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Las flores de mi pueblo

Timiraos, Ricardo - lunes, 17 de marzo de 2025
La belleza de los pueblos está plasmada en la sensibilidad de sus gentes. Ver un balcón adornado de flores denota la mano, el mimo y el buen gusto de quien las cuida. Lo mismo ocurre con las personas. Cuando uno convive con los demás, va guardando en el corazón, en el baúl de los afectos, a amigos o vecinos y cada cual ocupa su sitio acorde a su sensibilidad y buen trato. De lo contrario, nos habituamos, aunque duela, a vivir con desapego, aunque es muy probable que sea mutuo. Nadie somos perfectos, ni todos gozamos de los mismos valores y sentido de la amistad. Lógicamente, la convivencia acerca o aleja posturas y la distancia actúa como una triste motosierra que va podando los lazos y rompiendo los corazones. Nadie debiera de ser arrancado de su pueblo porque, sin querer, muchas veces pierde sus raíces y es tarea muy ardua recuperarlas.
Pues bien, quizás sea ese desarraigo lo que a mi me haga ver las cosas que ocurren en Viveiro de un modo diferente. Siempre fui muy crítico y antepuse el bien común a lazos de afectos, tentaciones y prebendas, pero es mi deber cívico, elegido libremente hace más de sesenta años. Me supuso disgustos y me consta que no gozo de muchas simpatías en ciertos círculos, pero es el tributo a mi manera de entender el servicio al pueblo. Otros también podrían servirlo así, pero prefieren llorar en el faceboock o despellejar en las tertulias. Sí, he cambiado el chip de hablar de las pequeñas cosas del pueblo (aparcamientos, municipales, constructores, abusos, tratos de favor...) porque la vida se encargó de destrozar gran parte mis sueños y mis enemigos, los responsables de tantos abusos, también. Ahora bien, todavía canto lo de "Es Vivero delicioso..." y hasta le cambio la letra cuando veo alguna cosa de ésas. Y aunque sé que no son muy caritativos mis recursos, uso la ironía y el sarcasmo, así como chascarrillos, para mis comentarios mordaces. Cuando escribo, procuro utilizar los adjetivos como descriptivos, no como insultos, porque un golfo es un golfo y no valen los eufemismos. Llevo mucho tiempo soñando con un relevo porque, además de ser muy necesario, uno pierde la vitalidad y el descaro que se precisa. Muchos de aquellos fieles lectores me lo reclaman, pero ellos quizás no sepan que evolucioné y prefiero refugiarme en la lectura, en la soledad y en la exquisitez de los amigos. Huyo de camarillas, grupúsculos y aglomeraciones y, aunque me enervan muchas cosas, procuro no amargarme y no discutir continuamente con la gente. No es mi labor, para eso están esos trabajadores municipales tan depresivos ellos. Hay que joderse... (lástima de robots) y pagarles el sueldo.
Sigamos hablando de Viveiro: La despoblación de las aldeas cortó en gran medida la razón de ser de Viveiro. La gente se concentra en las ciudades y Viveiro, mal que nos pese, languidece. Sólo nos queda el mar, Alcoa en la cuerda floja, alguna pequeña industria y ese turismo mayoritario de chanchas. Los supermercados, los chinos y las plataformas de compras están dándole la puntilla a nuestro comercio, a pesar de iniciativas muy ingeniosas. Nuestros comerciantes se reciclan como pueden en espera de la jubilación.
En este contexto surge ahora el conflicto del gobierno municipal. Un perro viejo ya sabe lo que se cuece, donde se hace y quien pone las habas, así como quienes son los protagonistas. Pero eso no procede ahora que ya pasó la marejada. Baste decir que no creo en esta perversión de la democracia (inteligentibus pauca), pero, como deseamos siempre, procede arrear y sacar el pueblo de esta penuria.
Por encima de los afectos personales, a ambas protagonistas, María y Mariña, que tanto monta monta tanto, quiero decirles algunas cosas: Gracias por servir al pueblo, por vuestra valentía, honradez, honestidad, sencillez y constancia, que María demostró y en Mariña también confío. Vuestro cargo implica el mayor honor de una persona y llevarlo a cabo, con aciertos y errores, ha sido y es una gran responsabilidad. Hace muchos años que aprendí que la masa es maleable, casquivana y poco fiable. No reparéis en parabienes ni aplausos porque, además de ser muchas veces falsos, son malos consejeros y afloran con soberbia. Desechar siglas y banderas y huir del fanatismo ideológico tan pernicioso él, no permitáis que os separen intransigencias y recordad lo que decía Gandhi "La intolerancia es una forma de violencia en si misma. Y un obstáculo al crecimiento del verdadero espíritu democrático".
Espero que ambas entendáis mi equidistancia y quiero que sepáis que mis puyas nunca son personales, entre otras razones porque sólo busco el bien del pueblo y con ambas me unen viejos lazos afectivos.
Pues bien, llevando esta visión a la vida ciudadana, y concretamente al último episodio político, me gustaría aportar mi granito de arena de una manera positiva y agradecer a todos los intervinientes su trabajo, esfuerzo y capacidad de sacrificio para sacar adelante un pueblo en decrepitud. No, no seré yo quien haga leña del árbol caído, porque dicha decrepitud tiene otros factores que difícilmente son controlables por parte de quien gobierna- la emigración es un triste mal endémico-; ni tampoco menospreciaré a quien gobernó porque me imagino las vicisitudes sufridas; ni debo reprochar nada a los actores de la moción de censura porque creo que han sido coherentes con sus compromisos; y, por supuesto, jamás adulé y adularé a los vencedores. Dice el evangelio: "Por sus hechos los conoceréis".
Y para terminar vuelvo al principio: Cuando se miran los hechos por encima de siglas, uno debe felicitar a la saliente concelleira, Míriam Bermúdez, del Bloque, por su afán de recuperar arbolado para el pueblo y os animo a seguir el ejemplo. Viveiro está huérfano de árboles y flores y necesita muchos para disimular el excesivo hormigonado. Los Jardines son un clarísimo ejemplo de ese abandono. ¡Y no será por falta de riego! Conviene también precisar que eso es aplicable a todo el pueblo (Casco, Xunqueira, Cantarrana, Covas y Celeiro, el eterno olvidado). Árboles y jardineras, cuidadas con mimo y constancia, darían a la Ciudad un aspecto mucho más bonito y no requieren gran desembolso. ¡Ah! Y no olvidéis que para los abusos y los desperfectos vandálicos no debe temblar el pulso y que la multa es muy efectiva. Suerte y a ver si logramos algo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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