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Soltando amarras (3): Los destellos del cuidado

Garrido, Juan Antonio - viernes, 07 de marzo de 2025
En esta serie de artículos, desencadenados por las palabras de Pepe Mújica ante su enfermedad tumoral avanzada, quisiera detenerme hoy en las condiciones del entorno de la persona que está en esa fase final de su vida.

Entre las películas estrenadas en los últimos meses que han abordado los problemas y decisiones del final de la vida (La habitación de al lado, Polvo serán y Los destellos) quisiera destacar esta última. En ella una mujer decide cuidar a su ex-marido, con una enfermedad terminal, que no tiene una red de apoyo más allá de la joven hija de ambos, superada por esa situación. La directora de la película, Pilar Palomero, plantea en una entrevista que somos una sociedad envejecida y somos las primeras generaciones que nos preguntamos si queremos vivir tanto tiempo. Yo añado que somos las primeras generaciones que podemos plantearnos en qué condiciones queremos vivir esa etapa final de nuestra vida y que tenemos algunos medios para tratar de dar respuesta a esa inquietud (ver artículos previos). Aunque no podemos garantizar certezas, el proyecto de final de vida,escogido en forma coherente con los valores y modo de vida de la persona, debe ser uno de los avances contemporáneos a defender tan importante o más que los avances científico-técnológicos. Las tres películas dan protagonismo a las personas que acompañan y cuidan a sus familiares o amigos en este final de vida. De alguna manera, en todas podemos destacar la importancia de estar presentes, de estar atentos, de atender, de acompañar, como forma principal del cuidado en esta etapa.

Con "Los destellos" no he podido dejar de recordar que esto ocurre en la vida real. No ha sido excepcional en mi trayectoria profesional encontrar ex-parejas, con más frecuencia ex-esposas, convertidas tras años de separación en las cuidadoras principales de las personas con las que habían compartido su vida años atrás. En distintas situaciones en cuanto al proceso y tiempo de separación, con mejor o peor relación. Destaco el caso especial de una mujer que tras años prácticamente sin comunicación con su ex-marido, al enterarse del ingreso hospitalario acudió a visitarle. Al darse cuenta de la soledad en que se encontraba, lo acompañó y cuidó durante la hospitalización y tras el alta hospitalaria en situación de enfermedad avanzada y dependencia.

Ante situaciones de ausencia de familia o imposibilidad de ésta para realizar cuidados aparecen también en mi recuerdo profesional aquellas amistades de largo tiempo, a veces desde la infancia o juventud, que mantienen un acompañamiento persistente cuando aparece la enfermedad discapacitante o terminal. Conocí a Paco acompañando a su amigo Rodrigo en el hospital cuando éste ingresó en fase final de una enfermedad hematológica. Venía mañana y tarde. Le afeitaba. Nos contaba que su amigo siempre fue un hombre bueno y trabajador. Nos consultó si la hija discapacitada de Rodrigo, única familiar y que vivía con él, podría venir a ver a su padre, aún consciente, y se encargó de traerla. Vimos como Rodrigo se alegraba y emocionaba al verla. Cuando Rodrigo perdió la conciencia Paco se aseguró de que le avisáramos a él en caso de que no estuviera allí en el momento del fallecimiento, ya que nadie más iba a poder acudir. Estuvo presente hasta el final.Esa presencia de la que habla el cine con el que empezaba este artículo.

Juan Antonio Garrido, médico y especialista en bioética
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Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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