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Soltando amarras (2): Desasimiento

Garrido, Juan Antonio - lunes, 17 de febrero de 2025
He aprendido sobre la vida con las obras de Miguel Delibes (El camino, El hereje, La hoja roja, Señora de rojo sobre fondo gris...) y sus traslados al cine (El disputado voto del señor Cayo, El príncipe destronado) o al teatro (Cinco horas con Mario). Sin embargo, no había llegado a leer uno de sus textos con título más poético, "La sombra del ciprés es alargada". Por circunstancias que considero más providenciales que azarosas, he podido leerlo en estas últimas semanas. Reflexiones sobre la vida y la muerte, desde la niñez, sobre la amistad y el amor. Lo traigo aquí por el reiterado uso en el texto de una palabra no habitual en nuestro vocabulario actual: el verbo desasir y su sustantivo desasimiento. Lo utiliza Delibes para la reflexión sobre las cosas y personas a las que nos vamos apegando, llegando a interrogarnos sobre si es mejor no adquirir apegos o, por el contrario, educarse en ser capaz de irse desasiendo, necesidad obligada durante la vida, de la forma menos traumática posible. En palabras del autor, la felicidad o la desdicha están determinadas por nuestra capacidad de desasimiento. El que éste sea lo más saludable posible se hace especialmente importante al acercarse la jubilación y el envejecimiento. Ya había aprendido antes con Delibes con las reflexiones sobre la jubilación y la soledad vinculada a la ancianidad contenidas en su libro "La hoja roja" que también recomiendo.
Esta introducción me sirve para volver a lo evocado por las manifestaciones de Pepe Mújica que recogía en el artículo anterior. Nos cuesta hablar y escuchar sobre la muerte y el final de la vida. Sin embargo, creo que como profesionales sanitarios tenemos la obligación de introducir esas conversaciones. El motivo es que pueden ayudar a hacer planificación anticipada de los cuidados y decisiones para cuando no podamos decidir y, si así se desea, dejarlas registradas en los documentos de instrucciones previas o testamentos vitales. Conocer las experiencias de otras personas nos puede ayudar a ello. Estoy rodeado profesional, y también cada vez más personal y familiarmente, de personas al final de su vida, bien por enfermedades determinantes de ello, o bien por edad avanzada con enfermedades degenerativas o asociadas al envejecimiento. En este contexto es en el que quería destacar testimonios y aprendizajes de personas reales bajo nombres ficticios con las que he aprendido, por si a Vds también les ayudan.
Pedro, a sus 88 años, no quiere seguir luchando contra las metástasis de su cáncer, en este caso en el hueso. Esta progresión de su tumor le había encamado por imposibilidad de apoyar las piernas y, poco a poco, el dolor lo acabó teniendo incluso en reposo, en cama. Ingresó para evaluar posibles tratamientos del cáncer además de mejorar el control del dolor. Al poco de conocerlo nos dijo que no quería más quimioterapia ni radioterapia. Ya en ese momento nos contó el valor que daba a la vida que había tenido y su mucha satisfacción con la familia formada, así como la tranquilidad de haber dejado todo bien para ellos en caso de fallecimiento. No quería prolongar esta situación. Nos pidió que le ayudáramos a explicárselo a su familia. Así lo hicimos acompañándole en el momento en que se lo contó. Lo que nos había relatado sobre la satisfacción con lo vivido y con la familia nos sirvió también para ayudar a sus familiares una vez que perdió la conciencia y también tras su fallecimiento, como apoyo al duelo.
Acompañé en un periodo temporal casi simultáneo a dos mujeres mayores de 90 años. Además del deterioro físico por la edad, que no cognitivo, ambas tenían enfermedades crónicas que les producían discapacidad física y dependencia. Desarrollos vitales muy diferentes en cuanto a formación cultural y mundos de relación distintos por su formación y actividad. Con las dos tuve conversaciones sobre como tenían asumida su satisfacción con lo vivido. Manuela, no viendo ya posibilidad de aumento de su edad biográfica, descartaba la simple prolongación de su cronología vinculada a sufrimiento. Carmen, a pesar de asumir un final cercano, se sentía capaz de aumentar su biografía, con un grado de sufrimiento que consideraba compatible con ello.
Manuela, ante una complicación aguda de su enfermedad avanzada, pidió con claridad que la dejáramos irse. Hay factores que dificultan que las decisiones sean acordes con los deseos de las personas que tienen capacidad para tomarlas. A veces son los propios familiares. No fue así en el caso de Manuela cuyo hijo nos dijo: "yo no querría que se fuese, pero lo respeto porque tengo claro que es su voluntad". ¿Cuántas veces el egoísmo de nuestro apego a la persona dificulta que prevalezcan sus decisiones?
Sin embargo, Carmen quiso seguir peleando durante meses sus agudizaciones respiratorias y aportó vida biográfica para ella y para su entorno durante varios meses.
La experiencia con ellas me ha ayudado a buscar medios para cuidar y respetar, en lo posible, el proyecto de final de vida escogido por la persona en coherencia con sus valores y modo de vida.

Juan Antonio Garrido, médico y especialista en bioética.
Garrido, Juan Antonio
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