'El regalo de la montaña está en tus botas'
Pol, Pepe - lunes, 17 de febrero de 2025
"Persigo la felicidad. Y la montaña responde a mi búsqueda", Chantal Maudit.
En la montaña se goza de lo más fascinante, encontrarse con la libertad de verdad, percibir como todos los sentidos disfrutan en plenitud.
Hay quien sube a las montañas para traerse los más grandes y gratuitos suvenires naturales (piedras, hojas, frutos...). La mochila del senderista tiene sitio para guardar formidables riquezas pero, respetemos esos tesoros, no expoliemos, dejémoslos. Lo más valioso es meter en nuestros pechos y mentes el aire y aroma gratificante que nos ofrece la elevación orográfica. Ella depura problemas, pesadas cargas, o procelosas nubes que impiden ver con nitidez pero, al retornar, se llega con las pilas del optimismo recargadas y mente oxigenada.
Uno de esos findes que dedico al senderismo inicié otra ilusionada marcha. Al emprender el ascenso encontré a un senderista que ya regresaba y observé con sorpresa que cuidadosamente cepillaba sus botas depositando ese polvo y partículas pedregosas en un diminuto botecito. A continuación lo cerraba y le adhería una etiqueta con el nombre del monte visitado.
Le comenté:
- "Compañero caminante, es la primera vez que veo este comportamiento ¿Por qué guarda ese polvo y esas piedrecitas?"
El montañero me contestó:
- "Las botas de los montañeros en cada subida y bajada van recogiendo la esencia del sendero, ese polvo de vida genuino y propio de cada terreno."
Entonces le respondo:
- "Gracias, veterano senderista, por la lección. Desde este momento haré igual."
Dicho esto me siento y me descalzo de la mías. Él, mirándome sorprendido, me pregunta:
- "¿Qué haces, si tú no has recorrido ni un palmo de este monte?"
A lo que le explico:
- "Es que voy a arrojar las impurezas que llevan las suelas de mi calzado para que al comenzar la senda solamente adquieran el polvo de la montaña, la pureza de verdad auténtica."
Desde ese día recojo esas muestras por muy microscópicas que sean. En mi mochila no faltan minúsculos cepillitos y botecitos, lo aprendí de aquel sabio montañero. Guardo en recipientes pequeños de vidrio o plástico esas partículas, luego etiqueto con nombre del monte, localidad y data de escalada. Hoy cuento con bastantes recipientes que recogen muestras que yo no he expoliado para meter en mochila. Esas manifestaciones térreas son un regalo, uno más de la generosa montaña.
Aquel compañero de camino me aleccionó como suele pasar en las relaciones sociales entre los humanos, en muchos casos positivas y en otros tantos negativas pero , a la postre, una y otra, son enseñanzas. La montaña también es una singular maestra y el pecho de la naturaleza que ofrece a quien acude hidrópico de valores ecológicos junto a su venero de pureza.
!Oh, montaña! Tú nos haces los mayores presentes como son esas partes diminutas de vuestro ser y, sobre todo el que nos encontremos nosotros mismos y tomemos la senda más grandiosa, la libertad. Valoremos a la montaña y no la despreciemos o, por ansias de materialismo, nos convirtamos en sus depredadores y entonces nuestro calzado se llenará de sangre montañesa en tanto Aquilón llora desconsolado por el dolor inmenso que supone que muera asesinado lo natural, ese monte que ve arder su verde vestido por un salvaje fuego que lo abrasa o por la pala destructora del progreso convertida en llanura desértica.
Este relato fue galardonado con Mención de Honor el en 14º Certamen Literario Club de Flores (Buenos Aires, Argentina, 2024), en el que participaron más de 650 escritos.

Pol, Pepe
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