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Lugo, veinticuatro horas (2)

Espiño Meilán, José Manuel - domingo, 30 de marzo de 2025
2ªParte
A todos aquellos que han habitado y forjado, desde tiempo inmemorial, la ciudad actual, la que
ahora camino y siento. Yo, lucense de nacimiento, en esta ciudad discurrieron mis infantiles y juveniles
años y muchos de mis sueños. Vanagloriarla he, a través de la palabra, la emoción y el sentimiento.

En mi anterior artículo les había dejado disfrutando de la oferta gastronómica lucense en una zona bien definida del recinto amurallado: la plaza del Campo y calles aledañas.
Deseosos de seguir el Lugo, veinticuatro horas, volveremos sobre nuestros pasos, camino de la catedral, apenas unos metros en busca de su portada románica. No será necesario bajar las escaleras pues una rampa a nuestra izquierda nos permitirá acceder y cruzar la plaza de Santa María. Lugo, veinticuatro horas (2)
Escaleras arriba por la escalinata de Luis Pimentel, alcanzamos la calle Conde Pallares. Dirigimos nuestros pasos hacia la izquierda y en un par de minutos nos encontramos con la calle doctor Castro. Ahí mismo, justo a la derecha, tres ventanas arqueológicas nos revelan un secreto bien guardado bajo el suelo. Secreto que se revela a vuestra espalda pues una puerta facilita el acceso a una domus romana, domus bautizada como Casa de los Mosaicos y que visitaremos descendiendo al subsuelo.
Aquí iniciamos el recorrido arqueológico de la tarde. En una casa construída en tiempos del Bajo Imperio, entre los siglos I y II y habitada hasta mediados del siglo V. Se trata de una casa señorial, de gente pudiente y poderosa, en la que podemos observar -un audiovisual reconstruye la domus como era y la vida cotidiana de la época-, una gran sala de recepción, una antesala con motivos figurativos y geométricos, el salón de invierno y los restos de un patio interior porticado. Observamos además excelentes mosaicos, pinturas murales, bases de columnas y restos del hypocaustum -sistema de calefacción por aire caliente desarrollado bajo el suelo-.
Tras nuestra visita, al recuperar la calle giramos a nuestra izquierda, camino de la plaza Mayor. Un nuevo giro a la izquierda nos permitirá, bajo los soportales de la plaza, recorrer una veintena de metros y encontrarnos en la rúa da Raíña. La cruzamos y seguimos recto, en busca de la calle de San Pedro.
Esta calle culmina en la Puerta del mismo nombre, entrada que se conocía antes como Puerta Toledana. Disfrutemos con su visión, pues es una de las cinco puertas de origen romano que se conservan.
Por primera vez salimos del recinto amurallado para proseguir por la calle de San Roque, un centenar de metros. A nuestra izquierda pasaremos junto a los jardines de San Roque y llegaremos a la iglesia del mismo nombre. Justo en la fachada lateral que da a los jardines, una senda nos acerca al Centro de Interpretación de San Roque.
Desde la casa de los Mosaicos hasta aquí, apenas habremos caminado unos quince minutos. Un ejemplo más de Lugo como ciudad hecha a medida para recorrerla con paso sosegado.
El Centro Arqueológico de San Roque es una ventana abierta en el subsuelo a las necrópolis romanas. Ésta, ocupaba todo el área donde se asientan los jardines de San Roque y zonas colindantes. Tumbas, sarcófagos, urnas, vasijas de barro y vasijas cerámicas, algunas guardando cenizas procedentes de incineraciones, sepulturas de inhumación, estanque con gárgolas, horno para la fabricación de materiales cerámicos…, nos permiten seguir el rastro de la ocupación de este espacio antes, durante y finales del imperio romano.
Regresamos al recinto amurallado, atravesando para ello los jardines del Parque. Encontramos en ellos un busto escultórico con la figura del eminente músico y compositor lucense Juan Montes. A nuestra llegada a la Puerta Toledana la franqueamos, pero en vez de retomar la calle de San Pedro, nos desviamos por la calle que a nuestra izquierda bordea el gran paño interior de la muralla, en busca de la Plaza del Campo Castillo. Observaremos, a nuestro paso, interesantes fachadas de edificios bien conservados, singulares arquitecturas y hermosas balconadas. No obstante nos sorprenderá que sólo en esta zona sigan manteniéndose una serie de casas adosadas a la muralla.
La plaza del Campo Castillo se abre a nuestra izquierda ante nosotros, uniéndose a otra más pequeña, ubicada tras el pazo consistorial. Nosotros continuamos recto, entre ambas plazas, en la procura de la Plaza Mayor.
Dirigimos nuestros pasos en busca de los hermosos jardines de época. Pasearemos por su paseo central para gozar con la hermosa imagen que proporciona, a nuestra espalda, la fachada barroca del espléndido pazo gallego, sede en la actualidad de la Casa Consistorial. A nuestra derecha una sucesión de soportales procuran abrigo no sólo a los viandantes sino a las terrazas que se abren junto a ellos, invitando a la contemplación de sus usuarios y al plácido disfrute de los jardines y de la Plaza Mayor. A nuestra izquierda observamos el vetusto edificio que alberga el colegio de los Padres Franciscanos y a continuación el Círculo de las Artes, emblemático edificio de finales del siglo XIX.
La Plaza Mayor, tanbién llamada Plaza de España, es el lugar donde, en época medieval, se celebraban los mercados en la ciudad. Hoy es lugar de encuentro y orgullo de todos los lucenses. A los cuidados jardines donde la flora ornamental, vistosa por su cromatrismo: jacintos, dalias, lirios, rosas y un escogido abanico de pequeñas plantas, se une el delicado aroma de sus flores. Las rosaledas han sido siempre un rasgo de identidad de estos jardines, al igual que los majestuosos, por su belleza y copa, magnolios que destacan entre otras especies arbóreas. Y así, entre estímulos olfativos y visuales, nos encontramos frente al kiosco de la música.
Lugo, veinticuatro horas (2)Gratos y entrañables recuerdos despiertan en mi memoria, también un doloroso sentimiento de añoranza y ausencia. Pocos años tenía, pienso que seis, acaso siete, cuando de la mano de mi padre, acudía domingo tras domingo al concierto que ofrecía la Banda Municipal de Música de Lugo. Recuerdo a mi padre muy elegante, vestido con traje y corbata, orgulloso de llevar a su hijo junto a él. Recuerdo como nos acercábamos al templete para coger, de un atril habilitado para ello, un programa donde se registraba cada uno de las obras musicales que iban a interpretar y, bajo ella, el nombre de su compositor. Más abajo, el nombre del director de la Banda de Música.
Recuerdo dos partes del concierto con un breve descanso en el intermedio. También recuerdo la asistencia de un público numeroso y lo difícil que era encontrar una silla libre donde sentarse y disfrutar más cómodo de los placeres de la música. Los asientos, que el ayuntamiento distribuía al pie del quiosco un poco antes del concierto, eran retirados con la misma presteza, una vez concluía el mismo. Aún retengo en mi memoria los calurosos aplausos con los que el público asistente despedía al director y los músicos de la banda. Durante mucho tiempo he asociado la salva de aplausos con la sonrisa de satisfacción de mi padre y los conciertos dominicales.
Pasado el templete, a nuestra derecha se encuentra una original escultura dedicada a Luis Pimental, poeta lucense nacido en una de las casas que se encuentran al fondo de la plaza, justo al lado de la escalinata dedicada a su figura. Frente a mí, una reproducción de un carro romano, en concreto de una biga, carruaje que hace la delicia de los más pequeños y se convierte en curiosa montura durante la recreación histórica del mundo castrexo y romano -Arde Lucus-, para quienes desean llevarse una original fotografía, bien vestido de romano o caracterizado de castrexo. Aún dentro de la Plaza Mayor, a nuestra izquierda, justo frente a la entrada del Círculo de las Artes encontramos las esculturas a tamaño real de dos personas artífices del nacimiento de la ciudad: César Augusto, hijo del divino Julio César, y su pretor Paulo Fabius Máximo, bajo cuyo mandato tuvo lugar la fundación y consolidación de esta ciudad romana.
Seguimos nuestro recorrido y para ello abandonamos la Plaza Mayor por la escalinata que nos lleva a otra pequeña plaza, la dedicada al arquitecto Casas Novoa. Es visita obligada a nuestra derecha, la ventana arqueológica que nos muestra una posible piscina romana del siglo IV. Las dudas siguen presentes. Acaso forme parte de un extenso complejo termal, puede que pertenezca simplemente a un balneario doméstico, pero también hay conjeturas que apuntan en la dirección de formar parte de un baptisterio paleocristino. Con una capacidad aproximada de unos cuatro mil litros de agua, tras observarla y disfrutar con calma, nos sorprende la presencia de parte de su decoración original, con teselas de colores negro y grises a modo de mosaico, así como el arranque de los ábsides y las escaleras de acceso a la piscina.
Al término, volvemos sobre nuestro pasos, apenas una decena de metros, y continuamos la travesía que rodea el edificio de la Catedral. Esta vía, la rúa de los Clérigos, nos conduce hasta la rampa de acceso a la muralla, al pie de la plaza de Pío XII.
En este breve recorrido encontraremos un par de galerías acristaladas en madera en las dos plantas superiores de dos edificios adosados a la catedral. A modo de balcón corrido, sus ventanas, con múltiples cuarterones acristalados, son de dos hojas, tipo guillotina. Esta tipología de fachadas eran más habituales en mis tiempos infantiles y siempre cautivaron mi atención e interés. No niego que me agrada su visión, su recogimiento y belleza.
Antes de abordar la Muralla nos maravillará, una vez más, la fachada neoclásica de la basílica catedral de Santa María, aunque culminadas las torres a finales del siglo XIX, con notables variantes sobre el diseño original, algunos historiadores consideran más adecuado definirla como de estilo ecléctico, aunque el neoclásico sea el imperante.
Junto a la rampa de acceso al monumento romano se encuentra el Museo Universitario A Domus do Mitreo, nuestra tercera visita de la tarde y una recomendación inexcusable. Como ya saben, un mitreo es un santuario levantado por sus devotos al dios Mitra. Fue erigido entre el año 212 y 215 d.C. Esta domus es un ejemplo de casa perteneciente a un alto rango militar y/o funcionarial. Al parecer pertenecía a un centurión de la Legio VII, cuya misión era recaudar impuestos en Lucos Augusti. Sorprende la Domus no sólo por su riqueza arquitectónica y espaciosas estancias sino por los servicios complementarios a los que tenían acceso aquellas familias de alto rango social tales como el acceso directo al agua de abasto procedente del acueducto y a los sistemas de evacuación de agua negras directamente a la cloaca Máxima. Los cuatro siglos de existencia de esta domus van parejo al período del imperio romano en la ciudad. Tal singularidad permite analizar aspectos muy significativos en la historia de esta urbe romana. En el período de construcción de la muralla romana, el trazado de la misma obligó a una severa expropiación de parte de su superficie. Desapareció una buena parte de ella, pero los correspondientes estudios arqueológicos han permitido obtener nueva información sobre la cimentación de la muralla -excavación realizada a siete metros de profundidad bajo el piso actual-, así como conocer mejor los procedimientos y técnicas constructivas, la técnica y uso del encalado y el arranque en las escaleras de acceso.
Tras salir del Mitreo, toca subir al adarve de la Muralla. Cuarenta minutos a pasa sosegado nos bastarán para culminar una vuelta completa y regresar al punto de partida. Un poco más de dos kilómetros, para ser exactos dos mil doscientos sesenta metros.
Nada quiero contarles de este recorrido, si acaso la singularidad que proporciona observar la ciudad interior, el Lugo amurallado desde una atalaya tan excepcional. Dos espectadores observan la muralla para la eternidad. Se trata de dos gigantescos murales cuyos personajes tienen los ojos puestos en la misma. Uno es “Julio César”, un homenaje a la fundación de la ciudad, el otro “A Castrexa”, un homenaje a la mujer indígena. Los propuestas creativas pertenecen a dos extraordinarios muralistas: Diego Anido Seijas -Diego As-, y Manuel Pallín -Yoe 33-.
El tiempo pasa y es muy probable que sean ya las ocho de la tarde, hora más que recomendable para buscar un lugar para cenar. Tras completar el periplo, al salir de la rampa de la muralla, a nuestra izquierda, pasando junto al museo del Mitreo, una calle nos lleva hasta la calle del Carmen. Se trata de la rúa da Catedral. La identificamos porque comienza con una imperceptible plazuela, la plazuela de la Universidad. Esta calle estrecha está flanqueada por viejas casas, en ruinoso estado algunas y apuntaladas un par de ellas, alertando así de su precariedad y evitando su predecible derrumbe. Culmino en la rúa do Miño. Les recomiendo que suban a la plaza y se dejen llevar por los olores. A la izquierda tienen toda la rúa Nova y a su derecha la calle de la Cruz. En ambas se suceden los restaurantes a uno y otro lado. Al igual que en el artículo anterior, dejo a su elección la selección y el disfrute de uno de ellos, aunque una opción alternativa consiste en visitar varios locales y en lugar de cenar optar por consumir apetecibles bebidas acompañadas por una amplia variedad de tapas y raciones pues, bien sabemos los lucenses que en nuestra ciudad, la alternativa a una cena, sin forzar el estómago, se encuentra es esta recomendable oferta de tapeo.
Al término del disfrute gastronómico les recomiendo no retirarse aún y dar un pequeño paseo. Vuelvan, si no se encuentran ya, a la plaza del Campo para calle abajo continuar el descenso por la rúa do Miño. Antes de salir de la plaza porticada encontraremos a nuestra derecha el Centro de Interpretación del Camino Primitivo y junto a él una Oficiana de Turismo que es también entrada a un centro museístico. A esta hora, inútil es que nos detengamos junto a ellos, el horario no es propicio y obligado es continuar calle abajo en busca de otra de las puertas originales de la Muralla romana, la puerta del Carmen. No sólo es de las más antiguas sino de las mejor conservadas.
Una bifurcación se presenta a nuestro paso. Tomemos la Travesía do Miño o sigamos por la Rúa do Miño, ambas confluirán en la misma Puerta romana.
Y ahora viene la sorpresa. Todo el mundo sabe que siempre debe quedar algo que ver, algo que justifique el deseo de volver a un sitio, en este caso a esta bimilenaria ciudad. Pues bien, son varias las propuestas que he silenciado y son ustedes a quienes he hurtado el placer de saborear. Pero el caso es que la temporalidad de veinticuatro horas no permite mayores recorridos. Varias de estas propuestas se encuentran en el transcurso de un periplo que se inicia precisamente aquí, tras traspasar esta puerta romana.
Así, si cruzamos la Ronda de la Muralla, esa vía que discurre alrededor de la misma, se nos ofrece a nuestra izquierda el Centro de Exposición Porta Miñá y frente a él la hermosa capilla del Carmen o de la Virgen del Camino. El centro museístico realiza un viaje histórico por los orígenes, apogeo, fortificación y declive del Lugo romano. Múltiples piezas: monedas, cerámica, máscaras, vidrio, manufacturas varias… se encuentran expuestas y nos cuentan la evolución de cuatro siglos de imperio. El descubrimiento y puesta en valor de una parte de la Cloaca Maxima, nos permite desentrañar los sistemas y la gestión en el tratamiento de las aguas residuales en tiempos romanos y, sin duda, admirarnos con los avances expuestos en una obra de ingeniería, a todas luces excepcional.
Si siguiéramos calle abajo, nos encontraríamos en la Vía XIX, transitando sobre el trazado de la calzada que unía Bracara Augusta con Asturica Augusta pasando por Lucus Augusti. Trazado romano que nos lleva hasta el río, saliendo justo a la altura de su Puente romano -que lo fue en origen pero ha sufrido remodelaciones con posterioridad- sobre el río Miño. Es esta la ruta del Camino Primitivo que, tras entrar por la Puerta de San Pedro que ustedes ya conocen, y salir por la puerta del Carmen, que ustedes no van en este viaje de veinticuatro horas a traspasar, tras vadear el río sobre el puente les permite proseguir el Camino hasta la catedral de Santiago. Se trata sn duda de un trayecto apasionante.
Pero las propuestas veladas de la ciudad de Lugo y su entorno no terminan aquí pues, una vez llegamos al río, si nuestra idea no es abandonar la ciudad, decenas de kilómetros peatonales se suceden por ambas márgenes del Miño, acercándonos molinos e islas en el interior del río, caneiros y pequeños rápidos y, cómo no, disfrutar con la observación de la fauna asociada a los pastizales y bosques de ribera y a un río limpio, orgullo de todos los lucenses.
Mirlos acuáticos, un martín pescador, cormoranes, garzas, garcetas, ánades reales y un interesante abanico de pequeñas avecillas, levantan el vuelo a nuestro paso, pero no sólo las aves captarán nuestra atención sino que no es raro identificar las huellas de alguna nutria en las fangosas orillas del río, tal vez lleguemos a verlas o nos podremos sorprender con la precipitada carrera de uno o varios corzos, sorprendidos pastando en las herbeiras -pastizales-, que descienden hasta el río.
Estimados lectores, no sigo. Con la añoranza y compromiso de una segunda visita a Lucus Augusti, justo aquí, en la Puerta Romana del barrio del Carmen nos quedamos. Regreso por sus calles, rúas que me permiten disfrutar de sus casas y pazos restaurados y de un trazado con reminiscencias de barrio medieval.
A esta hora, próxima la medianoche, luce la iluminación de la Catedral y la imagen proyectada es propia de un cuento de hadas. No hay duda en que, desde esta calle del Miño, esta visión se convierte en recuerdo inolvidable.
Si están siguiendo este periplo, cierren sus ojos y respiren hondo. Nos encontramos en un punto estratégico donde es posible observar a un tiempo los tres Patrimonios de la Humanidad de los que la ciudad hace gala.
A nuestra derecha se encuentra la Muralla romana, con su Puerta del Carmen y la garita de su puesto de guardia; al frente, las torres iluminadas de la Catedral y bajo nuestros pies, las conchas en bronce que nos revelan que nos encontramos sobre el Camino Primitivo.
Abrimos los ojos y con una luminosa sonrisa en los labios y la satisfacción de haber disfrutado un día completo en una ciudad increíble, nos vamos a descansar. Si alguno de ustedes aún se encuentra con ánimo para pasar la noche sin pegar ojo, la oferta sigue. Salas de música en vivo se encuentran en los aledaños de la plaza del Campo, también en la cercana rúa das Nóreas. Si quieren caminar un poco más, la zona de la Marina Española cubrirá de igual modo sus expectativas.
Por mi parte, excúsenme, tal vez sean cosas de la edad o puede que la mochila emocional se encuentre rebosante de vivencias. El caso es que me levanté como ustedes bien saben y da fe de ello las cuatro imágenes registradas a lo largo del día cada seis horas, a las cinco de la mañana, cuando el canto de los mirlos, y un buen descanso me procura un saludable efecto reparador. Como es habitual en mí, hago caso al ritmo biológico y me retiro. Buenas noches.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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