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Aprendiendo de los errores

Garrido, Juan Antonio - viernes, 21 de febrero de 2025
En las últimas semanas, el nombre de Karla Sofía Gascón ha estado en el centro de la controversia debido a la repercusión de unos comentarios, absolutamente censurables, que escribió hace años con contenidos racistas e islamófobos y que cuestionaban el valor de la diversidad. A pesar del tiempo transcurrido y de que su vida ha cambiado profundamente desde entonces, la actriz se ha enfrentado a una fuerte condena pública y profesional, lo que ha generado un debate sobre el castigo, el perdón y la posibilidad de rehabilitación.
Su caso me lleva a reflexionar sobre un tema fundamental en cualquier sociedad: la capacidad de perdonar y de reconocer que las personas pueden evolucionar. ¿Es justo castigar indefinidamente a alguien por errores del pasado? Si el objetivo del castigo es corregir y educar, ¿no debería haber también espacio para la reconciliación y la reinserción? Conviene recordar que la reinserción forma parte esencial del sentido de nuestro sistema penitenciario a pesar de las limitaciones que conocemos existen para llevarla a cabo. Por tanto, ¿cómo no vamos a incorporarla como sociedad en estos juicios públicos que hacemos los ciudadanos fuera de los juzgados?
Me conduce también a pensar en el por qué de esos comentarios tan dañinos, quizá generados en un contexto de sufrimiento y marginación personal, que nunca los justificaría pero permitiría acercarse al origen de los mismos.
Todos cometemos errores. A lo largo de nuestra vida, podemos decir o hacer cosas de las que después nos arrepentimos. El contexto en el que actuamos, nuestras experiencias y nuestro nivel de conocimiento en ese momento influyen en nuestras decisiones. La madurez y la reflexión nos permiten cambiar y crecer, pero si la sociedad no está dispuesta a aceptar ese cambio se pierde un importante incentivo para mejorar.
La cultura de la cancelación y el linchamiento público a menudo olvidan que la rehabilitación es una parte esencial de la justicia. Si castigamos a alguien sin darle la oportunidad de redimirse, ¿realmente estamos construyendo una sociedad más justa? Es importante preguntarnos si buscamos un castigo simbólico o una ayuda para la transformación personal.
El perdón no significa justificar el daño ni minimizar la gravedad de las palabras o acciones pasadas. Significa reconocer que el ser humano es imperfecto, que puede cambiar y que merece una segunda oportunidad si demuestra haber aprendido de sus errores. No podemos pretender que el castigo sea eterno ni que la persona quede marcada de por vida por un momento desafortunado de su historia.
El castigo debe tener un sentido. No puede ser un simple mecanismo de exclusión, sino una herramienta para la reflexión y la mejora personal. Si alguien ha cometido un error y ha mostrado arrepentimiento genuino, lo lógico sería fomentar su reintegración en lugar de condenarlo de forma permanente. Una sociedad que solo castiga y no ofrece segundas oportunidades termina siendo más cruel que justa.
El caso de Karla Sofía Gascón es un recordatorio de que la empatía y el diálogo son esenciales en la convivencia humana. No se trata de ignorar las ofensas ni de minimizar su impacto. Todos queremos ser vistos y recordados no por lo peor que hemos hecho, sino por nuestra capacidad de cambiar y mejorar. La crítica a los contenidos inaceptables y peligrosos de los mensajes antiguos de Gascón nos debe servir para reforzar la importancia de la tolerancia y la valoración de la diversidad en nuestra sociedad. Perdonar y permitir segundas oportunidades no es un signo de debilidad, sino de humanidad y justicia.
Garrido, Juan Antonio
Garrido, Juan Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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