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Natural o artificial

Garrido, Juan Antonio - lunes, 27 de enero de 2025
Después de las trágicas consecuencias de las riadas vinculadas al fenómeno meteorológico extraordinario ocurrido a finales de octubre en la Comunidad de Valencia participé en alguna conversación en que se debatía si era adecuado aplicar a esta tragedia el término de desastre natural.
Se trataba de discutir si la causa de la tragedia era el fenómeno meteorológico, claramente extremo y excepcional como luego han corroborado los datos, o las intervenciones humanas previas (retraso en avisos, construcciones en terrenos inundables, cambios en la temperatura del Mediterráneo...) y posteriores (fallos en coordinación servicios emergencias...). Parece difícil calificar como completamente natural tanto la dana, por su posible relación con nuestras actuaciones y su influencia en el cambio climático, como las grandes riadas, verdaderas causantes directas de la tragedia, influidas por decisiones de forma y tipo de construcción.
El gran aumento de la esperanza de vida en los últimos siglos está vinculado principalmente a mejoras en sanidad, educación y medidas de saneamiento y otras de salud pública. Diferencias en inversiones en estos campos probablemente expliquen gran parte de las diferencias en edad media entre poblaciones de distintos ámbitos geográficos y culturales. Estancamientos o descensos en esta esperanza de vida ya no podemos atribuirlo a causas naturales. La explicación de su variabilidad poblacional y la influencia en el origen del problema y los cambios consecuentes en morbimortalidad están sobre todo en las diferencias en recursos dedicados a esos servicios sanitarios, sociales, educación y medidas de salud pública. En la actualidad casi ningún acontecimiento es explicable por un único factor, casi ningún hecho está originado por una única causa. Tampoco en Medicina. Ni siquiera la evolución de las enfermedades infecciosas con un agente biológico claramente implicado es explicable sólo por la presencia de éste, interviniendo como mínimo factores inmunológicos de la persona implicad y factores protectores o favorecedores del entorno. Por tanto, como en Medicina, los tratamientos, las soluciones tendrán que ser también multifactoriales.
Al hilo de estas conversaciones y publicaciones relativas a este tema no he podido dejar de acordarme de lo aprendido sobre este debate, natural o artificial, en mi caminar por la bioética. Recuerdo que entendemos la bioética como aquella disciplina que nos ayuda a mejorar la toma de decisiones ante conflictos morales en el ámbito de las ciencias de la vida y, en mi caso concreto, en el mundo de la atención sociosanitaria.
Durante siglos, y persiste aún esta idea en algunas orientaciones morales, se vinculaba lo bueno, la elección adecuada (recordemos que de eso va la ética), a aquello más cercano a lo “natural”. Se llegaba a convertir la ley natural en una lista de normas. Afortunadamente la bioética ha evolucionado hacia una ética civil, aconfesional (que no significa que no deba tener en cuenta las inquietudes religiosas o de los implicados) desde la que hacer un llamamiento a emplear la libertad humana para obrar razonable y responsablemente a la hora de desarrollar y utilizar los avances científicos y tecnológicos. Y entiendo como ética de la responsabilidad aquella que no sólo se fija en las normas sino en las circunstancias concretas en que éstas tienen que aplicarse y en las consecuencias de su aplicación.
Nuestra capacidad de influir actualmente en la naturaleza hace que casi nada se pueda considerar ya como puramente natural. Por tanto, esto refuerza que la valoración ética de acontecimientos, actuaciones o sus consecuencias no será determinada por su procedencia natural o artificial sino por la responsabilidad en su aplicación y la preservación de la dignidad de las personas implicadas. Y la responsabilidad siempre está ligada a la capacidad de interrogarse, de cuestionar si la aplicación automática de las normas es lo adecuado en el caso concreto. La deliberación que debe acompañar a una ética de la responsabilidad debe, al mismo tiempo que elude una ética sólo normativa, ser capaz de evitar el utilitarismo (dejar de lado las normas y solo decidir en base a las consecuencias) y el relativismo. Entender esto ha permitido progresar, también desde dentro de la Iglesia católica, en la comprensión de la importancia de los anticonceptivos o la reproducción asistida o los medios para ayudar a morir a las personas con el menor sufrimiento posible, entendiendo los avances científicos como moralmente aceptables cuando están al servicio de las personas. Desde hace años creo que el sistema de referencia moral para evaluar lo éticamente aceptable puede resumirse en deliberar sobre si está o no al servicio del CUIDADO de las personas que se van a ver afectadas por la decisión concreta.
Garrido, Juan Antonio
Garrido, Juan Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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