Remanso de paz
Alén, Pilar - jueves, 03 de abril de 2025
El mañana para ella no llegará. Lo deseaba vivamente. Cada noche se despedía de sus amigos, reales y virtuales, con un mensaje en el que no faltaba un "qué bonita la vida" junto a unas palabras de agradecimiento y una frase que dice mucho de su optimismo y vitalidad: "esto también pasará". Y lo hacía casi siempre desde la cama de un hospital. Era uno de los sellos de identidad de Marian. Difícil olvidar su sonrisa, semblante sereno, reflejo de su inquebrantable fuerza y ansias de mejorar. La echaba de menos, pero pensaba que su silencio era algo temporal, como el de otras ocasiones en que no podía escribir ni casi hablar porque lo estaba pasando fatal. Padecía una enfermedad contra la que luchó hasta el final. A nadie se lo ocultaba aun cuando sabíamos que una vez y otra su cuerpo se retorcía y quebraba. Todo un ejemplo de entereza ante la adversidad. Más que lo que pueda decir yo, ya ella lo escribió: "La vida es un milagro. Yo lo primero que hago al abrir un ojo por las mañanas es dar gracias. Un día más a estrenar". Y ante el dolor: "Estamos muy instalados en la queja y nos perdemos ser felices". Así me lo confesaba en un WhatsApp.
A Marian le gustaba ver el mar y disfrutar de cuanto desprende belleza. Para la música tenía un don natural. Me será grato compartir con ella el concierto de "Capela Antiqa" que servirá como pórtico de entrada a la Semana Santa. Incluye piezas de maestros de capilla de la catedral compostelana (J. de Vaquedano, Melchor López, Ramón Palacio), composiciones de autores de sobra conocidos (Palestrina, T. L. de Victoria) y de otros menos programados (Cristóbal Halffter, László Halmos). Y hay una pieza realizada por un paisano de Marian: un "Regina Coeli" de José Ignacio Prieto (1900-1980), jesuita jijonense del que conmemoramos 225 años de su nacimiento y sobre quien pocos se han parado a investigar.
Será la última obra de ese evento que se interprete en el presbiterio de la iglesia de s. Agustín de Santiago. El resto se ejecutará en la tribuna, el atrio, la nave mayor, dos altares laterales, el coro y bajo la cúpula central. Monodia y polifonía se turnarán para buscar intencionadamente una atmósfera envolvente, etérea, celestial. De ahí que los promotores hablen de ofrecer una experiencia sonora tal cual, en el pasado, se podría escuchar. Cantores e instrumentistas harán paradas en los citados lugares litúrgicos en ese peculiar "itinerario musical". Toda una novedad para el oyente actual.
El P. Prieto fue un defensor de los dictados más ortodoxos en cuanto a la composición e interpretación de la música sacra se refiere. Como director de la 'Schola Canturum' de la universidad de Comillas y del coro 'Santo Tomás de Aquino' de la Complutense de Madrid, realizó una labor callada aun no reconocida hoy. Quédense con lo que apunta uno de sus biógrafos: «Fue un músico que compuso mucho y bien, pero que no necesitó realizar una "carrera" de éxitos, ni frecuentar géneros de moda, sino que siguió imperturbablemente una línea bien trazada, densa, llena de creaciones de honda inspiración que conviven con piezas de uso cuasi popular con interesantes aproximaciones a la música pura, no dependiente de motivaciones religiosas estrictas» (A. Medina: «El P. José Ignacio Prieto: una trayectoria musical en el espíritu del "Motu Proprio"». Oviedo, 1994).
La antífona mariana que cierra ese recorrido por el tiempo y el espacio, trazado para crear "O Son sagrado" que les he detallado, es propia del período pascual. Veo en esa feliz casualidad -que calificaría de providencial- una oportuna excusa para soñar despierta y así poder visualizar a Marian que ya goza, anticipadamente, del Resucitado en su remanso de paz.

Alén, Pilar
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