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A 80 años del Holocausto: una experiencia personal

Arana, Norma - jueves, 30 de enero de 2025
A mi fiel amiga Ana Diamant.

1976, Buenos Aires, Argentina; hacia escasos dos meses que había comenzado el Colegio Secundario y los militares habían dado el golpe de Estado. Ambos hechos están asociados en mi memoria como lo están Los Juicios de Nuremberg y el Juicio a las Juntas Militares de Argentina.

En uno de esos días de otoño visité por primera vez la casa de mi amiga Ana, íbamos a estudiar. En esa casa del barrio de Mataderos me recibieron sus padres.

Claude Diamant, de profesión sastre, como su padre Jules "que había sido Sastre de la Legión Extranjera", me dijo. En su comedor lucía, con orgullo y humildad, dos máquinas de coser y varias pilas de ropa. Ese día me contó su desgarradora historia.

Con 9 años, escondido en un granero junto a su hermana menor, escuchaba el fortísimo ruido que hacía los soldados nazis al desfilar por una París ocupada con su paso de ganso. 1941. Para ese entonces sus padres habían sido deportados a Auschwitz. Nunca volvieron a verlos.

Pasaron días interminables durmiendo entre la paja hasta que sus generosos vecinos lograron sacarlos de allí y embarcarlos hacia América. En Montevideo, Uruguay, los esperaban sus tíos que se ocuparon de su crianza. Así salvaron su vida y construyeron, con el tiempo, un futuro.

Pero Claude Diamant, nunca pudo olvidar ese paso de ganso de los soldados nazis y esa tarde me confesó que aún, a sus 42 años, soñaba con él. Creo que esa pesadilla lo acompañó hasta el fin de sus días. Y fue también el fin de su infancia. La conciencia de la muerte, para un niño de 9 años, es el fin de la infancia, entran en un silencio oscuro y calmo. Se hacen adultos de golpe, a los golpes.

El trauma de Claude Diamant y su vibrante relato fue para mi, a los 13 años -en 1976 éramos niños a los 13 años- una toma de conciencia que no dejaré de agradecerle nunca. Comprendí entonces la injusticia, el miedo, la proximidad de la muerte y la crueldad a la que pueden llegar los hombres.

Hoy escribo estas breves palabras en su homenaje, y como él hubiese querido, en homenaje a todos los niños y niñas que se hicieron hombres y mujeres antes de tiempo, y que perdieron y pierden su infancia a manos de regímenes autoritarios y despiadados. Y escribo para no olvidar a Claude Diamant, de profesión sastre.
Arana, Norma
Arana, Norma


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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