Proyecto FICOS - IV
Ávila Soto, Federico - lunes, 10 de marzo de 2025
Esencia del ser individual y colectivo (2)
La individualidad por sí misma, solo encontraría la oscuridad en la mente, y la atrofia física de todos sus miembros corporales, que lo incapacitaría para niveles tales, como el de llegar a ser humano. Posiblemente, esa individualidad, conduzca a la consecución de un estatus de animal. Que es quién de sufrir, de luchar, de buscar el alimento, de adaptarse al medio, pero que es incapaz, de desenvolver toda la gama de sensibilidades y cualidades, que el colectivo aporta para que disfruten todos sus miembros, en proporciones distintas, según esa misma colectividad, socialice o privatice los bienes colectivos. La colectividad aporta un campo inmenso de saberes, transmite a todos sus miembros cultura, especificaciones propias, los saberes de largos años y siglos en las tareas agrícolas, ganaderas, del mar, de los ríos, de los bosques, de los animales, de la flora, etc., porque esta colectividad, se fue formando hereditariamente, por generaciones de personas, que convivieron y lucharon en los procesos de subsistencia que toda sociedad afronta en el discurrir de los años y siglos. Es por eso, que el individuo come y bebe, de las fuentes del colectivo, así como su existencia se debe, a que no es un ser único, que nace ya de pequeño, en el núcleo formado por lo femenino y lo masculino, y que estos se integran en la especie, primero familiar, luego étnica y social.
El individuo, al comer y beber de la fuente del saber colectivo, desenvuelve capacidades propias. Cuanto más rico sea el saber colectivo, más posibilidades tendrán las individualidades, de progresar con la aportación de las dotes o cualidades propias, y con los medios que disponga esa misma colectividad. Es un proceso de acumulación de conocimientos, de experimentación, de práctica, de perfeccionamiento, de hurgar en las posibilidades, de madurar todas las posibilidades individuales en lo colectivo, de aportar a ese colectivo que precisa de todos, de sus saberes, cualidades y dotes. Por estas y muchas más razones, libres de intereses específicos, que impiden asumir las verdades teóricas sobre la convivencia y organización social humana, la construcción de las sociedades que heredamos, y que nos fuerzan a continuar, están hechas en base al poderío individual, que explota en beneficio propio, lo que es de todos y para todos. La Tierra no es de nadie, pero se reparte y se consolida ese reparto, en forma piramidal a través de los siglos. Para hacerse con la mejor tajada, y apropiarse de lo valioso del momento, se crean las guerras. Solo unos pocos se benefician de la rapiña, y la explotación futura, los más, son carne de la muerte y del olvido, pero colaboran a consolidar, esa forma de relación social, que es vivero de nuevas rapiñas, de nuevas muertes y de nuevas confrontaciones.
Todo lo que pueda acumular el poderoso, el excepcional, el ruin y avaricioso, el más simple de los mortales, todo quedará en la misma Tierra, nada podrá llevarse en la larga infinita muerte. Pero, pensando en esa infinita muerte, pretende -pretendemos- atar en la Tierra, lo que no podemos atar en la no existencia, para lo cual, dictamos normas de fe y cumplimiento, para que lo acumulado, quede en buenas manos ¡familiares!, perpetuando la rapiña, y la explotación de lo ajeno pues, nada de lo que acumula un individuo, sea esto conseguido con trabajo, como si fuera substraído, es de otro individuo. Los otros no fueron, los que lo trabajaron o substrajeron, son meros receptores pasivos e interesados, en obtener lo que no trabajaron ni arriesgaron en substraer, pero, la misma sociedad, arrastrada por los intereses de unos pocos, y del poder que utilizan, así se conformó, basado en la individualidad y la dependencia de figuras que encabezan y lideran, todas las formas institucionales que rigen la vida de la sociedad. La colectividad existe, vive y revive a través de todas las formas de conflicto existencial. Es el manantial de las esencias individuales y colectivas, es la que sustenta y anima toda creatividad, es también la causante de la destrucción, del aniquilamiento físico y moral, de la dignidad existencial y humana; cuando el grado de las avaricias, sueños de grandeza y dominio, así como la pretensión de la "felicidad humana" se conforma en el materialismo posesivo, degenera todo, en la putrefacción social, y del individuo excepcional, porque la excepcionalidad, no es una conquista individual, sino absolutamente colectiva, una construcción y resultado del colectivismo. Por eso mismo, las bases en las que se vienen asentando, el armazón principal de la organización de las sociedades "humanas", está completamente equivocado, y se transmite de generación en generación, con las "camisas de fuerza" de los poderes establecidos, que impiden la libertad, la creatividad, la suma de los valores positivos, el avance generalizado, la asunción de la realidad de la especie que llamamos humana, que históricamente se viene manipulando, y dejando en manos interesadas, ególatras y fantasiosas, con definiciones analítico filosóficas, que todo ser viviente debiera tener noción y conocimiento, para contrarrestar, los ímpetus sinuosos de creencias en seres sobrenaturales, y esa subordinación, a los intereses de los transmisores de eses cánticos fantásticos. Una verdadera vergüenza humana, constatar, como prácticamente, tres cuartas partes de los seres vivientes, que denominamos humanos, estén y estamos, en todo tiempo y generación, bajo el síndrome de lo divino, renunciando en vida, a su propia libertad y creatividad, como fuente que lleva a las aguas del océano colectivo, de la grandeza del colectivo en lo individual.

Ávila Soto, Federico