Dedicado a Carlo Collodi, Fabrizio Vittorini y Rafael Hernández Verona, artistas todos ellos en el mundo
de la escritura, los murales y la talla, capaces de lograr en cada niña y niño visitante del parque una sonrisa.
Mi reconocimiento, como niño grande que soy, por su impagable labor creativa.

Aún no ha amanecido. Pendiente estoy de la apertura de un parque singular. El sugerente nombre es, en sí, su mejor carta de presentación: Parque Pinocho.
Ha sido remodelado recientemente, de hecho su inauguración se realizó a finales del pasado año, primeros días del mes de diciembre.
Tenía la necesidad de verlo un tiempo después. La razón, más allá de disfrutarlo, era valorar el uso del mismo y analizar con calma el posible estado de deterioro, si lo hubiere.
Aún no he accedido a su interior pero la imagen observada desde el exterior, a pesar de la valle periférica que lo cierra por completo, me permite obtener una primera visión del mismo y la impresión es buena. El Parque se encuentra en perfecto estado. Ningún elemento está dañado: mesas, bancos, juegos infantiles, murales, parterres, farolas y plantas se encuentran bien.
Aprovecho este breve tiempo antes de su apertura para observar su entorno, analizar con calma el lugar donde se encuentra localizado.
Uno debe reconocer la acertada labor realizada a la hora de idear, diseñar y ubicar este parque en una zona donde el parque de Arnao, por su proximidad, podría ser el referente que justificaría la innecesaria presencia del mismo y haber dejado este espacio convertido simplemente en zona verde. No fue así y este terreno, justo al borde del barranco Real de Telde, luce en todo su esplendor. Para su ubicación se utilizó un terreno no urbanizable que, bien podría haberse quedado como espacio ajardinado siguiendo la línea de los que se encuentran a continuación en esta vía, nominada como Avenida Alejandro Castro. Se trata de unos espacios situados al borde de barranco que cuentan con una buena presencia de palmeras canarias y otras especies arbóreas en su recorrido.
Pero no fue así y este lugar se convirtió en un referente para la ciudadanía en general y para los más pequeños en particular.
Felicito pues a quien tuvo o a quienes tuvieron la idea de concebirlo y crear este pequeño Parque. No se le esconde a nadie que sabiendo de su gestación y creación en la década de los noventa, fácil es ubicar el momento y tiempo de sus autores, tanto políticos como arquitectos y técnicos artífices del mismo.
Felicito de igual modo a quienes llevaron a cabo la presente remodelación pues no es aventurado afirmar que el resultado final es óptimo y el estado calamitoso que presentaba el pavimento, el suelo, los juegos y en general todo el conjunto convirtiendo en peligroso su uso por los niños, es cosa del pasado. Lo cierto es que la imagen que daba tanto abandono, en pleno corazón de la ciudad, era lamentable.
Me aproximo al borde del barranco para observar el cañón que se forma en esta parte del mismo. Un desfiladero por cuyo cauce discurre un atractivo sendero peatonal, bautizado como corredor paisajístico de Telde.
Así puedo apreciar como, bajo la nueva estructura viaria que salva el barranco mediante un moderno y sólido puente de hormigón, se conservan dos pilares de piedra, descabezados. Corresponden a los pilares del antiguo puente que permitía el paso y la circulación entre esta parte del casco teldense y San José de Las Longueras, Montaña Las Palmas, Valsequillo, Tenteniguada, San Mateo... Conocer la época de su ejecución y el ingeniero o arquitecto que lo diseñó es acercarnos a la historia de Telde.
Justo a las seis de la mañana, un operario abre la puerta. Es el quien me informa de que este Parque infantil, al igual que los restantes parques de Telder, permanece abierto todos los días hasta las diez y media de la tarde.
Accedo a su interior. Estoy sólo. Es una buena hora para disfrutar con cada detalle del Parque. Quiero observarlo con calma, disfrutarlo con todos los sentidos. He traído conmigo un libro con el cuento de Pinocho, uno de los primeros cuentos ilustrados. Antes de venir al Parque visualicé la película de dibujos animados que Disney realizó sobre este cuento. Ahora, ante la visión de los murales realizados por el artista creativo Fabrizio Vittorini, no hay duda alguna en que su diseño y ejecución se inspiró en los personajes cinemátográficos.
A nadie sorprende la calidad de las pinturas presentes en la pared, aún menos a los amantes del mundo del graffiti. En boca de su autor, una buena impresión en la pared y sobre ella, sprays de buena calidad garantizan duraderos y excelentes resultados. Dominio de la técnica, pasión y ganas de realizar un mural emblemático son los valores que le han motivado.
Fabrizio Vittorini es un pintor muralista teldense que ha dado vida al cuento de Pinocho, plasmándolo en un logrado mural. Inicia la historia con el carpintero Geppeto en el momento de colorear el muñeco recién creado. Sonríe Pinocho y muestra cara de enorme satisfacción su creador, Geppeto. El siguiente mural explicita el nombre del espacio en cuestión: Parque Pinocho, y no lo hace de cualquier modo sino sobre la materia vertebradora del cuento: la madera. Así, todas las letras simulan aparecer en relieve como letra recortadas en madera y el artista las plasma, no sobre una simple pared de fondo, sino inmersas en un intenso y sugerente cielo estrellado.
El siguiente mural obra el milagro. El muñeco cobra vida gracias a la magia del hada.

Un hada propia de los cuentos mágicos; hermosa, azul, con alas apenas perceptibles por su transparencia manifiesta, insufla vida al muñeco gracias a un suave soplo, cuajado de doradas estrellas. A los pies del muñeco descansa el bote de pintura que ha utilizado Geppeto para conseguir el cálido color carne que luce en sus brazos, piernas y cara el cuerpo de Pinocho. El rostro del muñeco, mudo de asombro, revela su consciencia ante el milagro de la vida.
A éste le sigue un mural alegre, dinámico, positivo, donde la belleza del cuento se transmite a través de personajes secundarios que atraen la mirada del artista. Pepito Grillo, la conciencia de Pinocho por sugerencia y mandato del hada, paseando alegre y despreocupado, Fígaro el gato, fiel compañero de Geppeto, preparando los libros que Pinocho llevará a la escuela y Cleo, un pez dorado con un castillo azul en su pecera, el otro compañero emocional en la vida del carpintero, se muestra curioso dentro de ella.
Ya sólo queda un mural para poner fin al cuento y el artista no podía culminarlo mejor. Un primer plano donde se registra la emoción y alegría desbordante de sus protagonistas: Geppeto y Pinocho, padre e hijo en el encuentro final de la historia. Geppeto no cabe en sí de felicidad y así lo revela su amplia sonrisa, su boca abierta, sus ojos cerrados, su figura toda; por su parte Pinocho revela felicidad en la mirada de sus ojos azules que refleja la alegría y satisfacción que en ese preciso instante, observa en su padre. Hay un destello en su mirada que lo dice todo. Sin duda, un soberbio trabajo del muralista.
Quiero seguir viendo el parque, pero es idónea esta primera hora para sentarme y llevar a cabo una sosegada lectura. Para ello nada como los bancos de llamativos colores cálidos, ergonómicos en su diseño, con cómodos respaldos que nos invitan a tomar asiento y disfrutar bajo la sombra de los laureles (Ficus benjamina), protectores de los rayos solares, más ardientes según va avanzando el día. Cuatro son los bancos disponibles, todos ellos situados estratégicamente frente a los juegos infantiles para procurar la vigilancia de los infantes.
Si de leer la prensa se tratara, escribir en un portátil, o degustar un tentempié con los niños a la hora de su merienda, tres largas mesas de madera permiten tal labor pues disponen de largos y cómodos bancos ubicados a ambos lados.
Sentado, cierro los ojos. Es un buen momento para volver la mirada atrás -siglo y medio más o menos, y recordar el origen de Pinocho. Lo cierto es que en 1883, Carlo Collodi, un escritor italino, publica "Le aventure di Pinocchio, storia di un burratino", conocida popularmente entre nosotros como: "Las aventuras de Pinocho".
Y así comienza una versión, la más popular, que difiere bastante del texto original escrito por Collodi:
"Érase una vez un anciano carpintero que vivía solo y cuyo nombre era Geppetto, un buen día comenzo a tallar un muñeco que pudiera hacerle compañía y dejar atrás la soledad."
Así se inicia uno de los cuentos más famosos del mundo, traducido a más de doscientos cincuenta idiomas, una profunda reflexión sobre la soledad, la ilusión, la responsabilidad, la bondad, la sinceridad, la generosidad, el engaño, el cariño
Tras la lectura del cuento, desde el banco confirmo, en una rápida y primera ojeada, que el diseño del Parque es el más adecuado al espacio disponible y la labor de restauración está bien hecha. Hay que felicitar tanto a los que la hicieron como a la empresa que llevó a cabo la remodelación. No quiero olvidarme de la Concejalía de Parques y Jardines y a quien, bajo su mando, tras la inauguración sigue mimando y cuidando este parque pues, en referencia a su limpieza, jardinería y mantenimiento, el Parque está en buenas condiciones.
Sé que es un día de clase y hasta la tarde lo lógico es que pocos niños vengan al parque, si acaso, aquellos que aún no tienen edad para estar escolarizados.
Recién inaugurado a finales del 2024, espera uno que la cultura y el conocimento, el respeto y la educación de los que visiten el parque sean valores y fortalezas básicas que permitan disfrutar tanto de los murales como de las instalaciones recién estrenadas, con la calidad y buen estado que observo, durante mucho tiempo.
Hay inversión en el Parque, pero es una partida económica bien justificada. El área infantil está bien planificada, adecuada a la edad e intereses de los niños. De igual modo, tanto el pavimento como el diseño de los juegos transmiten seguridad.
Es obligado un paseo sosegado para analizar y disfrutar con la vegetación existente en el parque. Es un acierto que parte del área ajardinada no sea transitable y esté diseñado para ser observada desde la valla que la protege. Los elementos botánicos presentes en su interior merecen el respeto de los visitantes al igual que la figura a tamaño real del Pinocho de madera, obra del maestro carpintero don Rafael Hernández Verona.
Esta parte del jardín se encuentra en un nivel superior a la zona abierta al público. Cinco hermosos dragos cuya edad ronda el medio siglo de existencia rodean la emblemática figura de Pinocho. Ésta tiene frente a ella una hermosa rosaleda con sustrato de picón rojo, delimitada por un sencillo borde de acero cortén. Bordea este conjunto de rosas una franja de césped artificial. La conjunción de picón, grava, acero cortén y césped crean una armonía paisajísitica que nos recuerda, en cierto modo, los jardines Zen japoneses.
Otro grupo de rosas rompen con su presencia la albeada imagen del muro que cierra el jardín, tras la figura del muñeco. Elevando la vista sobre el muro, visualizo en primer plano varias lomas de Telde, elevándose en ellas la montaña Las Palmas. En un plano más alejado, se recortan las siluetas de las cumbres insulares.
La valla que protege este espacio ajardinado de la acera que lo circunda presenta un parterre interior donde se desarrolla una sucesión de romeros, planta que aporta valor medicinal y registro aromático a la estética del Parque, ampliando la muestra botánica del mismo.
Una palmera canaria luce espléndida, próxima a la figura de Pinocho. Complementa el registro botánico dos ejemplares jóvenes de laurel de Indias (Ficus benjamina). El control en el desarrollo de estos dos árboles en este espacio restringido al público es esencial para el mantenimiento de la restante flora presente en el mismo, pues como especie de rápido desarrollo, puede llegar a apropiarse del espacio circundante y privar con sus amplias copas, de luz a las restantes plantas. De momento, la estética conseguida en dicho ajardinamiento es notable.
Cuando abandono el Parque, faltan aún un par de horas para su cierre. Aunque avanzado el invierno, a las ocho ya es de noche. Antes de salir, observo y escucho. Sumidos en el silencio nocturno, los personajes del cuento de Collodi plasmados en los murales cierran sus ojos. No hay duda alguna. Es su mágica manera de desearme buenas noches.
José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Escritor y educador ambiental.