Dedicado al ilustrador canario y buen amigo, Jaime Checa Gimeno.
Este artículo es un homenaje al conjunto de murales diseñados por él, destinados al Salón
de Actos y Restaurante Social de la Casa de Galicia en Las Palmas de Gran Canaria.
Hace un par de meses, el veinticuatro de octubre, tenía una cita en la sede de la Casa de Galicia en la calle Salvador Cuyás número ocho de Las Palmas de Gran Canaria. Como bien saben los palmenses, se trata de un edificio próximo a la playa de Las Canteras, donde se siente la cercana presencia del Atlántico. El emblemático edificio acerca así, en alas de la imaginación, la sede gallega en Las Palmas de Gran Canaria a tantas villas marineras que se asoman al mismo océano en las tierras norteñas que tanta morriña generan.

El motivo del encuentro era la presentación de mi última publicación: "El arte de caminar y el placer de sentir", culminando en esta Casa un circuito insular, antes de presentarlo el próximo año en tierras gallegas.
Pero había un interés previo en mi acercamiento a los salones sociales y no era otro que conocer de primera mano el meticuloso trabajo que sobre el Camino de Santiago en Gran Canaria había llevado a cabo en sus paredes el ilustrador canario Jaime Checa Gimeno.
El motivo del presente artículo no es otro que poner en valor un elaborado trabajo, capaz de transmitir en tres grandes murales desarrollados sobre cuatro paredes, la grandiosidad del Camino jacobeo insular.
Las fotografías que acompañan este artículo pueden ayudarnos a comprender la importancia del trabajo artístico, pero no nos engañemos, nada hay como verlo en su tamaño natural -una veintena de metros de longitud por más de dos metros de altura-, aprovechando si es su deseo el disfrute de cualquiera de las actividades que periódicamente se desarrollan en el salón de Actos, deleitarnos con las propuestas gastronómicas del restaurante de la Sede o bien acudir expresamente para contemplar unas ilustraciones que nos invitan a adentrarnos en el Camino jacobeo.
No albergo duda alguna en que lo más recomendable, tras observar la belleza que del Camino de Santiago entre volcanes muestran las imágenes, sea conseguir un palo canario o un par de bastones para caminar, una ligera mochila, agua, algo de fruta fresca y frutos secos y ponerse en camino. El Camino en la naturaleza les aportará experiencias únicas y emociones a raudales. Es el yo interior el que se une al Camino -cuerpo y espíritu al unísono-, convirtiendo la travesía en un periplo inolvidable.
Y es que Jaime, autor igualmente de las ilustraciones que enriquecen las publicaciones dedicadas al Camino de Santiago entre volcanes "Ayram y el apóstol" y "Un camino de leyenda", sabe de la senda y sus valores y plasma todo ello en sus creaciones artísticas. No sólo encontraremos conocimientos en ellas sino emociones y sentimientos surgidos durante el hecho de recorrerlo una y otra vez, descubriendo situaciones diferentes definidas por cambios estacionales, climáticos, etnográficos, por el contacto y conversación con personas y lugareños que encontraba en su periplo, por las reflexiones y momentos personales inherentes a todas las rutas en que la naturaleza y el individuo recuperan la capacidad de diálogo consigo mismo, una necesidad vital muchas veces olvidada.
Me van a permitir ser su cicerone durante unos minutos y humildemente guiarles en un pequeño recorrido por el Camino ilustrado.
Los murales, como no puede ser de otro modo, están dirigido a todos los visitantes de la Casa pero, en especial a aquellas personas -muchas de ellas socias y socios de la Casa de Galicia-, cuya edad y condición física no les permiten la realización de tan largo recorrido -un poco más de sesenta kilómetros-, paso a paso, por los caminos naturales por donde discurre. Por eso, a través de estos murales, rememorando en cierta manera el valor y la labor divulgativa y emocional que ejercían en tiempos lejanos -cierto es que aún la ejercen-, las catedrales de todos los tiempos -románicas, góticas y barrocas principalmente-, dando a conocer escenas de la vida de Jesús y sus apóstoles, escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, a través de representaciones escultóricas en sus fachadas, portadas e interiores, esta serie de ilustraciones realiza similar función.
Iniciamos el recorrido en el Salón de Actos de la Casa, en el mural más próximo al escenario, pues plasma el comienzo del Camino entre palmeras canarias, en el entorno de la Charca de Maspalomas, situando como elemento arquitectónico y emblemático del lugar, el Faro de Maspalomas.
A Jaime no se le escapa detalle alguno y así, las doradas dunas de Maspalomas arropan la Charca, una especie de laguna permanente donde aves migratorias y sedentarias descansan y alguna especie nidifica. Garzas, cigüeñas, garcetas, gallinuelas, chorlitejos, vuelvepiedras, correlimos... hasta esporádicas cigüeñas, ibis y flamencos se convierten en heraldos de una ruta que aquí comienza y será inolvidable.
El paseo que bordea la Charca y recorren una pareja de caminantes -es posible que sean turistas por la ropa que nos muestra la ilustración- conduce, barranco arriba, al acueducto del Conde o Los Muchos Puentes, como es conocido en el lugar, con sus cardones, tabaibas y flora asociada. Pero es muy probable que el paseo de los turistas no se aventure más allá de la Charca, por eso Jaime dibuja un poco más arriba otro senderista. Esta vez no se trata de un turista, se trata de alguien a quien se le revela inconfundible destino: un peregrino jacobeo. El cayado y la venera que cuelga del mismo, con la cruz de Santiago pintada en su interior, así lo atestiguan.
El peregrino cruza los hermosos palmerales de Gitagana y Arteara y se sorprende ante el enorme desprendimiento de piedras que sepultó buena parte de la ladera izquierda y del cauce del barranco, en cuyo interior, durante siglos fue consolidándose una de las necrópolis aborígenes con mayor número de enterramientos de las islas.
Fataga está en el camino, con sus construcciones tradicionales, balcones y tejados a dos y cuatro aguas -reconocido como uno de los pueblos más bonitos y visitados de la isla-, y la senda sigue ascendiendo, barranco arriba, en busca de la otra vertiente, la de Tirajana.
Es aquí donde culmina este primer mural de Jaime Checa Gimeno, con la visión de la iglesia de Santiago de Tunte observada desde la bajada al pueblo por la cuesta del cementerio que, con simbología propia del Camino jacobeo, nos avanza la proximidad del templo y de la emblemática plaza de Santiago, espléndido espacio de encuentro ciudadano que luce, destacándose en el cielo, dos enormes pinos canarios elevándose por encima de las torres de la iglesia.
Coincide así el mural con una de las etapas más exigentes del Camino, la que desde el faro de Maspalomas lleva hasta la iglesia parroquial de Tunte, iglesia que data del siglo XVI, goza de indulgencia plenaria en Año Santo y nos muestra su Puerta Santa orientada a la Plaza de Santiago.
No hay que caminar mucho para encontrarnos con el segundo mural ilustrado. Sólo tenemos que girar el cuerpo y, en la pared de enfrente, el Salón de Actos nos sirve para continuar el Camino.

Excusen mi presencia en una de las fotos, pero esta instantánea, realizada por Maruchi, secretaria de la Entidad, mujer alegre y dinámica, laboriosa e incansable, me pareció idónea para, personalmente, invitarles a que acudan a la Sede y disfruten plenamente no sólo de estas obras de arte, orgullo de la Casa de Galicia, sino de las actividades que se realizan y de la gastronomía de la Casa.
Continúo pues con el Camino ilustrado. Tras salir del templo tirajanero, se incia una larga subida. Para muchas personas es la etapa más sufrida de la ruta jacobea, aunque personalmente, sabiendo de la eterna bajada final hasta llegar a Gáldar, diría que ésta es más exigente.
Sea como sea, ahora nada nos cansa para disfrutar el Camino desde la observación de sus murales. La subida del Camino de la Plata se convierte en una ruta panorámica que sorprende a peregrinos y senderistas con imágenes inolvidables. Las presas de Cho Flores, colgadas sobre el barranquillo, la ventana del Nublo y el Teide enmarcado en su interior, frondosos pinares, centenarios pinos canarios y la belleza de las montañas y los roques sagrados de Gran Canaria. En el Camino no se olvida Jaime Checa de la presencia de los cuervos y las aguilillas señoreando los cielos canarios y, sobre las rocas que bordean el Camino de la Plata, soleándose, hace su presencia el lagarto de Gran Canaria. En su tratamiento de la flora, las magarzas de cumbre pintan de blanco las laderas mientras que en los bordes del Camino, almendros, pitas y tuneras nos evocan la mano del hombre del campo a la hora de plantar especies necesarias y útiles para la alimentación del ser humano y del ganado, para delimitar lindes, proteger propiedades, afianzar terrenos
Palmeras, cardones y pinos canarios se definen con claridad en los paisajes, dejando a la imaginación del observador manchas y formas de otras plantas que hacen honor a la valiosa riqueza botánica que atesora tan interesante periplo.
Para completar la trilogía de murales, debemos abandonar el Salón de Actos y subir a la planta siguiente, donde se encuentra el comedor del restaurante de la Casa de Galicia.
El extraordinario cruceiro ubicado en la Cruz de Tejeda es el inicio de una larga etapa que nos llevará a los pinares del Montañón Negro y ya en descenso a los famosos por su edad y tamaño, Pinos de Gáldar. Junto a ellos sobrecoge la belleza y hondura de la Caldera. Es, precisamente, por su ladera norte, donde se perfila un acusado descenso por una de las cañadas de trashumancia. Junto a ella, zigzagea un camino sobre cenizas volcánicas, buscando mayor seguridad en la pisada de los peregrinos, que nos conduce a suaves y verdes lomas cubiertas de pastizales y rebaños de ovejas.
No nos encontramos en Irlanda, ni en Cantabria ni en tierras gallegas o asturianas. Se trata de Galeotes, de monte Pavón, de los altos de Guía y de Gáldar, de la verde y escondida Arcadia grancanaria.
Ya el peregrino de la ilustración, el peregrino de Jaime Checa, siente la presencia jacobea, sabe que tras una bajada larga, que se le antojará eterna, surgirá el templo de Santiago de Los Caballeros de Gáldar, apóstol al que el escultor galdense Juan Borges Linares bautizaría como Santiago de los Océanos.
El peregrino, ahora acompañado, camina por una senda que desciende siempre. Saucillo y Hoya de Pineda son los núcleos habitados previos a la emoción y al respeto que provoca el camino que discurre bajo los imponentes paredones de la Montaña de Guía. Al llegar a Anzo y caminar sobre la desembocadura del barranco de la Furnia, sabe que está próxima la culminación del periplo.
Por fin alcanza la meta anhelada, la llegada a los jardines y plaza de Santiago y, tras cruzarla, el encuentro con el templo matriz de Santiago de los Caballeros de Gáldar, Santuario de Santiago desde el 25 de julio de 2022.
Si este periplo artístico lo hacen ustedes para terminar degustando -estas festividades navideñas se presentan como momentos propicios para ello-, un lacón con grelos o, si les apetece algo menos contundente un pulpo a la gallega, almejas a la marinera, mejillones al vapor o zamburiñas a la plancha, el Camino Jacobeo ilustrado no puede tener mejor colofón. Para los más exigentes, las exquisiteces de la mar pueden ser acertados entrantes para continuar luego con interesantes propuestas de carnes o pescados gallegos.
No albergo duda alguna en que, antes o después de su visita, alguien propondrá realizar la ruta del Camino, no sobre la imaginación que provoca cada ilustración presente en los murales, sino sobre el terreno, haciendo reales multitud de sensaciones y vivencias que sólo se pueden encontrar en el Camino y que convierten la vida en un disfrute permanente.
Si se atreven a dar ese paso, les garantizo una experiencia inolvidable y entonces tendrá sentido mi último deseo para ustedes: ¡Buen camino!