la autonomía no basta con respetarla. Hay que promoverla, y esto no es posible si no se hacen posibles las condiciones que desarrollen la dignidad existencial de la que habla el documento.

No puedo terminar sin hacer una referencia a la PASTORAL PENITENCIARIA que está en el origen de mis escritos de opinión. En ella he encontrado una forma de hacer presente ese mensaje de promoción de todos estos tipos de dignidad. Por un lado, el trabajo por la dignidad social y existencial como acción preventiva de situaciones de riesgo de entrada en prisión e intervención en las acciones de reinserción y postcárcel. Por otro, la especial defensa de la dignidad ontológica y moral de los internos.

EN RESUMEN, recordar la dignidad intrínseca (ontológica) de todas las personas y, a partir de ahí, trabajar porque esa dignidad básica les permita desarrollar una dignidad moral (decisión, discriminación del bien y el mal), social (recursos materiales y comunitarios mínimos, salir de la marginalidad) y existencial (respuestas a problemas físicos, emocionales, relacionados con salud mental, conflictos de relación...).
Garrido, Juan Antonio
Garrido, Juan Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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