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El dinero nuestro de cada día

Timiraos, Ricardo - jueves, 20 de febrero de 2025
Siempre nos han enseñado que para ser libres es preciso no estar atado a ningún tipo de droga porque esclaviza, sin embargo, muy poca gente es consciente de que el dinero es una droga tan perniciosa como otra, que distorsiona la realidad, que nubla nuestra mente y sufrimos el mono sin reparar en sus nefastas consecuencias. Es tal el afán de conseguirlo que muchas veces, llevados de esa adicción, cometemos las mayores aberraciones morales y nos hace sentirnos sucios. No a todos, a algunos, es tal el grado de dependencia, que les hace gracia. Cuentan que ya Moisés mostró su ira cuando vio adorar al becerro de oro. Y también sabemos como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pues por el camino vamos. Y hay alguna gente en el mundo consciente de ello.
No, no es preciso que Trump elimine con fentanilo a los pobres-basura les llaman ellos-, ya antes Hitler usó las cámaras de gas. Si en los años treinta Alemania estaba arruinada, ahora es el Viejo Sam quien sangra el despilfarro de tantas malditas guerras. Y el puñetero dólar todo lo mancha y prostituye. A estas gentes le vale todo con tal de enriquecerse. Es una constante histórica. Y sino se monta un pifostio en cualquier sitio y ya tenemos una guerra en el Congo, Ucrania o Gaza, y así damos rienda suelta a nuestra industria armamentística y jugamos al ajedrez de las influencias. Mientras, los dinero-dependientes, a los que no duele el dolor ajeno, subsisten en medio de la farándula del postureo, de la estupidez y la competencia con el vecino. Una dosis de vanidad y soberbia de pastizal los mantiene como lo hacía el Soylent Green del "Mundo Feliz" de Huxley. Próximo capitulo: exterminio de las ratas emigrantes.
Nuestro problema es que la sensatez y serenidad que precisan los países para legislar es muy escasa. Los gobiernos, por más que presuman, mandan poco. Quienes mandan en realidad son estos grandes oligarcas. Pero ya Platón en su "República" nos había advertido de que su gobierno sería un fracaso. Sin duda, la encrucijada en que nos encontramos es peligrosa, pero resulta evidente que las pócimas que presentan estos oligarcas no se sustentan racionalmente en absoluto. Las soberbias afirmaciones anti-democráticas, llenas de remedios falaces, denotan no sólo unas enormes lagunas culturales, sino también una manipulación demagógica y tremenda de la masa mediante las desinformantes redes sociales. Cierto es que el dinero es para ellos un buen banderín de enganche, pero las personas debemos de saber que su poder se sustenta en esa adición nuestra. Y desengancharnos, siendo difícil, nos permitiría ser conscientes de ello y vivir con otra filosofía menos consumista, más reflexiva, más altruista. Si dominamos nuestro egoísmo y afán depredador, quizás logremos un cambio hacia una mayor justicia social que es la aspiración más humana. La Tierra requiere un cambio elemental: la sociedad no puede mantener por más tiempo la desigualdad social. Estamos en un mundo alocado donde las excentricidades más absurdas cuestan enormes cantidades de dinero mientras cada día mueren veinticuatro mil personas de hambre. Ergo pasará la fiebre de esta gente y la sociedad procurará buscar sistemas más justos por humanos. Hoy, sin ir más lejos, tenemos en España, concretamente en la Comunidad de Madrid, al consejero Osario que no ve a los pobres cuando en España hay más de diez millones de ellos. ¿Cómo podemos ser tan soberbios? Amén de miopes, claro.
Cuando aparecen individuos así o vemos esas enormes catervas de personajes buitreando alrededor del erario público, uno se pregunta hasta dónde puede llegar el ser humano para enriquecerse. ¿No serán conscientes de que están drogados y caminan en la dirección propuesta por estos oligarcas? ¿no sería mejor tratar de dsengancharse usando la inteligencia en favor de esa sociedad de mayor equilibrio? Somos conscientes de que mientras abrimos pastelerías para perros mueren miles de niños de inanición? ¿Estamos locos o no?.
Valga este ejemplo para explicarle, otra vez más, a Elon Musk que no hace falta estrujarse tanto la cabeza buscando planetas donde vivir; aquí hay gente que muere de hambre ante la indiferencia de la opulencia y nuestro egoísmo más repugnante.
Y bueno sería serenarse, reflexionar, equilibrar la balanza de la riqueza y pobreza y respetar a las personas en un plano de igualdad y solidaridad. Y a cada uno de nosotros nos convendría mucho, mucho, ir cambiándonos estereotipos, poniéndonos las pilas con el egoísmo para observar como somos más felices compartiendo que amasando estupidez económica. Si nos desenganchamos de la droga del dinero, el mundo se ve más bonito. Brilla con la luz de la generosidad.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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