Dedicado a los agricultores y pastores que han hecho de este paisaje, puramente volcánico, un paisaje habitado, un paisaje fabricado con el esfuerzo de sus brazos y sus bestias, Goro, gorete, abrevadero, corral, majada, abrigo pastoril, cueva refugio, era, muro, bancal, alpende... son ahora referentes de alto valor etnográfico que enriquecen un territorio natural de volcanes, picón y lava.
Es importante señalar que este cono volcánico, Calderetas, se encuentra en su totalidad dentro de un espacio natural protegido, registrado como Monumento Natural El Draguillo.
Antes de hablar del porqué de esta denominación, vuelvo a alertar sobre la arbitrariedad existente a la hora de dar fe de los nombres en los registros cartográficos. Sirva de ejemplo esta montaña. Calderetas es como reconoce la cartografía de GRAFCAN a este cono volcánico, siendo ésta la más reciente y por lo tanto la más actualizada.

Pero el mapa militar del Servicio Geográfico del Ejército y el Mapa Topográfico Nacional registran este cono como montaña Talaguela. ¿Razones? Las desconozco. Para más equívocos, observando el esquema del campo de volcanes de Rosiana, facilitado por el geógrafo Alex Hansen en su publicación: "Los volcanes recientes de Gran Canaria", identifica el mismo cono como La Caldereta, nominación que es la más lógica.
Dejo para un buen amigo teldense, enfrascado en un interesantísimo trabajo sobre este singular territorio volcánico, el estudio e investigación de la evolución toponímica de éste y muchos otros cono volcánicos de Rosiana pues historia hay para no aburrirse y, conociendo su pasión y formación, no encontrará campo mejor para su disfrute.
Lo cierto es que abordar Calderetas es recorrer uno de los conos más impresionantes de todo el conjunto vulcanológico pues dispone de una verdadera caldera en su interior -no se lo pensó mucho el hombre del campo a la hora de nominar esta montaña-, otrora cultivada y cuyos vestigios de tal actividad se revelan en la decena de muros de piedra que, con factura semicircular reproducen por completo la fisonomía de la crestería que los circunda. Es lógica tal disposición pues es ésta la mejor manera de retener y aprovechar las ocasionales lluvias, proteger la tierra de la erosión y lograr mayor eficiencia del recurso hídrico.
Son plantas herbáceas las que ocupan estas amplias terrazas, que parecen prestas a ser cultivadas. Sólo un ejemplar de eucalipto, robusto y alto, se eleva en la cara interna del cráter, orientada al sur. Esta hoya interior recibe el nombre de Hoya de Matos.
La altura máxima de este cono es de 706 metros, alcanzándola en el promontorio que apenas se eleva en su cara oeste. Curiosamente, visto desde su base, da la falsa impresión de que el espectacular promontorio rocoso que se descuelga en el borde del cráter, en orientacion nordeste, alcanza mayor altura, pero no es así.
Una senda bien definida bordea el cráter por su cara sur y oeste, aunque por las restantes caras es igualmente transitable. Para acceder a la misma, podemos ascender por su cara norte o por su cara este.
El acceso por la cara este lo oferta una incipiente y resbaladiza barranquera, fruto del mal uso que bicicletas y motos de montaña han hecho de este espacio protegido. Es lamentable que, a pesar de su protección pues todo el cono volcánico de Calderetas se encuentra incluído en el espacio natural protegido, estas profundas heridas convertidas en barranqueras continúan agravándose por la más absoluta falta de vigilancia. No hubo jornada de fin de semana que me encontrara en el cono o en sus alrededores que no escuchase los motores de las motos levantando una polvareda infernal y ascender y bajar, una tras otra, por tan vertiginosa ladera.
Pero la ignorancia es mucha, el atrevimiento mayor y la erosión provocada por el uso de estos vehículos de dos ruedas, enorme. La acusada pendiente y el trazado, sin ningún desvío hasta la base, con la intención de sentir la sensación de velocidad, "a tumba abierta" -notar la adrenalina a tope-, hacen que la parte superior haya perdido por completo el suelo vegetal y haya aflorado en su lugar la roca madre -ver fotografía adjunta-. Sólo más abajo, a media ladera, donde la misma presenta una inclinación más suave, las roderas siguen revelando el deteriorode la misma, pero la tierra a ambos lados, aún se mantiene, carente, eso sí, por completo de vegetación. No tengo dudas que es cuestión de tiempo que la erosión de la lluvia y el viento la arrastren, dañando este lugar para siempre. Más triste es saber que es ésta una práctica prohibida en este tipo de espacios protegidos y ningún servicio de vigilancia: Seprona, agentes de medioambiente, policía verde municipal acuda a sorprenderlos "in fraganti" y sancionarlos con el rigor que impone la ley. Mientras no haya sanción continuará el deterioro de este territorio.
Asciendo por esta deteriorada pista para analizar el estado de la misma y el riesgo que supone abordarla. Arriba, hay dos opciones de recorrido, la primera consiste en dirigirnos a nuestra derecha y explorar el farallón lávico, fracturado en grandes bloques pétreos, que desciende por uno de los bordes abiertos del cráter. Desnuda la roca, desprovista de materiales escoriáceos y cenizas volcánicas, se torna una aventura un tanto arriesgada su descenso pero, con cautela y paciencia, atractiva en su ejecución.
Si buscamos la tranquilidad de un paseo sosegado, una vez arriba, culminado el trazado de la senda marcado por las motos y bicicletas, nos desviamos a nuestra izquierda con la idea de bordear el cráter. El uso habitual de esta senda de tierra rojiza por ciclistas, corredores y senderistas hace que sea una ruta que no entraña peligro alguno, sin apenas desnivel.
La vegetación arbustiva es similar en todo el recorrido: ejemplares bien desarrollados de tabaibas amargas, veroles, cornicales, vinagreras, cardo yesca, melosas y bejeques. Trepando sobre algunos arbustos el azaigo de risco y entre los pies de estas plantas, inciensos y tomillos.
Sorprende la presencia de tres ejemplares de acebuches, en orientación sur, azotados por el viento que los inclina y curva sus tallos, recostándolos sobre la ladera.
Si observaramos la cara este del cono, justo la que se encuentra bajo el pináculo pétreo, observamos como grandes manchones de tunera americana no sólo llegan a la pista que discurre a sus pies sino que siguen ladera abajo hasta alcanzar el barranquillo. En algunas zonas se han desarrollado de tal modo que alcanzan los dos metros de altura y hacen impracticable el tránsito entre ellas, sólo se vislumbra algún pasillo habilitado y mantenido para permitir el acceso a los frutos de este campo de tuneras.
Donde no hay tuneras ni pitas, las vinagreras y los inciensos son los primeros en ocupar los suelos que antaño fueron cultivados.
Junto a la carretera, en la falda de esta montaña, se encuentra la única construcción, integrada al medio, casi oculta entre un oasis de verdor. Tras ella continúa la presencia de tuneras pero, montaña arriba, la vegetación arbustiva original sigue siendo la dominante.
Hay otra entrada, más acorde con el uso tradicional de la zona. Se trata de una pista casi abandonada, muy poco transitada que luce una advertencia expresa: Prohibido el paso. Para ello una cadena y un poste metálico imposibilitan el paso de cualquier vehículo, ajeno a la propiedad.
No hay problema de paso para los senderistas, la senda continúa viva y nos permite continuar con la circunvalación del cráter, ahora por la cara oeste del mismo.
En esta zona existen dos grupos de colmenas, bien disimuladas en la ladera orientada al sur. Un par de letreros nos alertan sobre su presencia: "Abejas trabajando". Una pequeña zona sombreada junto a una cueva, a modo de artificial solapón, es el depósito y almacén de nuevas y viejas colmenas para su posterior uso o reciclaje. La cueva que observo a la entrada del desvío está arruinada en buena parte debido a la enorme inestabilidad de los materiales volcánicos que la forman. Los núcleos de colmenas, protegidos del viento, se encuentran en buen estado. El entorno de este núcleo de colmenas está cubierto de tunera americana, en tal cantidad que cubre por completo una buena parte de esta ladera de Calderetas orientada al oeste. Cuando esta planta invasora deja de estar atendida, su expansión imposibilita el aprovechamiento de sus frutos y la especie crece sin control. Sólo ejemplares de pitas encuentran hueco en esta cobertura vegetal, sobre todo en sus bordes donde, en cierto modo, delimitan su presencia.
Es en esta ladera sur donde encontramos los restos de una antigua vivienda de la que solo queda la pared de la cara sur, alta y bastante bien conservada. De igual modo podemos observar los arranques de las paredes laterales, pero nada más. La pared orientada al norte se realizó al amparo de la pared natural de materiales escoriáceos que la protegían de los vientos norteños.
Se observan restos del enjalbegado interior de sus paredes así como el grosor que tenía la obra en la fabricación de estos muros, siempre en piedra seca y sellados con una argamasa de barro. Se encontraba bien orientada y mejor protegida, pues un farallón de materiales escoriáceos servían de barrera natural para los vientos del norte. Las oquedades que acompañan siempre estos materiales fácilmente alterables, convierten estos paredones en lugares idóneos para la nificación de la paloma bravía, así como ocasional oteadero para los cernícalos.
Como nota singular, en una rama de vinagrera y moviéndose luego, muy inquieta, entre la vegetacion arbustiva de esta ladera,

identifico una curruca cabecinegra, pequeña avecilla cada vez más rara de observar. Más abajo, en el barranco observo tres habitáculos de factura humana, dos corresponden a viejas y precarias viviendas, actualmente abandonadas, y la otra a la estructura de un pozo electrificado, que se encuentra justo al pie del barranco.
Esta ladera presenta un sustrato, rocoso en buena parte, favorecido por la fuerte erosión del barranco y la acusada pendiente. Inciensos, mamitas, vinagreras, bejeques rosados, tabaiba amargas se presentan en tal cantidad que cubren la ladera con su maraña arbustiva. Salteados y sobresaliendo de este sustrato arbustivo, destaca la presencia de varios acebuches.
Este barranco, sin nombre en la cartografía consultada, se forma al pie de los Llanos de Santa María, el Llano de los Pastores y Los Morales, en su confluencia con la ladera sur de Calderetas.
Alegra ver como, en ambas laderas de este escondido barranco, más de un centenar de acebuches se encuentra disperso por sus laderas, algunos agrupados, formando ya un incipiente bosquete. Un eucalipto en esta ladera sur de Calderetas destaca sobre la vegetación arbustiva de la misma y los acebuches.
Espigadas y estilizadas palmeras canarias, no muchas, acaso alcancen una decena de ejemplares, surgen en las inmediaciones del pozo y parecen encontrarse en buen estado.
La curiosidad me pudo y recorrí una pista que termina en el pozo denominado El Draguillo, continuando por una senda, barranco arriba. Esta pista es muy interesante pues circunvala este cono volcánico por su cara sur. No fue tiempo perdido. El poco uso de esta pista, la verticalidad de la pared que hay a su izquierda, con un desplome de más de diez metros y la poca incidencia sobre la vegetación de la zona me permite observar la población de tajinaste blanco más grande de este conjunto de volcanes, así como una buena población de cardos canarios (Carlina sp), salvias canarias y mamitas de risco.
Cierto es que este camino no permite ascender al cono por su cara sur y no es debido a la acusada pendiente sino a la dificultad existente para sortear infinidad de tuneras americanas y pitas. A pesar de ello, merece la pena realizar el periplo. Según nos adentramos en el barranco, desde la pista podemos observar, tras el del barranco de Los Cernícalos, uno de los mejores bosquecillos de acebuches del municipio y, si continuáramos la senda, nos acercaría al núcleo urbano de La Pasadilla.
Pero volvamos a la casa derruida -cuyo muro superviviente se observa desde la pista que lleva al pozo-, y antes de continuar el periplo, elevo la vista para observar la llanada que hay en el interfluvio existente entre un pequeño barranco y este principal, el barranco del Draguillo. Desprovista de construcción alguna, sólo la vegetación arbustiva habla de armonía y equilibrio existente en este espacio. Le sigue el profundo tajo del barranco del Castil y más allá la extensa planicie sobre la que cabalga la carretera que serpentea en busca de la Pasadilla. Me refiero al Llano del Deán, Los Palomos, El Castil, Las Pereras, El Pedregal... También aquí hay tres alturas importantes, tres elevaciones dignas de una visita sosegada. La Caldereta, La Atalaya y la montaña de la Pasadilla. Todas ellas me invitan a ascender sus cimas, algo que realizaré cuando culmine el propósito inicial de esta aventura personal, que no es otro que describir una a una todas las elevaciones registradas cartográficamente en el municipio de los faycanes.
Sigo el paseo alrededor del cráter y observo la perfecta convivencia de dos especie arbustivas de bejeques: el Aeonium manriqueorum y el Aeonium percarneun. Ambos preparan su floración y todos desarrollan su inflorescencia a favor del viento reinante, cara al sur. Lógica es tal disposición si las plantas buscan que su floración esté lo más orientada posible al astro solar. Van un poco más adelantadas las flores del A. manriqueorum, mientras que las del A. percarneum apenas están iniciando su formación.
Esporádicos ejemplares de tunera americana se observan en esta cara interior orientada al este. Cerrajas, esparragueras y cornicales son abundantes en este singular paraíso protegido de los alisios.
En la ladera interna del cono que se orienta al sur, la vegetación arbustiva autóctona presenta pocas singularidades a destacar. Destaca la presencia de dos eucaliptos bien desarrollados y abundantes pitas dispersas con algún grupo asilvestrado, más compacto. Una observación más pormenorizada nos va a revelar alguna tunera americana en su interior, pero en general hay pureza en la cobertura vegetal autóctona y los ejemplares existentes de las cactáceas son escasos.
Saben de mi debilidad a la hora de expandir la vista en todas las direcciones. Y así, si la dirijo hacia el Sur, observo a mis pies que ladera y vegetación están bien conservadas. Es cierto que ayuda la pendiente y la peligrosidad de la misma pues, en su parte inferior, se descuelga sobre el cauce del barranco del Draguillo en alturas que se encuentran entre los veinte y treinta metros de caída vertical.
Tajinastes blancos, balillos, azaigos de risco,mamitas, cardo yesca, mato de risco, vinagreras, tabaibas amargas, bejeque rosado, cardones... Hay muchas especies arbustivas pero son los cardones aquí dueños absolutos de unas riscaderas donde la tierra escasea y donde sus raíces son capaces de penetrar en el interior del sustrato volcánico.
Sin lugar a dudas, es esta una cara muy atractiva por el poco tránsito que observo. Si acaso algún que otro cazador, como lo delatan las vainas vacías de varios cartuchos que recojo, como siempre hago, para depositarlos al regreso en un contenedor amarillo. Refrenda la observación del poco tránsito el hecho de que en esta zona del barranco que discurre al pie del cono, los acebuches forman un bosquecillo en la ladera, bosquecillo que sigue cauce arriba hasta más allá de los dos pozos que observo. Pozos que están activos pues uno de ellos está enviando agua a un estanque que tiene al lado. Si busco el cauce, los acebuches llegan hasta su borde y entre ellos destacan una treintena de espigadas palmeras que, frondosas y espléndidas, crecen en este espacio, que recuerda un paraíso de bosque termófilo. Hay un tercer pozo, barranco arriba. Aquí los eucaliptos han invadido el espacio de los acebuches y estos siguen presentes en sus inmediaciones, pero donde esté el eucaliptal, no prosperan. Se respira paz y frescor bajo los árboles. ¡Qué verdad encierra el hecho de que bajo su sombra se genera un microclima! Una senda muy definida en el fondo del barranco, a la derecha según ascendemos, continúa tras esta pista. Es un camino que ignoro su destino pues no es mi objetivo en este periplo, pero La Pasadilla está en su recorrido. Vuelvo sobre mis pasos porque deseo intentar la subida a Calderetas por esta cara sur. El terreno deleznable, la presencia continua de tuneras y la inexistencia de unas senda que facilite un posible ascenso hace que decline la tentativa.
Elevando la vista y sabiendo que frente a mí se encuentra terreno municipal de Ingenio, me sorprende la presencia de cinco soberbios ejemplares de drago (Dracaena draco) que, orientados al norte, crecen espléndidos en los bordes de antiguas terrazas de cultivo.
Al circunvalar por completo la caldereta, cierra la ladera norte un espigón rocoso de menor altura y presencia que el observado en la cara sur de la montaña. Es precisamente en dirección norte donde la ladera presenta la mayor represantación de retama blanca de todo este conjunto de conos volcánicos. Una mancha formada por una veintena de ejemplares, algunos nuevos, con elevado porte -unos dos metros de altura y tres-cuatro de diámetro, en plena floración en esta última visita de diciembre y donde la vegetación arbustiva se presenta en todo su esplendor. Varios ejemplares de acebuche -pocos-, complementa esta representación de bosque termófilo. A mi paso por esta ladera elevaban su vuelo los pájaros camineros (Anthus berthelotii).
Hay una anécdota que no quiero olvidar. En este camino me encuentro con dos senderistas de avanzada edad, naturales de la zona pero habitantes de Lomo Magullo. Les acompañaban sus perros y hacían este recorrido a diario. Tras saludarlos me hablan de la montaña de Sacramento, identificándola como la montaña Herrero o la de la Majada. Sin haber oído jamás tan singular denominación y llevando más de dos años recorriendo estos parajes, me quedó claro que es necesasrio un serio estudio toponímico del campo de volcanes de Rosiana. Sin duda arrojará mucha luz sobre las dudas, los equívocos y los reducidos conocimientos existentes a día de hoy.
Hablar de la observación de perdices, conejos, cernícalos y aguilillas es habitual en todos estos conos volcánicos. Calderetas no es una excepción. Cada vez que subo al cono, que recorro sus laderas menos transitadas, las perdices surgen, cerca de mis pies, el cernícalo abandona su oteadero o una pareja de aguilillas me sobrevuela durante mi estancia.
En dirección sureste, se extiende una vaguada entre este cono y el de Juan Santiago. En la ladera oeste de Juan Santiago semeja más a una planicie y ambas vertientes forman la parte más escondida de Calderetas. En primavera -finales de marzo, principios de abril-, es habitual escuchar el canto de las perdices. Destacan en los herbazales, ejemplares aislados de tuneras americanas cerca de la pista que bordea la montaña y, ya en la ladera, una buena representación de la flor autóctona del lugar: melosas, salvias, tajinastes blancos, esparragueras,
Es en esta dirección por donde discurre la Red de Alta tensión que cruza el campo de volcanes. Con tres torretas en la base de este cono y procedente de la torreta de Montañeta Fría y ésta de la montaña de El Plato, la línea cruza el barranco del Draguillo en dirección sur.
Mirando al este destaca el farallón lávico descarnado que se muestra hacia el naciente. A sus pies la ladera se vuelve suave y en sus tiempos fueron terrenos de cultivo, actualmentre convertidos en un amplio campo de tuneras que cruza la pista pues bajo ella y hasta una de las vaguadas de la cañada de Flores, al pie de la montaña de Las Triguerillas, sigue la extensión de tuneras. Sólo junto a la pista, un llano de vinagreras por un lado y de bejeques, la mayoría Aeonium manriqueorum y en menor cantidad Aeonium percarneum, por otro, rescatan de las tuneras el dominio de la planta autóctona.
Algún que otro acebuche comienza a colonizar estos terrenos, ahora improductivos. En mi más reciente visita al cono, mediados de diciembre, los Aeonium manriqueorum estaban espléndidos, incendiando la ladera que desciende hasta la caldereta, con sus vistosas y llamativas floraciones amarillas. En esta temprana floración se encontraban también los primeros ejemplares de balillos (Sonchus leptocephalus).
Los muros de piedra que sostienen las tierras de la ladera para permitir la horizontalidad de la pista transitada son un seguro para el lagarto de Gran Canaria, aún abundante en todo el tramo recorrido.
Si elevo la vista me encuentro con otro cono volcánico frente a mí. Se trata de Triguerillas cuyo perfil y altura imposibilitan gran parte de la panorámica.
No puedo cerrar el artículo sin comentar la tristeza que provoca la falta de vigilancia sobre las motos que destrozan nuestro paisaje. El pasado sábado, día siete de diciembre, servía de guía a un grupo de amigos interesados en conocer las montañas de El Gallego y El Melosal. Nos encontrábamos en la cima de El Gallego cuando dos irrespetuosos motoristas -es el término más suave que puedio dedicarles-, abrían una nueva vía erosiva por la cara norte de las montaña de Topino -es la tercera que abren en este cono volcánico-, reventando el paisaje de la ladera, originando una brecha donde, eliminada la tierra fértil -ver la desgarradora fotografía adjunta a este artículo-, la erosión y el tiempo se encargarán de desnudar la roca, quedando la imagen del cono volcánico mancillada para siempre.
Tarda en llegar la protección para este campo de volcanes. Pendiente como está de su aprobación por el Gobierno de Canarias. Lleva años desde que se inició el expediente. Unánime fue la respuesta del Ayuntamiento y del Cabildo, lenta la que ahora debe reconocerlo como espacio protegido. No tardan tanto en conseguir los permisos necesarios para nuevas urbanizaciones, los especuladores y depredadores del suelo. En el caso que nos ocupa, o se dan prisa los responsables del Gobierno autonómico en culminar el proceso, o quedará poco entonces que proteger.