Un Carnaval sin caretas: la fiesta más auténtica empieza cuando soltamos el disfraz emocional
De Arriba, Vanessa - jueves, 27 de febrero de 2025
Cada año, las calles se llenan de luz y color para celebrar el Carnaval, momento que nos anima a desprendernos de la rutina diaria y disfrazarnos de personajes divertidos, con pelucas y caretas. Sin embargo, más allá de la diversión temporal, existe otro tipo de carnaval que se extiende los 365 días del año y pasa mucho más desapercibido: el de las máscaras emocionales que utilizamos a diario para encajar, sentirnos valiosos y, a menudo, para ocultar nuestras propias inseguridades.
El carnaval interior que no cesa
La gente ha normalizado vivir disfrazada; nos cuesta recordar quiénes somos en realidad, alerta la científica y experta en desarrollo personal y espiritual Vanessa De Arriba López, creadora del método Henko. Estas caretas -que van desde la autoexigencia extrema hasta la búsqueda constante de aprobación- terminan por minar nuestro bienestar. Ocultar nuestras debilidades o temores hace que se enquisten, provocando un desgaste silencioso que tarde o temprano se manifiesta en bloqueos personales, estrés o relaciones insatisfactorias, explica.
Las máscaras que usamos sin darnos cuenta
A diferencia de las máscaras de Carnaval, festivas y coloridas, las máscaras emocionales suelen ser más sutiles. Pueden presentarse como un afán desmesurado por la aprobación ajena, la búsqueda constante de perfección o la adopción de roles sociales que no nos representan de verdad. El caso más común -y paradójicamente más silencioso- es el de fingir estar bien cuando, en realidad, nos sentimos inseguros o agotados. Para Vanessa De Arriba, esto se traduce en el autorretrato que pintamos para los demás, con pinceles cargados de miedo a la crítica o a defraudar. Vivir así provoca ansiedad: tememos que alguien descubra nuestro verdadero rostro y nos juzgue por ello.
¿Por qué cuesta tanto quitárselas?
La respuesta breve es: miedo. Por un lado, tememos el rechazo, la vergüenza o la crítica. Por otro, desconfiamos de si nuestra autenticidad será lo suficientemente valiosa para ser aceptada. Y es que nuestros entornos -familia, amistades, trabajo- pueden reforzar la idea de que debemos mantener un determinado disfraz para encajar en las expectativas. El resultado suele ser el mismo: nos alejamos cada vez más de lo que realmente somos. La clave para liberarnos no está en huir de nuestros miedos, sino en integrarlos y entender su origen, señala la experta. El temor al rechazo o a no encajar nos empuja a mantener estos disfraces emocionales, reforzados por las expectativas de la familia, la sociedad o el trabajo. La científica propone, en cambio, la introspección y la reprogramación mental, alejadas del mero positivismo ingenuo.
Soltar el disfraz emocional
Darnos permiso para cuestionar nuestros roles cotidianos y reconectar con aquello que realmente somos puede ser un acto tan liberador como despojarse del disfraz al final de la fiesta. La científica sugiere comenzar con preguntas sencillas: ¿Qué haría si no existiera el qué dirán? y ¿Qué facetas de mí reprimo por temor a la crítica?. Además, recomienda herramientas como la meditación o la visualización guiada para abordar de forma integral mente, cuerpo y emoción.
La fiesta de la autenticidad
Mostrarnos sin máscaras, aunque al principio dé vértigo, libera la tensión de mantener un personaje ajeno a nuestra esencia. Todos tenemos algún tipo de máscara, pero lo importante es que no se vuelva permanente. Las personas brillan más cuando logran alinear lo que piensan, lo que sienten y lo que hacen, afirma Vanessa De Arriba. Según la experta, este proceso de autodescubrimiento y aceptación genuina se traduce en una renovada confianza en uno mismo, lo que repercute positivamente en nuestra creatividad, productividad y relaciones personales. En el Carnaval, jugar con las identidades puede resultar liberador y divertido, pero vivir atrapados en un disfraz emocional durante el resto del año trae consigo un coste muy alto: la pérdida de nuestra propia voz interior. La auténtica fiesta comienza cuando reconocemos las máscaras que nos hemos puesto (a menudo sin saberlo) y nos atrevemos a soltarlas, abrazando con valentía la verdad que hay en nosotros. Como afirma Vanessa De Arriba, al final, la mayor celebración es sentirnos libres de ser quienes somos.

De Arriba, Vanessa