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Cuando Claudio II

Silva, Manuel - lunes, 10 de marzo de 2025
Cuando leí la noticia de que el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, había ordenado deportar a su país de origen en un avión militar a emigrantes colombianos, justo en ese momento recordé que su abuelo paterno era alemán, que su madre era escocesa y que su actual esposa es eslovena.
Cuando la obispa Marianm Edgar Budde le pidió a Trump, en el sermón que pronunció el 21 de enero en la catedral de Washington, que tuviera clemencia con los emigrantes y las personas LGTB, la respuesta del presidente, a la salida de la Seo, fue calificarla de "odiadora de extrema izquierda", a la vez que le recomendaba "pedir disculpas".
Entonces me pregunté si la Iglesia Episcopal de USA tiene dos dioses tan distintos: el Dios que, por boca de la obispa, pide clemencia para los emigrantes, y el dios que, por boca de Trump, desvía la bala de su cabeza en un atentado durante un mitin para salvar su vida y, así, pudiera salvar él a América de los emigrantes y de los LGTB.
Cuando me entero de que, según sus palabras, la culpa de la guerra de Ucrania no la tiene Putin, sino el presidente ucraniano, Zelenski -al que llamó "dictador"- me dije para mis adentros: "el mundo, al revés".
Cuando le oí decir que Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá debían pertenecer a los Estado Unidos de América del Norte, mis recuerdos se remontaron a los tiempos de los emperadores romanos, quienes enviaban a sus soldados a anular fueros y fronteras y conquistar así el mundo para Roma.
Pensé, especialmente, en Claudio II, quien, en el siglo tercero, ordenó que sus soldados no se casaran para que así, libres de cargas familiares, pudieran entregarse más y mejor... y por más tiempo a las faenas de las guerras.
Esto fue lo que le costó a San Valentín ser decapitado el 14 de febrero del año 269, pues -en secreto y a escondidas- se dedicaba a casar a los jóvenes que se lo pedían. Pero Claudio se enteró y ordenó que le cortaran el cuello.
Cuando le propuso a Netanhyahu enviar los palestinos de Gaza a Egipto y Jordania para, luego, encargarse él de reconstruir la famosa franja, destruida por la guerra, y hacer allí un nuevo paraíso terrenal en el que nadie pueda, sin su permiso, comer las manzanas del árbol de la Ciencia, llegué a pensar que, en su delirio de grandeza, este nuevo Emperador es posible que esté convencido de que él también es un "nuevo dios" del siglo XXI.
Cuando veo, leo y oigo todo esto, ya empiezo a sospechar que solamente estamos en los aperitivos y que, según le prometió Jesucristo a Natanael: "maiora his videbis". Por eso...

¡QUE DIOS NOS PILLE CONFESADOS!
Silva, Manuel
Silva, Manuel


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