Las obras de Jaume Plensa interaccionan en profundidad con el espectador incluso situadas en espacios íntimos e interiores, como los diseñados para la muestra de la Fundación Telefónica de Madrid, demostrando esto que no sólo transmiten sutiles sensaciones cuando las enclava en el exterior, en el ámbito urbano, en el paisaje, sino que también lo logra en lo íntimo de las pequeñas estancias. El manejo de la iluminación -La medias luces, la umbría, la claridad, las sombras sobre los muros...-nos introducen en el clima de intimidad e introspección, que caracteriza a este artista.
De las 15 obras que ocupan las sucesivas salas, las primeras son estrictamente

conceptuales, centradas en identificarse el mismo artista ante nosotros, proporcionándonos sus datos corporales: su medida exacta en altura, su peso, los centímetros de su cráneo... etc, ajenas a recreaciones estéticas. Varias cabinas translúcidas, situadas en un espacio contiguo, nos convocan a entrar en el interior y escuchar por medio de grabaciones acústicas su pulso, su respiración, el ritmo de su flujo sanguíneo. Estas obras no son bellas en el sentido de la belleza objetual, son una carta de presentación que se centra en comunicar el ejecutante sus señas de identidad.
Plensa se ha autodefinido muchas veces como un artista conceptual, sin embargo, en la estética figurativa de sus cabezas femeninas o infantiles, domina una emoción intensa, que le lleva a trabajar con un gusto romántico: el "silencio", explícito o implícito, que emana de ellas, nos envuelve y es una expresión emocional del "vacio", uno de los valores centrales de la estética romántica de lo "sublime", comparable a la belleza de los paisajes pintados de Friedrich.
La palabra poética, fuente importante de este creador le ha llevado a una figuración ideal, y en ese terreno no le llega para expresarse la sensibilidad del arte más puramente conceptual y objetualiza las palabras, convirtiéndose en lo que él mismo denomina un "conceptual físico". Claro que siempre subyace una idea en su proceso creativo, si bien, en sus ejemplos escultóricos se transmite por medio de formas bellas situadas en los parámetros del arte objetual.
La reproducción de su taller al comienzo de la exposición nos hace ver que una gran parte de sus herramientas son ajenas a las del escultor clásico, parece más un taller de ingeniería o de informática. Cada una de sus esculturas humanas se han dibujado ajustándose a los parámetros de una malla reticular procesada con un ordenador, de forma que los efectos de estilización ascensional de sus cabezas se logran por medio de un muy preciso alargamiento de la red, que se estrecha simultáneamente.
Lo espiritual y emocional de sus esculturas se logra mediante un juego de oposiciones entre lo ancho y lo estrecho, lo inmóvil y lo móvil, lo sombrío y lo luminoso. Un método empleado a lo largo de la historia de las artes, que el renueva y reinventa, evocando nuevas y espirituales Nefertitis silenciosas y ciegas, emergentes desde otro mundo- el de la poesía de William Blake, de Dante, Baudelaire, Vicente Andrés Estellés, Valente, Wiliam Carlos Williams o Canetti- el de los poemas y las palabras de estos, que nosotros no identificamos lógicamente al pie de la letra, sólo recibimos el eco de las mismas y nos emocionan.
Cuando las obras no son escultóricas, como en el ejemplo de las cortinas de letras - Twentyne Palms- construidas con finos hilos de alambre de las que cuelgan los caracteres, la palabra y sus grafemas separados, recogen textos de la Declaración de los Derechos Humanos, o del Cantar de los Cantares, éticos y estéticos, civiles o religiosos, en cualquier caso siempre cargados de poesía.