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EN MEMORIA DE MARIO ONAINDIA

lunes, 01 de septiembre de 2003
En el año 1970, cuando estudiaba en la Facultad de Económicas de Santiago de Compostela, junto a un amigo acudí, tras la convocatoria del Partido Comunista de España (PCE), a la concentración en la catedral de Santiago de Compostela para pedir la cancelación de las penas de muerte que había impuesto la dictadura franquista, en el famoso proceso de Burgos, a varios miembros de ETA entre los que estaba Onaindía. Fue una de mis primeras acciones políticas con gran riesgo y aquel día pasamos mucho miedo, pues, al poco tiempo de encerrarnos en la catedral, vinieron un grupo de extrema derecha apoyados por la policía política franquista y en plan muy violento. La situación fue de máxima tensión y crispación pero, felizmente y después de ocho horas de concentración en la catedral y la mediación del Cardenal Suquía (a Suquía lo sustituiría en Santiago el cardenal Rouco Varela), salimos sin ningún problema. El franquismo conmutó las penas de muerte ante la gran movilización que tuvo lugar en España e internacionalmente.

A partir de ahí, de la lucha por la conmutación de la pena de muerte de Onaindía y sus compañeros de ETA, empezaría a colaborar con el PCE, con su política: de reconciliación, de defensa de la acción y movilización critica, pacifica y de masas para conseguir la democracia y de frontal oposición a la lucha armada, al terrorismo (que siembra la destrucción, el aniquilamiento, la degradación personal, grupal, familiar, social y moral, el peor de los odios durante años y generaciones); de defensa de la democracia no formalmente sino con todas sus consecuencias y, también, en los países socialistas; de alianza de las fuerzas de oposición bajo un programa de mínimos (amnistía, democracia y estatutos de autonomía) que se plasmaría en la Junta democrática y después en la Platajunta; y de una política reformista de rigor aplicada por el PCE en el campo político, económico, sindical, urbano, profesional, intelectual, mediático, educativo, universitario, cultural y social (en los movimientos sociales) que, entre otras cosas, se plasmaría en la Constitución española, la que ha conseguido para España su mayor era de democracia y bienestar y los Pactos de la Moncloa (promovidos por el PCE y CC.OO junto a otras fuerzas). Actualmente, los procastristas Llamazares y Madrazo han llevado al desprestigio definitivo al PCE, dentro y fuera del País vasco, al apuntarse a las peores demagogias, nomenklaturismos y radicalismos. El representante del PCE en la autonomía de Madrid, Fausto Fernández, después de hablar de golpismo en el parlamento madrileño, no solo estuvo dispuesto a coger el poder junto a Simancas con el voto de los que, él, su fuerza y el PRISOE, calificaban como golpistas, sino que no le importó irse de vacaciones a Egipto “en pleno golpe” en su Comunidad autónoma.

Onaindía abandonaría ETA y formaría, junto a Bandres (otro muy importante político vasco junto a Onaindía) y otros, Euskadiko Ezquerra. En El Partido Comunista de España había un sector que defendíamos la alianza, en Galicia, País Vasco, etc., del Partido Comunista con Euskadiko Ezquerra y las fuerzas similares que había a escala regional. A finales de los 70, invitamos a un debate, en la Facultad de Económicas de Santiago de Compostela, a Benito Lerchundi que era secretario general de Partido Comunista de Euskadi y a Mario Onaindía que era máximo cargo de Euskadiko Ezquerra. Así conocí a Mario Onaindía.

Después, y debido a su gran capacidad, rigor y brillantez política, analítica, intelectual, lo invité al ciclo de conferencias-coloquio que organizo cada año en dicha Facultad. Así, en aquella época, me hice su amigo. Onaindía dio una conferencia excelente, de gran talla, una de las mejores y llevo 30 años organizando conferencias. Onaindía era un joven con una de las cabezas mejor amuebladas que he visto en mi vida. A su gran rigor, brillantez y capacidad política y dialéctica, unía, también, lo que es raro en el País vasco (donde he vivido y militado a favor de las libertades durante el franquismo y los primeros años de la democracia), donde hay mucho dogmatismo, fanatismo, fundamentalismo y gregarismo, una gran capacidad irónica y, lo que considero tan importante como lo anterior, saber aprender de los errores propios y que constantemente cometemos.

Después, en la época de la gran corrupción felipista-guerrista, me distanciaría de Mario Onaindía. Pero volví a coincidir con él, a apoyarlo muy activa, constante y públicamente cuando, junto a López de Lacalle, los de la librería Lagun (situada en la parte vieja de San Sebastián y adonde acudía normalmente cuando vivía en esta maravillosa ciudad), los Savater y otros muchos, se opusieron frontalmente, con el riesgo de sus vidas, al nacionalismo terrorista, racista y excluyente, y defendieron/ defienden, con firmeza, rigor y decisión, frente a muchos claudicantes (recordemos que Zapatero y otros dirigentes no fueron a la gran manifestación convocada por Basta Ya en San Sebastián, y política y mediáticamente boicotearon esta muy importante manifestación a favor de las libertades fundamentales), oportunistas, nomenklaturistas (y aspirantes), y que están dispuestos a lo que sea (como se viene verificando) con tal de tocar poder; defendieron/defienden en el País vasco (y otras partes) los derechos humanos, democráticos y ciudadanos, es decir, la vigencia y defensa de la constitución española y el estatuto de autonomía vasco.

Onaindía, en mi modesta opinión, fue un gran político de los que escasean en España y, mas aun, en el País vasco. Donde son mucho mas necesarios para hacer frente a la barbarie, al totalitarismo, al gregarismo claudicante, al nacionalismo terrorista, totalitario, racista y excluyente que conduce a lo peor como hemos visto hace poco en Yugoslavia, Kosovo, etc. Pero fue, también, un brillante, abierto e inquieto intelectual, analista, un escritor con profundidad, fuste, ironía y gracia, un buen gastrónomo y un buen y gran lector. Lo primero que hizo cuando llegó a Santiago fue preguntarme por las mejores librerías. En Galicia, lo llevamos a Baroña y a otros lugares “históricos” de viejas, situacionistas y festivas batallas a favor de las libertades. Nos reímos y lo pasamos muy bien junto a Onaindía y con toda la banda de perdularios que en aquella época estabamos en bastantes combates políticos, ciudadanos y cotidianos pero sin olvidar nunca la alegría, la poesía, el reírnos del mundo empezando por reírnos de nosotros mismos, el jugar para seguir jugando. Mario Onaindía, en este sentido, fue un jugador de los mejores, con mucho rigor y sin olvidarse nunca del mejor humor. Su muerte supone una gran perdida para el País vasco y para España, pues, hombres como él son muy necesarios.
Cancio, Miguel
Cancio, Miguel


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